Da la sensación de que en Lekunberri están de suerte con el buen hacer de Inma Etxarri y del cura zumarragar Antonio López. La primera, lidiando con técnica eficacia los asuntos culturales del Ayuntamiento y el segundo, atendiendo sus obligaciones religiosas como parte de la terna de párrocos in solidum que también preservan el culto en otras 25 entidades de población de la comarca. Ambos han aportado muchos de los datos de este modesto reportaje que trata de describir y contar la historia de la ermita de Nª Sª del Pilar de Lekunberri.

Esta es una fábrica de bonita estampa que se sitúa en el noroeste de esta histórica localidad navarra. Otrora, antes del desarrollo económico de la zona, era uno de los últimos edificios de la carretera de Pamplona/Iruña a Donostia/San Sebastián. O de los primeros, claro, en dirección inversa. Tanto la Ermita del Pilar como la casa La Kantxa mantienen una pequeña, especial y casi desconocida rivalidad: la de sus azulejos. Entre las dos suman 92 azulejos. Los de La Kantxa son solo 12, aunque de más porte al tener su señalización heráldica y las letras de Lecumberri, la oficialidad que la Diputación Foral de Navarra impuso en los albores del siglo XX. Los azulejos de la ermita, que suman 80, son más pequeños y finos, mas la pintura azul que los decora con gracia es perfecto cómplice de la palabra de origen árabe, azulejo. Entre ambos mosaicos se crea una línea sobre la calle Aralar (NA-1300) que, ayudado por la lírica e imaginación, forman una irteera de ondo ibili o una helmuga de ongi etorri. De unos a otros podría echarse la soga de la pancarta, debajo de la cual parece esprintar, subido sobre su bicicleta y cruzando la meta, un chaval lekunberritarra. (Foto superior).

La metáfora txirrindulari, o simplemente de interesante visita y paseo, señala como aparcamiento la explanada que hay delante de la ermita y para avituallamiento, el bar Ilargi, rincón de buen trato y café, además de hechizos y farras varias.

La propiedad de la ermita, como muchos otros edificios de Navarra, es discutible, aunque es la parroquia y un grupo de vecinas, entre las que se encuentra Kontxa, las que, al mejor estilo serora, cuidan de que el lugar esté limpio y en buen estado. También se recuerda a Juanito, vecino que durante años hizo sonar con enorme cariño la campana que habita en una gentil y acogedora espadaña.

La historia viva de esta ermita, aunque algo escondida por los rigores de la edad, la posee todavía Jesús Jaimerena, cura párroco de Lekunberri hasta 2013 y durante 42 años ininterrumpidos.

Sí está claro que la ermita se construyó en el siglo XVIII. Desde muy antiguo perteneció a la todavía aledaña casa Antonea, cuyas devotas y discretas sagas familiares la cuidaron con esmero. En las importantes obras de mejora de 1999 surgió, por iniciativa de Joaquín Martinena, cura de Tafalla, la posibilidad de que un ayudante suyo, que procedía de Madeira y que se llamaba Antonio, realizara la obra del azulejo y la pintura refractaria de la Virgen del Pilar sobre su columna. Añadió con acierto la inscripción bilingüe, como mandan los cánones lingüísticos del lugar: Pilarko Ama Birjina, abajo, y Nuestra Señora del Pilar, arriba.

Este dibujo en forma vertical de unos 5 m de altura y 70 cm de anchura se sitúa a mano derecha de la entrada a la ermita. Antes, la inscripción de la virgen titular estuvo escrita circundando la ventana de arco de medio punto que hay a la altura del coro.

La planta de esta capilla es de 15 m de largo por casi 9 m de ancho. Tiene un sencillo ábside. Puede albergar a unas 40 personas. El altar lo preside una bonita imagen de la virgen titular sobre su inseparable columna (pilar), en la que aparece incrustada una misteriosa reliquia. Quizá una piedra traída de la propia Basílica del Pilar de Zaragoza.

En los últimos tiempos este pequeño templo se abre 8 días al año de forma consecutiva. Se trata de la Novena de la Virgen del Pilar que comienza a primeros del mes de octubre para finalizar el mismo día de la patrona, el 12 de octubre. Ese día se abrocha el novenario con la misa más importante del año en la bonita y cercana iglesia parroquial de San Juan Bautista. Los días anteriores, a la 8 de la mañana, se reza un rosario: el primer misterio en la iglesia, los tres siguientes en procesión desde la iglesia a la ermita, y el último en el interior de la misma antes de la eucaristía. Los más veteranos recuerdan cuando la procesión era a las 7 de la mañana y, como todavía no había amanecido, se hacía portando candelas. López Sellés habla de rogativas allí en el mes de mayo en el siglo XIX y en la primera mitad del XX. También se recuerdan varias bodas celebradas no hace muchos años.

Entre los planes de Castilla y, luego, de la España nacionalcatólica uno importante fue tomar como estandarte a esta virgen. Hay que saber que en devoción y en tradición, que es sentimiento puro, no debe imponerse patrón. Así, un año más, en calendas otoñales, Lekunberri volverá a programar enormes fastos con pelota, dantza, herrikirolak, zezensusko, lanzamiento de azada, bertsos, mus, concursos de tortilla, ajoarriero... Y la misa mayor, por la pilarika.