- En la memoria de Fernando Sayas Mendia sigue muy presente la gripa asiática de 1957, que entró en el Estado por Bilbao según se relata en las crónicas de entonces. También se cuenta, pero sin constancia escrita de ello, de que en Altsasu el principal foco de transmisión fue una velada de lucha libre que se celebró el último día de las fiestas de Altsasu, el 17 de septiembre, con un cartel de lujo. En la época dorada de la lucha libre, brillaron tres burundarras, los hermanos Bengoechea de Olazti, sobre todo Pedro, campeón del mundo en tres ocasiones, y hacia el este, en Urdiain, el gran Victorio Ochoa. El primero; el Hércules navarro, y el León navarro, cómo se conocía al de Urdiain junto a otras figuras del momento como Félix Lambán y Stan Karoly además del vizcaíno José Zuazua, el León de la Peña.

"Estaba medio pueblo en el frontón. En esa aglomeración el contagio fue tremendo", observa Sayas. Lo cierto es que el aforo del frontón Burunda, inaugurado tres años antes, es imposible de calcular en aquella época en la que no se limitaba su acceso y se buscaba cualquier hueco para poder seguir lo que sucedía en la cancha. Este altsasuarra de 82 años también recuerda que la sala de espera de Don Lino, médico durante décadas en Altsasu, se quedaba pequeña. "Pasaba la consulta después de comer, en el primer piso de la casa la fonda de mi abuelo Pío. Era tanta la gente que acudía que tenía que esperar en la calle", apunta.

Entonces tenía 20 años y formaba parte del grupo de riesgo de aquella gripe que también se originó en China pero a diferencia de ahora, no había televisores ni mucho menos móviles, un bombardeo de información del que es difícil abstraerse. Así, no era consciente de su magnitud pero si ahora aunque se muestra optimista. "De esta salimos", asegura después de realizar varios kilómetros de bicicleta estática. Y es que no quiere perder el estado de forma durante el confinamiento y volver a tope cuando esta pesadilla acabe.

Mª Jesús San Román Mazkiaran, de 87 años, también tiene grabada aquella gripe. "Fue muy fuerte, con familias enteras en la cama, pero no recuerdo muertos", observa. Entonces también salió lo mejor de las personas, ese instinto de ayudar a los demás que hizo posible que todos a una tiraran para adelante. Sin poder relacionar ambos hechos, también recuerda aquella velada de lucha libre, a la que acudió con su novio, después marido, y otras dos parejas. "El frontón estaba a tope. Solo quedaban entradas junto al ring, las más caras", apunta. Así, tuvieron que desembolsar una cantidad importante pero vieron el espectáculo en primera fila. De aquella tarde rememora el combate de Victorio Ochoa con "uno que iba de mongol, con una trenza larga. Le hacía trampas", asegura.