altsasu - Itziar Nazabal Regueira (Altsasu, 1980) no para. Y es que esta artista siempre está dispuesta a coger sus bártulos y emprender viaje guiada por su necesidad de crear. Acaba de llegar de Marruecos, donde fue reconocida en el Festival Internacional de Arte Mural y Escultura de Martil. En primavera asistió a un workshop, con una estancia de trabajo de un mes en Jordania además de una visita a Tarragona entre ambos viajes. “Vivo por y para el arte alrededor del mundo”, confiesa Itziar Nazabal.
Esa necesidad de crear le viene de toda la vida. “Desde pequeña siempre tenía algo en las manos. Mis padres me cuentan que cuando salíamos de vermú, con una servilleta y un boli estaba entretenida”. Así, tenía claro que iba a estudiar Bellas Artes. Estudió en Salamanca, Bilbao y el último año en la Universidad de Bradford, en Inglaterra. Recién licenciada, en 2004 abrió un estudio para tener donde crear y al mismo tiempo enseñar lo que mejor sabía hacer. “El mundo del arte es complicado. Ahí estamos, haciéndonos un hueco”, observa.
Un año antes, en 2003, fue su primer encuentro con José Martínez Lozano, reputado acuarelista y persona fundamental en su trayectoria artística. Le conoció en un taller que este miembro honorífico de la Real Academia de Bellas Artes ya fallecido impartió en Córdoba. “Tuve la gran suerte de conocerlo, aprender de él, y que se volcara en mí... Decía que tenía algo especial. Me exigía mucho, pero aquello me ayudó a creer en mí como artista. Fue un reconocimiento e impulso de que mi pasión era verdadera”.
Además, este pintor le introdujo en la acuarela, muy importante en su obra porque además de apasionarle, le permite viajar. Sin embargo, su técnica es especial, una mezcla de texturas y materiales que la hacen distinta. Lo cierto es que Itziar Nazabal atesora un estilo propio que va más allá de la técnica en un viaje creativo que le hace tener un sello característico. Según la crítica, se trata de un proceso muy personal que fusiona abstracción y figuración, un proceso en el que acompañada de música utiliza su cuerpo a modo de brocha. “Se podría decir que mi proceso creativo comenzó a tener mayor fuerza y forma en Assilah, en Marruecos en 2008. Tenía que pintar un mural muy grande y empecé a utilizar el antebrazo como una brocha y disfruté tanto....”, recuerda. “Escucho la música, me dejo sentir y, mediante una especie de baile, transfiero esa necesidad de crear, esa explosión de sentimientos que llevo dentro, sobre el soporte”.
Así, ver cómo crea es un espectáculo, una performance en sí misma. “Me llaman de muchos lugares, para que acuda a mostrar mi proceso creativo o para que exponga mi obra. Pero por problemas de agenda a veces no puedo ir. y me da mucha pena”. En algunas ocasiones, también realiza performances con la colaboración de artistas que admira y con los que tiene una conexión especial, como es el caso de la bailarina Irantzu González y el músico Jorge Cordón.
MARRUECOS Otro hecho fundamental en la carrera de Itziar Nazabal es su especial relación con el mundo árabe, sobre todo con Marruecos. Su primer encuentro fue en 2007 en Chaouen, cuando se enamoró de sus gentes, su arquitectura urbana, su luz? Todo un flechazo que le llevó durante tres años a visitar este país en diversas ocasiones y otros como Túnez, Egipto y Jordania, además de viajar por Europa. Por ello, a esta pintora de Altsasu le hace especial ilusión el reconocimiento recibido hace unos días en Martil, en la inauguración oficial del festival. “Lógicamente hablaban en árabe y me pareció oír Pamplona. Después unos colegas me sonrieron y todo el mundo comenzó a mirarme. Dijeron que era el reconocimiento a una gran artista internacional que se mueve por el mundo”, recuerda todavía abrumada. “Me hizo mucha ilusión, estas cosas te llenan de energía”.
Su obra, que ha tomado vida propia, también ha viajado por todo el mundo, llegando incluso a más lugares que ella. “Hace ya unos años que entré en el mercado chino y la verdad que estoy muy contenta “, apunta. En relación a los temas, comenzó con la arquitectura urbana cordobesa y siguió con arquitectura del mundo árabe. Después tuvo una época que se centró en la abstracción y a partir de 2010 en la figura humana, tras una estancia en Londres, cuando comenzó una serie de desnudos. “Fue un proyecto para hablar de sexualidad, erotismo y sensualidad desde la naturalidad, como parte de la vida”, apunta, al tiempo que señala que “nunca he dejado los otros temas, sino que los he ido incorporando. Es una explosión de sentimientos y texturas que salen de mi interior y que se traduce en diversos temas”.
En la actualidad está trabajando más intensamente en una serie en torno a las flores, que comenzó para hacer un regalo a su abuela Luisa y también le sirvió para salir del gran vacío que le dejó su pérdida. “Quería regalarle algo especial, y como le gustaban las flores, decidí pintarle una pareja de orquídeas. Como me sentí a gusto, continúe trabajando sobre el tema y creé varias obras. Le dejé elegir y eligió la que había pintado pensando en ella. Mi hermana Itsaso y yo, que estábamos con ella, nos miramos? y sonreímos. Fue algo muy especial”, recuerda. Su abuela murió quince días después, de repente.