Los corazones bailaron y levitaron aunque no se movieran de sus sillas. Y por los muros de la Ciudadela se colaron los acordes que viajaron desde Iruña por todas sus calles pero también por las plazas de los pueblos de Navarra y de sus fiestas que no han sido pero que sentimos. Dos meses más tarde de su fecha habitual, en otro escenario diferente y un formato más pequeño por las medidas de seguridad exigidas pero con el aforo completo, se pudo disfrutar este domingo del Alarde de Txistularis que protagonizaron 37 músicos, 28 txistus acompañados de una banda de metales, piano, guitarra, bajo, acordeón y batería. 600 asientos completos en una cita más emocionante que nunca y en la que parte del público asistente pudo seguir el concierto al otro lado del vallado.La 61ª edición del alarde, una tradición que viene celebrándose desde 1959, llevaba este año por título Bizipoza, felices de vivir, con un mensaje de alegría y positivismo en estos tiempos. Según explicó Patxi Rodríguez, presidente de Euskal Herriko Txistulari Elkartea Nafarroa, el alarde de txistu de esta edición ha querido arrojar “luz en la sombra, para no hablar de contagios, pruebas, rebrotes... para que no nos venza espiritualmente, que en nuestra mente sigue habiendo energía para componer, ensayar y revivir; una alternativa de felicidad y alegría”.

Cinco temas, la mitad del repertorio del alarde, fueron estrenos, con música compuesta expresamente para esa cita y la actuación de la soprano Estitxu Castellano, también txistulari. El festival arrancó con un Ingurutxo con arreglos de Joaquín Lecumberri. Continuó con la pieza irlandesa Cunnighan Collection que contó con la presencia Carlos Peñalanda como solista. Uno de los momentos más emotivos tuvo lugar en la presentación de la canción Recuerdo de Amistad, un tema compuesto por el maestro Turrillas que fue recuperado para esta cita y que adaptado por Jesús Garisoain. Precisamente el festival, presentado por Ventura Ruiz, quiso rendir homenaje a la música al compositor de Barasoain, que creó las composiciones más populares de los Sanfermines y que estuvo vinculado a La Pamplonesa media vida. Aitor Urkiza, director del Alarde, impuso un pañuelo rojo a María Turrilas, hija del compositor, mientras que Patxi Rodríguez hizo lo propio con Jesús Garisoain, subdirector de La Pamplonesa, con la que los txistularis mantienen una estrecha relación. Poca gente conoce de hecho que la Biribilketa de Gainza es la primera pieza que se toca junto a La Pamplonesa después del chupinazo de Sanfermines en el zaguán municipal. “Este año se hizo la grabación de un vídeo con La Pamplonesa en la Ciudadela al suspenderse las fiestas”, dice Rodríguez.

No faltó en el alarde Greziako Itsaontzia, de Luis Llach, con arreglos de Iñigo Casali e Ismael Yague. Este domingo también se estrenó Sher, de Juan Cazcarra, música balcánica, que fue seguida de Lurra, de Mixel Ducau, con arreglos de Iñigo e Ismael, y con Carlos Peñalanda como solista. Los txistularis y banda también habían elegido Lau Zirriborro, que también estuvo compuesta por Jesús Garisoain expresamente para la ocasión. El segundo hito del festival tuvo lugar con la representación del pasodoble Gazteluko Plaza, compuesto por Joaquín Lecumberri, y al que puso voz solista Alfonso Iturria.

La pieza Oroimenak, de Eneko Azparren, también concebida para el evento, contó con la interpretación de Estitxu Castellano. El colofón llegó con El Puente sobre el río Kwai, adaptado por Urtzi Iraizoz, y de nuevo el pasodoble que sonó por aclamación. “El txistu está vivo, es un instrumento que demuestra más que nunca su fuerza y energía. Es trascendental en nuestra cultura y hay que mimarlo”, remarcó Patxi.

familia de músicos

María Turrillas, hija del maestro y compositor (son cinco hermanas y un hermano), manifestó tras el concierto su emoción por volverá escuchar la pieza que había compuesto su padre entre las más de 400 obras. “Debió ser una obra dedicada a un txistulari que murió muy joven, Piudo”, reconoció entusiasmada tras el concierto. Profesora y bibliotecaria, ahora jubilada, María es vecina de Pamplona, canta en el coro Divertimento y está aprendiendo a tocar el piano. Una de sus dos hijas Alicia Griffiths Turrillas (son 14 nietos) toca el arpa, es profesora de música y forma parte de la Orquesta Sinfónica de Navarra. “Me ha parecido un trabajo estupendo; el sonido del grupo, el programa muy ameno y variado”, aseguró la homenajeada. Respecto al recuerdo de su padre, Manuel Turrillas Ezkurra, destacó que “era un hombre muy trabajador. Le encantaba la lectura y su afición por la música le ocupaba todos sus ratos libre”. “Todos hicimos algo de música pero no como profesión. A los siete años comenzábamos el Conservatorio pero a los 10 íbamos al instituto para hacer Bachiller, y había que elegir una cosa u otra”, remarcó.

“La obra que se ha estrenado en el Alarde estaba dedicada a Piudo, un txistulari que murió joven”

Hija del maestro Turrillas