pamplona - Rescatar la memoria para afrontar el futuro. Es la filosofía de Víctor Manuel Egia Astibia (Iruña, 1952), médico especialista en Neumología, cofundador de la sociedad Iturralde y estudioso incansable del patrimonio industrial de Navarra, tan apasionante como desconocido. En 2010 publicó su primer libro, un trabajo sobre la historia industrial de Oroz Betelu y Olaldea, y ahora vuelve con El Irati SA, el sueño de Domingo Elizondo, la historia de la que fue una de las empresas pioneras en la Navarra agrícola de la primera mitad del siglo XX y fuente de trabajo y riqueza para todo el valle del Irati durante décadas.

Tres años ha invertido Egia en desbrozar la historia de El Irati. Tres años sondeando en archivos municipales, en las hemerotecas y recabando testimonios de los hoy octogenarios que trabajaron en la empresa y que aún viven. El resultado es un documentado trabajo de 270 páginas, editado por la Sociedad Iturralde y por Nabarralde, que estos días se está presentando al público.

El Irati SA fue la obra personal de un hombre, Domingo Elizondo y Cajén. Nacido en Aribe en 1848, emigró a los 19 años a Buenos Aires donde hizo fortuna con un negocio de ferretería. “Cuando tenía cuarenta años regresó y, al contrario de lo que hicieron otros indianos ricos que se limitaron a hacer obras benéficas en sus pueblos, Elizondo trajo la idea de dar vida al valle del Irati, y a ello se dedicó en cuerpo y alma”, explica el autor. En principio su idea era explotar la madera, pero pronto amplió y diversificó el negocio. En 1902 fundó Electra Aoiz, el germen de El Irati SA, que nacería en 2007. De la necesidad de transportar la madera del Irati hasta Pamplona (hasta Aoiz los troncos se bajaban por el río) nació el ferrocarril Pamplona-Aoiz, que casi de inmediato se extendería hasta Sangüesa y que transportaba tanto mercancías como pasajeros.

Tal vez sea el tren Irati el negocio de Domingo Elizondo que más ha perdurado en la memoria colectiva. “Primero construyó un tranvía desde la estación de Pamplona hasta Huarte y después la vía hasta Sangüesa. Fue uno de los primeros ferrocarriles eléctricos de largo recorrido del Estado y el primero que funcionó con corriente alterna, como funciona hoy el AVE”, relata Egia.

Además de la madera y el ferrocarril, El Irati SA se dedicó a la producción de energía hidroeléctrica (fue una de las tres empresas que electrificaron Pamplona), a la transformación de la madera en la enorme serrería de Ecay, a la fabricación de carbón vegetal y a la industria química. “Fue una empresa multidisciplinar, técnicamente innovadora, moderna y autosuficiente. Domingo Elizondo iba a Francia y Alemania a aprender e importar técnicas industriales. Con los restos de la madera fabricaba carbón y con los gases de la combustión, ácido acético o formol. Cosas que ahora nos parecen innovadoras este hombre las hacía ya hace un siglo”, sostiene Víctor Manuel Egia.

trabajo para el pirineo El Irati dio trabajo durante décadas a buena parte de la comarca. Egia relata que “en la serrería de Ecay llegaron a trabajar 400 personas, en el ferrocarril más de 200, en el monte y en el río otras 200, y siempre se preocupó de emplear a la gente de la zona. Dio vida a toda la comarca, desde Orbaitzeta y Salazar hasta Pamplona”.

Domingo Elizondo falleció en 1928 y la empresa continuó con su yerno, Hilario Etayo, al frente. En los años cincuenta comenzó el declive por una serie de circunstancias: “La aparición del transporte por carretera, más barato que el ferrocarril, el abandono del carbón vegetal, la sustitución de la madera de haya por las maderas tropicales y los pinos de las Landas en la fabricación de muebles, o el nacimiento de una gran empresa eléctrica, Iberduero. 1961, con el ferrocarril ya cerrado y la eléctrica absorbida, puede considerarse el final de la empresa, aunque el aserradero y la destilería seguirían con el nombre Irati Forestal veinte años más”.

Poco queda a la vista de lo que fue El Irati, igual que sucede con tantas otras empresas de aquellos años. Víctor Manuel Egia lamenta el desconocimiento y la pérdida del patrimonio industrial del que “apenas quedan cuatro chimeneas”. “Conservamos el patrimonio arquitectónico, fundamentalmente el eclesiástico, pero el concepto patrimonio es mucho más amplio, por ejemplo el industrial. Está muy poco estudiado y además lo estamos destruyendo, como ha ocurrido con los edificios de las azucareras de Marcilla y Tudela”. De El Irati apenas queda en Pamplona la casa donde vivía el guarda de la central térmica y algunas tapas de registro por las calles, además de la casa familiar que construyó Domingo Elizalde en el cruce de Carlos III y Cortes de Navarra. El edificio del paseo de Sarasate número 30, que alojó la estación de pasajeros del tranvía, se derribó recientemente y la nave de la central térmica de gasoil, junto al Club Natación, se tiró en 2012 para construir el ascensor público. Afortunadamente, Víctor Manuel Egia se ha ocupado de rescatar la memoria de esta empresa que tanto representó para Navarra.