n originario del Valle de Baztan, Juan Fermín de Aycinena e Yrigoyen, nacido en Ziga, de donde parte en 1749 al Virreinato de Nueva España (actual México) para buscar fortuna, tejerá una tan amplia y sólida red familiar que se convertirá en la más poderosa y rica de Centroamérica, en la dueña y señora de Guatemala. La de los Aycinena es una historia apasionante, el ejemplo de la ambición como idea fija y el talento para los negocios de un emigrante humilde carente de estudios.

En efecto, Juan Fermín Aycinena es uno de los personajes baztandarras más destacados de su época, lo que Julio Caro Baroja denominó "la Navarra del siglo XVIII", en este caso trasladada a América. Elaboró la Declaración de Independencia, realizada en la ciudad de Guatemala el 15 de septiembre de 1821, parte del plan de la familia que temía que las luchas de San Salvador, Granada y León pudieran cambiar el sistema económico imperante. Su trayectoria es impresionante, similar a la de los Garchitorena en Argentina y Uruguay, los Errazuriz en Chile o de los Goyeneche en Perú.

El patriarca, Juan Fermín Aycinena e Yrigoyen, nace el día de su santo, el 7 de julio de 1729, según sus historiadores en la casa Aldekoa de Ziga, una de las más prestigiosas casas rurales del Valle de Baztan en la actualidad. La familia viene del vecino pueblo de Berroeta, de la casa de su apellido, y Juan Fermín es un segundón sin herencia por la ley del mayorazgo que luego aplicará él mismo en tierras americanas, en las que tendrá que buscarse la vida.

Llega con 20 años a la Ciudad de México, trabaja con su primo Pedro Bernardo de Yrigoyen, también baztandarra, y organiza el transporte entre Acapulco y Veracruz y la capital mexicana, con éxito económico. Vende su negocio y marcha a la Capitanía General de Guatemala donde cosecha y transforma el índigo o añil (blanqueador de ropa, muy apreciado en Europa) y relanza esa industria (consigue el monopolio) que languidecía y le hace rico.

Su capital crece fulgurante, lo presta como una entidad bancaria, hasta el extremo de que en 1768 las cantidades que le deben suponen el 83% de su fortuna. La escasez de dinero efectivo era crónica, y el crédito crucial para los negocios. La mayoría lo presta a particulares, desde los 2,5 pesos a más de 39.000, a religiosos y conventos, alcaldes, agricultores, comerciantes y artesanos, una fortuna tal que medio país tiene deudas con él.

Su posición en la economía colonial llega a ser dominante, fortalecida de 1770 a 1790, hasta contar con una red de más de 300 intermediarios familiares y socios comerciales. Es el mayor exportador de Centroamérica, atiende la alta demanda en la industria textil de Europa, e importa para su comercio todo tipo de artículos básicos, cotidianos y de lujo como ahora en los grandes almacenes.

Aycinena se casará tres veces, parece que lo tenía todo perfectamente estudiado pues cada matrimonio amplía su red familiar y consolida su posición social. Tuvo 16 hijos: tres con su primera esposa, otros seis con la segunda y siete con la tercera, a los que, en cuanto tienen edad, sitúa en puestos de responsabilidad familiar y pública. La familia fue esencial en su meteórico éxito, todas sus esposas pertenecían a la élite social y económica local, y coloca a sus hijos, y parientes "importados" de Baztan en el comercio, la milicia, gobierno local y estatal, y en la iglesia, hasta ser la más poderosa en una exagerada muestra de nepotismo.

En 1820, incluidos los eclesiásticos, los Aycinena ocupan 71 cargos públicos, que suman en sueldos más de 2 millones de pesos, lo que provoca la protesta de nueve ciudadanos que argumentan que también "en otras familias de la capital había individuos de mérito". Varios Aycinena forman en la Asamblea Constituyente, y en 30 años de gobierno conservador ostentaron gran influencia y poder. En 1851, la autoridad eclesiástica también pertenecía al clan: el decano, el archidiácono del Cabildo, el vicario general del Arzobispado y el obispo, su nieto Juan José.

Un año después, casi un tercio de la Cámara de Representantes eran Aycinena (10 de 34), y en 1853, la mitad de los puestos en la Municipalidad de Guatemala (7 de 14) eran de la familia. En 1855, tres ministerios del Gobierno (el de Negocios Extranjeros, el de Gobernación y el de Justicia y Cultura) están a cargo de los Aycinena, y en el Consejo del Estado, la Sociedad Económica, Consulado de Comercio y Colegio de Abogados también hay presencia de esta familia, y así por décadas.

En su red Aycinena procura siempre mantener relaciones con otros baztandarras y vascos (Landaburu, Marticorena, Micheo, Elizalde y su propio hermano Pedro en Cádiz), Elizalde y Aguerrebere en Perú, y su primo Bernardo de Yrigoyen y Juan José de Barreneche, este también natural de Ziga, en México. Con todo, se calcula que dejó a sus herederos una red de más de 300 socios comerciales e intermediarios.

La segunda colonización (tras la española) al final del siglo XIX, aplicada por Alemania, Bélgica, Inglaterra y Estados Unidos, sobre todo con la llegada de la siniestra United Fruit Company, sella el expolio y la usurpación de territorios ancestrales de la comunidad indígena sacada a subasta o regalada a empresas extranjeras, pone al poder nacional en caída libre y la influencia de los Aycinena decae sin remedio. En 1783, el rey Carlos III ofreció títulos de nobleza a varias familias notables que rehusaron, todos menos Aycinena que acepto el titulo de marques, el único titulo nobiliario otorgado en América Central, con el vizcondado previo de Aldecoa, el nombre del solar familiar que subsiste en Ziga de Baztan.

Un detalle. La influencia de la familia Aycinena se extendía a toda la sociedad guatemalteca y, por descontado, a los más altos niveles. Hasta en el diseño de la bandera original, la primera que representó al país, estuvo la mano de un miembro de la saga. En efecto, la primera bandera fue creada por el gobierno del general Rafael Carrera, y se basaba en una propuesta del obispo Juan José de Aycinena y Piñol y otros miembros del llamado clan Aycinena. Al parecer, deseaban que la influencia conservadora se dejara sentir en Guatemala mediante la presencia de elementos españoles en la enseña. Por fin, el 17 de agosto de 1871, tras morir el general Carrera y los principales Aycinena, se cambia la bandera por la de los colores actuales, azul celeste y blanco, y centrado el escudo nacional. >