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El sirio que huyó de la guerra y soñó con montar un bar

Abdo Al Alali huyó de su país, trabajó en Argelia y con 22 años ha abierto un bar en el Casco Viejo de Pamplona, donde vende ‘shawarma’ casera, hummus o ‘falafel’

El sirio que huyó de la guerra y soñó con montar un barUnai Beroiz

Ha pasado tanto tiempo desde que Abdo Al Alali –de 22 años– dejó su hogar en Idlib (Siria) que apenas guarda recuerdos de su infancia anterior a la guerra, que estalló en 2011, cuando había cumplido nueve años. Desde entonces y hasta que emigró a Argelia junto con su familia en 2014, Abdo sufrió en silencio cómo dejaba atrás su vida, su casa –que habían bombardeado– y un futuro que cada vez era más incierto. Esta sensación persistió hasta que llegó a Pamplona, pasó su duelo y recuperó la esperanza. En especial, después de la inauguración de la cervecería Sirius –local en la calle Pozo Blanco, 16– que se abrió este jueves tras varios meses “de mucho trabajo y mucho mimo”, apunta.

Emigración a Argelia: superando obstáculos económicos

Interior del bar.

De los 12 a los 17 años, Abdo trabajó como soldador en una empresa de Argelia –país al que emigraron debido a que su tío se encontraba allí y les aseguró que iban a estar más seguros–, a pesar de que su padre lo instara a seguir estudiando, “pero salir de Siria era muy caro. Nos costó alrededor de 4.000 euros que conseguimos gracias a distintas ayudas, porque no teníamos dinero. Y si yo no trabajaba, era imposible saldar esa deuda y pagar el alquiler de nuestra casa”, reconoce. Sin embargo, no les daban papeles y no podían tener nada a su nombre: “Era como tener todo en negro. Pensé que no quería destruir mi futuro encima de la arena y le dije a mi padre que me quería marchar”, relata. Hizo una primera travesía hasta Marruecos, pero no consiguió pasar la frontera. Lo volvió a intentar, anduvo durante más de doce horas por las montañas y cruzó a Melilla debajo de un camión. “Como tenía 17 años, la Guardia Civil me mandó a un centro de menores, en donde estuve cinco meses hasta cumplir la mayoría de edad. Y de Málaga, fui a Madrid y, finalmente, llegué a Pamplona”, cuenta. No tenía nada. “Me tocó empezar bajo cero porque no conocía ni el idioma ni la cultura, y me encontraba solo en un país desconocido. Es muy duro y muy difícil, y muchas veces traumático”, expresa.

Comenzó limpiando platos en un bar de la capital navarra, en donde solo podía estar de viernes a domingo porque entre semana se dedicaba a estudiar castellano. “Conforme mejoraban mis destrezas lingüísticas, pasé a ser camarero o ayudante de cocina. Después, estuve trabajando de manera alterna en La Mejillonera y Don Luis. Y, por último, este verano trabajé tres meses en un bar de Zaragoza, hasta que vino mi familia”, menciona.

Abdo ya tenía en mente la idea de montar su propio bar, así que contactó con los dueños de varios locales en el centro para alquilarlos, pero “los dos primeros me dieron largas. Me decían que buscaban otro perfil... ¿Qué más da cómo sea yo si te voy a pagar lo que estás pidiendo? La gente juzga mucho, pero el tercer local fue el definitivo. Y es mucho mejor que los otros”, se ríe.

De hecho, considera que este establecimiento supuso un “golpe de suerte” que contribuyó a que la inauguración fuera tan bien. “Se acercó mucha gente con curiosidad. Y fue muy chulo porque hubo varias mesas que andaban algo reticentes a probar el shawarma de pollo –su plato estrella, hecho de forma casera; en otros establecimientos están congelados–, les invité y les encantó. De hecho, repitieron”, señala.

La gastronomía siria llega a Pamplona

Además de platos típicos sirios, como raciones de falafel, hummus de garbanzo o tortilla siria, con los que pretende acercar la gastronomía de su país a la población navarra, en su menú también incluye pimientos del Padrón, alitas de pollo o patatas bravas “con la misma salsa que utilizamos para el shawarma. Se parece bastante al alioli, pero sabe mejor”, bromea. “También pondré croquetas de mi país y alguna de aquí. Quiero que sea un poco mezcla, para que puedan probar, pero también para que sigan consumiendo los productos de siempre”.

Abdo asegura que su relato parece más sencillo cuando lo cuenta, como si no fuera capaz de transmitir su camino lleno de obstáculos. “Es que parece fácil, pero cuando me fui de mi país nunca imaginé que esto podría ocurrir. Cada noche pensaba en qué iba a ser de mí; si iba a aprender castellano, si me iba a quedar solo, si iba a conseguir trabajo... Nunca me lo hubiera creído. Y, ahora que estoy aquí, voy a trabajar todo lo que pueda y a soñar para que mi negocio crezca”, confiesa mientras se toca el tatuaje que lleva en el brazo izquierdo. Una palabra escrita en árabe que significa pasióny sirve a modo de recuerdo de que no debe rendirse. Que tiene fe en lo que hace.