Fernando Hualde, el guardián de los recuerdos y tradiciones
El pamplonés ha escrito 45 libros y 3.000 reportajes sobre tradiciones y costumbres de Navarra como el Tributo de las Tres Vacas, las almadías o las alpargateras. Labrit Patrimonio le homenajea este jueves en el Hotel Tres Reyes y le dedica un Vitagrama
A Fernando Hualde(Pamplona, 1961) siempre le ha atraído el pasado, lo ha investigado a fondo y, como el protagonista de El Perfume, ha capturado la esencia de tradiciones, ceremonias y ritos que, de no haber estado guardados en miles de frascos, se hubieran disipado en el aire y caído en el olvido.
La fragancia a la que más tiempo ha dedicado es la pirenaica –el Tributo de las Tres Vacas, las almadías, la indumentaria roncalesa, las golondrinas o el uskara–, pero también se ha esforzado en conservar los aromas sanfermineros – ha escrito libros sobre Hemingway o recopilado los carteles de la fiesta desde 1900– y políticos; dispone de más de 100.000 pegatinas, carteles u octavillas.
Además, se involucra en cualquier sarao cultura como el Rey de la Faba. Medio siglo después, la obra de este etnógrafo e investigador habla por sí sola: 3.000 reportajes, 45 libros y cientos de programas de televisión en más de 70 países.
“Tenía familiares en el castillo de Amaiur defendiendo Navarra, otros lideraron la oposición a las tropas de Napoleón o mi abuelo intervino para que no desapareciera la indumentaria roncalesa. Lo llevo en la sangre”, revela Fernando. El jueves Labrit Patrimonio le homenajeará en el Hotel Tres Reyes tras haber elaborado un Vitagrama, una carpeta de tres horas en formato audiovisual tipo documental que recopila en clave antropológica grabaciones, imágenes, documentos, historia de la historia de una persona y su legado...La empresa que se dedica a la recopilación y difusión del Patrimonio Cultural Inmaterial oferta este "relato" de la vida para que la familia y, en este caso la sociedad, la conserve para siempre.
De La Perla al Pirineo
El 15 de junio de 1977 Fernando comenzó a trabajar en La Perla, fue recepcionista durante 45 años y desde el primer día le atrajeron los entresijos del emblemático hotel. “Quería que las paredes me hablasen porque ahí adentro había mucho jugo”, recuerda Fernando, que por entonces era un adolescente de 15 años.
Investigó, exprimió los secretos de La Perla y anotó sus averiguaciones en un cuaderno. Ese mismo verano, Mikel Larramendi –periodista de Navarra Hoy y DIARIO DE NOTICIAS– se presentó en la recepción, quería escribir sobre la historia del hotel y le recomendaron que hablara con él. Al finalizar la entrevista, Mikel quedó impresionado por el conocimiento que atesoraba ese chaval y le propuso que escribiera el reportaje. “Me animé porque ya había publicado contenidos de naturaleza”, indica.
El artículo fue un éxito, se convirtió en colaborador de Navarra Hoy y aprovechó el altavoz mediático para escribir sobre un estilo de vida –realizar la matanza del cerdo en casa, bajar en las almadías o lavar la ropa en el río– que había caracterizado su Pirineo durante siglos.
“Mi padre era pastor, de los que siempre estaba en el monte y se hacía 80 kilómetros al día con las ovejas. Salía de Isaba, ponía rumbo a Aragón, llegaba hasta Lleida y volvía. Me impresionaba la vida tan dura”, confiesa.
Ese mundo desaparecía, Fernando consideró que todas esas personas debían convertirse en “referentes” y recogió, difundió y salvaguardó su memoria antes de que fallecieran y sus historias se olvidaran. “Había que contarlas, se merecían un homenaje. Las generaciones futuras debían conocer el pasado”, expresa.
Fernando se puso manos a la obra y, siendo un joven veinteañero, se sentaba con los abuelos y abuelas y les sacaba sus recuerdos.
“Hablaba con personas que habían nacido a finales del siglo XIX, me contaban sus vivencias, las de sus padres y sus abuelos y me di cuenta que en el Pirineo había una forma de ser peculiar que consistía en luchar, luchar y luchar. Muchos se habían marchado al otro lado del mundo, generaron riqueza e invirtieron en la zona”, elogia.
Fernando destaca a dos “emprendedores” como Angel Galé –vecino de Isaba que fue uno de los diseñadores del segundo ensanche pamplonés– o Domingo Elizondo, amezcoano que dedicó el dinero que ganó en América a transformar la cuenca del Irati con iniciativas como el ferrocarril.
Estas entrevistas también le permitieron “recomponer” las tradiciones –el carnaval rural, la indumentaria roncalesa, las almadías –, efemérides –200 aniversario de la invasión de las tropas de Napoleón, la quema de brujas o los incendios de Jaurrieta, Isaba o Burgi–, el uskara o figuras célebres como Julián Gayarre.
“Tenemos unas señas de identidad muy arraigadas, el Tributo de las Tres Vacas es una ceremonia única en el mundo y debemos ser conscientes del tesoro que poseemos”, afirma.
Fernando intenta mantener vivo este patrimonio con sus innumerables publicaciones y la organización de actos, recreaciones históricas o charlas que salen adelante gracias a la asociación cultural Kurruskla.
“El objetivo es que nadie pueda decir que nos quedamos con los brazos cruzados o que no hicimos nada por evitar su desaparición. O, si se pierde una romería, que pasará, por lo menos haber dejado un libro que sirva de herramienta si un día se quiere recuperar”, ahonda.
Fernando reconoce que los tiempos cambian y que a veces es imposible frenar lo inevitable, pero se queda con el cambio de mentalidad de los vecinos y su implicación. “Siempre hay voluntarios que están deseando participar porque se han dado cuenta de la importancia de conservar su historia, raíces e identidad. Es un espejo en el que mirarse cada día”, describe.
El sabaiao
Fernando está tan volcado con el patrimonio histórico y cultural del Pirineo que hasta su residencia de Isaba –Casa Esandi– se ha convertido en un museo: El Sabaiao, nombre con el que se conoce en la zona a los desvanes abuhardillados, en el que se exponen elementos familiares ligados a la identidad del valle. “En mi casa la cultura se ha vivido de manera especial. Mi abuelo Ubaldo fue el último que vistió la indumentaria tradicional de forma ordinaria y de hablar el uskara roncalés”, señala.
En el piso superior de la casa, de unos 90 m2, se exponen 20 maniquíes vestidos con tocados, mantillas, chaquetas o trajes; cucharas de boj, cencerros –su abuelo y su padre fueron pastores– o las herramientas con las que elaboraban queso. “En mi casa no se tiraba nada. El museo permite llegar al alma de los objetos porque los han tocado las manos de mi familia”, confiesa.
El Sabaio también es un motor de actividad cultural –apoya actividades, edita libros o participa en conferencias estatales–, se ha convertido en set de grabación de programas de televisión –la BBC ha estado dos veces, se dice pronto– y, gracias a Ana Cecilia Ezquer, diseñó el primer traje roncalés que visten las alcaldesas del valle. “Hicimos historia”, se enorgullece.
Las 216 golondrinas
Las historias se olvidan si no se narran, más aún si se es mujer. Durante décadas, una realidad fue silenciada a conciencia en el valle del Roncal: la de las 216 adolescentes de entre 12 y 15 años que entre 1850 y 1930 atravesaron a pie el Pirineo por senderos y barrancos peligrosos para trabajar en las fábricas de alpargatas de Mauleón.
Este movimiento migratorio –a las chicas se las ha denominado golondrinas porque vestían prendas oscuras– y el trabajo que realizaban en Francia fueron tabú porque revelaba la pobreza que se padecía en sus hogares y fueron obligadas a callar.
“Crecimos creyendo que nuestras señas de identidad eran la indumentaria, las almadías, el Tributo de las Tres Vacas... Nunca nos habían hablado de las alpargateras”, reconoce.
A finales de los 90, el trino de las golondrinas se empezó a escuchar, Fernando –y otros investigadores como ManuelGoñi– indagó sobre estas jóvenes y recogió la memoria de las pocas que sobrevivían. “Se contaban con los dedos de las manos y enseguida sobraban los dedos”, relata.
El Pirineo tenía una deuda pendiente, Fernando sacó a las 216 golondrinas del anonimato en Alpargateras roncalesas y la sociedad conoció las historias de estas adolescentes; ejemplo de esfuerzo, amistad y solidaridad. “Si una golondrina enfermaba no ganaba dinero, pero las demás metían horas de más para conseguir su salario. Eran una piña”, alaba.
Política
No se sabe cómo, pero también ha sacado tiempo para investigar sobre política. Fernando vivió el fin de la dictadura franquista en el que se perseguían ideas políticas y esta represión le llevó a coleccionar pegatinas, carteles, folletos, octavillas o boletines internos de partidos, agrupaciones y sindicatos.
“Eras rebelde, a veces conseguías el material clandestinamente y lo guardabas”, reconoce. Fernando recopiló 100.000 documentos que van desde el siglo XIX hasta la actualidad –carlismo, falange, ETA, feminismo, ecologismo o distintas corrientes del comunismo– que está donando a los distintos archivos de Navarra. “Quería tener la garantía de que no se perdiera y sirviera a la sociedad a entender cómo hemos llegado hasta hoy”, finaliza.
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