Hace apenas cuatro meses, coincidiendo con las no fiestas del pueblo, abría en Urdazubi el Asador Montxo, a manos de un joven lleno de ilusión, y también de compromiso adquirido generación tras generación. No en vano, Iban Blanco, un joven de 25 años, comenzaba una nueva etapa en la casa Antzanborda, una casa por donde han pasado miles de clientes a través de los diferentes negocios que ha acogido la morada.

Y es que, hace muchos años, los bisabuelos de Iban abrieron un estanco en su casa, en el núcleo urbano de Urdazubi. Un pueblo colindante con Iparralde, que siempre ha estado ligado a las idas y venidas de la gente y al comercio transfronterizo. Un lugar estratégico en el que confluye mucha gente.

El destino hizo que el abuelo de Iban, Ceferino Blanco, Guardia Civil originario de Galicia, se enamorara de la hija de los estanqueros de Urdazubi. La relación fue a más y tuvieron que elegir. Si decidían casarse, no podría seguir ejerciendo su cargo en Urdazubi, por lo que dejó el cuerpo, y se dedicó en cuerpo y alma al amor. Con el tiempo, además de estanco, abrieron un pequeño bar en la misma casa.

Entre el estanco y el bar, el abuelo y la abuela de Iban, sacaron adelante a sus cuatro hijos, entre ellos Montxo, el padre de Iban. Casado con una lekaroztarra, Montxo fijó su residencia en Villava, y trabajó durante años de cocinero en Pamplona. Al morir su padre, Montxo decidió tomar el relevo y se hizo cargo del estanco y del bar.

Su experiencia y buena mano en la cocina hicieron que Montxo se decidiera a hacer realidad su sueño, y expandió su negocio, abriendo también un restaurante. En esa época, el pequeño Iban y su hermana se quedaron en Villava con su madre, y se acercaban a Urdazubi los fines de semana y en periodos vacacionales.

Desde pequeño, Iban correteaba por el establecimiento, familiarizándose con el negocio familiar. Montxo, con su don de gentes, su profesionalidad y su entusiasmo en la cocina, convirtieron el bar-restaurante en un lugar de referencia, donde cada día, vecinos del entorno y visitantes que acudían al pueblo encontraron su rincón.

El negocio funcionaba perfectamente, todo iba viento en popa hasta que el cáncer se cruzó en su camino, truncando su sueño. Hace pocos días se cumplieron cuatro años desde que Montxo falleció.

Iban apenas contaba con 21 años. Había vivido hasta la mayoría de edad en Villava, aunque ya se había instalado en Urdazubi. La enfermedad hizo que su padre alquilara el bar, aunque Iban tenía muchas ganas e ilusión por continuar con el negocio familiar. "Era demasiado joven, fue una decisión correcta", afirma Iban.

Tras una época muy dura, en la mente de Iban el sueño de volver a tomar las riendas del negocio familiar fue fraguándose poco a poco, hasta que hace pocos meses volvió a sus manos, y tras realizar alguna reforma, el pasado mes de mayo volvió a abrir las puertas del asador.

Reconoce que los últimos meses de pandemia le vinieron bien para prepararlo todo al detalle, y desde que volvió a abrir sus puertas, "la gente está respondiendo muy bien". Han pasado apenas cuatro meses desde que puso toda la carne en el asador, y aunque es joven, está muy decidido a seguir adelante. "He conocido el trabajo del bar y el restaurante desde pequeño, estoy como en casa", señala. Por el momento, Iban se mueve como pez en el agua detrás del mostrador del bar, pero ya ha empezado a hacer sus incursiones en la cocina, "y cada vez me gusta más", reconoce.

La cuarta generación de la familia está al mando del Asador Montxo, con el bar, abierto desde primera hora de la mañana, con sus generosos y elaborados pintxos, y el restaurante, donde destacan la chuleta y los pescados a la brasa. Iban siente el apoyo de su padre, "siento que me está ayudando".

Lleva relativamente poco tiempo al frente del asador, pero es optimista, "lo vamos a dar todo por que todo funcione lo mejor posible", señala. Al mismo tiempo, muestra su preocupación por la dificultad de encontrar trabajadores, "no es fácil encontrar gente que quiera trabajar en la hostelería, parece que la pandemia ha hecho mucho daño y la gente que trabajaba en la hostelería ha buscado otras alternativas".

A pesar de las dificultades, Iban se muestra satisfecho, mirando al futuro con ambición, siempre con el pasado como referencia.