beriáin - “Ahí quemamos nuestros mejores años”, aseguró Antonio Muñoz, que fue minero durante 23 años, con una sonrisa y un deje de tristeza en la voz. “Yo entré con 18 años”, respondió el asturiano Vital García Castañón. “Y yo con 19, en el día de mi cumpleaños”, apuntó Cándido Mangas, natural de Extremadura. Tres mineros que pasaron buena parte de su juventud bajo tierra, en una mina, y que ayer, volvieron a ponerse el uniforme de trabajo y el casco para pasear a su patrona, Santa Bárbara, a hombros por las calles del antiguo pueblo de Potasas.
Los tres son parte de la Hermandad de Santa Barbara, que actualmente cuenta con 68 miembros. Además, los tres llevan las señas de identidad de la Hermandad, un clavel en el ojal de la camisa y un pañuelo rojo con la patrona bordada. “Yo estuve 23 años como minero y luego seis en una fábrica. Y el compañerismo de una mina no se puede comparar con ninguno. En la mina dependes de tus compañeros; si no están lo tienes mal”, señaló el manchego Antonio Muñoz, aunque, tal y como reconoció Vital García Castañón, “también discutimos, como en todas las familias”.
“El trabajo en la mina puede ser muy bueno o muy malo, depende de que haya”, explicó Vital García, haciendo referencia a que “no es lo mismo el trabajo de los que hacían las galerías que el de los topógrafos”. No obstante, los tres coincidieron en que las condiciones laborales eran “buenas”. “La ventilación estaba muy bien y las máquinas eran modernas para aquel entonces”, apuntó el extremeño. A pesar de todo, había muchos que no volvían nunca por miedo. “Hubo gente que entró conmigo y después de que se cayese una pared al lado de uno, ya no volvieron”, explicó Muñoz.
historias del subsuelo El día a día en la mina era duro y peligroso. Una explosión de grisú, un derrumbamiento o un accidente con la locomotora que se usaba para trasladar el material podían significar la muerte.
“Yo vi la Parca tres veces. La primera vez fue cuando trabajaba de maquinista, me quedé sin frenos y recorrí unos 100 metros, pero no podía tirarme porque estaba la cinta que transportaba los materiales. Aún me acuerdo perfectamente de aquel momento, fue el 31 de diciembre del 75, a las 12.00 horas. En la segunda ocasión me pilló la locomotora. Me había asomado para asegurarme de que estaban bien los materiales y caí. La locomotora me aplastó por la cintura, cuando me sacaron, no sentía nada. Creí que me había reventado”, recordó Vital García Castañón, mientras Cándido y Antonio le observaban con semblante serio.
Acto seguido Antonio rememoró otra anécdota. Una en la que se derrumbó un tramo de un túnel mientras él y sus compañeros estaban dentro. “Hasta que no se despejó todo, no nos enteramos de quien estaba vivo y quien no”, explicó. En el caso de Cándido, el accidente no fue exactamente en la mina. “El único accidente que tuve yo fue en la ducha, que tenía una plataforma de madera. Una vez se me rompió y me tuvieron que dar 15 puntos en los pies”, comentó Cándido, cuyo accidente supuso un cambio en los suelos de las duchas.
Otras veces, era una cuestión de suerte. “Hubo una vez en la que salí de la galería para dejar la mochila y la chaqueta y a los 15 segundos, se derrumbó”, recordó Antonio. O aquella vez en el pozo de Guenduláin. “Venían los del relevo de noche y acababan de bajar tres electromecánicos. Nosotros andábamos bromeando, nos metimos en el vagón y después de andar 25 o 30 metros, se rompió el cable. La viga que había debajo se partió y el vagón se quedó encogido por el golpe. Si los otros tres llegan a estar aún en la jaula, se matan”, señaló Vital, mientras gesticulaba con las manos para mostrar cómo se quedó el vagón.
Sin embargo, en otras ocasiones, ni siquiera la patrona podía ayudarlos. “Un día, cuando estábamos bajando hacia la zona de embarque, empezó a venir gente corriendo en dirección contraria. Yo les gritaba, porque estábamos con el tren y no podíamos pararlo en seco. Entonces me dijo uno, te han matado otro amigo, a Rafael. Sólo tenía 24 años y dejaba una nena y otra en camino, a la que ni siquiera pudo conocer”, explicó Vital con tristeza.
la patrona Santa Bárbara es la patrona de los mineros, un lucero que siempre brilla en la oscuridad de la mina. Y llevarla a hombros, es su mayor orgullo.
“Llevar a la patrona es un gran orgullo y mientras pueda lo seguiré haciendo. Espero que sea durante mucho tiempo y que, cuando ya no pueda, sea porque ya me fui con ella”, comentó Vital García Castañón con una sonrisa.
Y no solo es un honor para los que se jugaron la vida en las profundidades de la mina. Para los que esperaban arriba, en el exterior, también es un momento muy especial. “Tener a mi padre dentro de la mina lo llevábamos mal, y eso que él llegó a estar 12 años en la banda”, apuntó David Flores, para quien poder llevar a la Virgen a cuestas es “un orgullo”.
Por otro lado, la misa en honor a Santa Bárbara también es un momento muy emotivo para todos los mineros y sus familiares. “Ayer ya estaba nervioso y ahora más. Es muy emocionante por toda la gente que se fue... se te pasa todo por la imaginación”, explicó Vital, emocionado.