pese a la buena meteorología, menos peregrinos que en ediciones anteriores (alrededor del millar) atravesaron la Bardena el pasado fin de semana en dirección al castillo de Javier. La explanada de la ermita del Yugo, en Arguedas, donde tuvo lugar la primera parada del día para los 28 grupos riberos que iniciaron el viernes el camino, no estuvo tan concurrida como en otras ocasiones, si bien desde la organización señalaron que las cifras que manejaban eran similares a las de otros años. "Aparentemente da la sensación de que hay menos gente que en anteriores ediciones, pero no entiendo por qué, puesto que en las reuniones previas que hemos tenido calculamos que de la Ribera partirían cerca de 1.700 peregrinos (500 de ellos desde Tudela), en dirección a Javier. Más o menos como otros años", aseguró Alberto Pérez Pastor (73 años), responsable del grupo de montaña Quetzal de la capital ribera.

Este jesuita, al que sus amigos conocen con el nombre de Perico, cumple su 25ª Javierada desde que está afincado en Tudela. "De chaval ya había ido a Javier y también lo había hecho como jesuita, pero des de 1989 la hago desde la Ribera y la verdad es que ha cambiado mucho en estos 25 años. Hace una o dos décadas venía muchísima gente, pero no había tanta organización como ahora, los jóvenes completaban el camino con la intención de pasárselo en grande en Sangüesa. Había mucha más suciedad y ruido que actualmente, que está todo más organizado. Los más jóvenes siguen viniendo de la mano de los mayores y esto garantiza la continuidad de la Javierada".

Éste es el caso de la familia Vallés-Belloso, que trata de inculcar esta afición a sus tres hijos. Dos de ellos, Daniel (12 años) y Alejandra (10 años), completarán los 98 kilómetros que separan Tudela del castillo de Javier, mientras que Cayetana (4 años) se incorporó a la marcha en Gabarderal para realizar el último tramo. "Es una tradición que me inculcó mi mujer hace 15 años e intentamos también que los críos vivan y compartan esta experiencia", confesó el castejonero Héctor Vallés, de 45 años.

Con el grupo Quetzal también marchaba Crispín Martí, un gallego de 70 años que reside a orillas del Ebro y al que los jesuitas inculcaron su amor por Javier. "Llevo muchas Javieradas a mis espaldas. La he realizado varias veces desde Pamplona y es la cuarta vez que la hago desde Tudela. Para mí es una cita fija en el calendario, la tengo marcada en rojo y vendré mientras el cuerpo aguante", reconoció Martí.

Uno de los grupos más numeroso fue el de Murchante que salió a las 5.00 con 58 peregrinos, 22 menos que en 2013. Veteranos como Rodrigo Ullate (38 años), y jóvenes como Álex Rodrigo, Martín Magaña y Andrés Simón (todos ellos de 15 años) aprovechan esta experiencia por su conexión religiosa, deportiva y social. Para Ullate, que cumple su 18ª Javierada, se ha convertido en todo un reto. "Tengo un tío en Tulebras que la hizo durante 30 años y mi objetivo es llegar a esa cifra. Todavía me quedan unas cuantas", apuntó.