A escasos 50 metros de la frontera con la Comunidad Foral de Navarra, en La Rioja, se encuentra desde 1880, el restaurante y sidrería La Parra en las Ventas del Baño, una pequeña pedanía en la que habitan alrededor de 40 personas. Al frente del negocio se encuentran los hermanos Josean y Yoli aunque la protagonista es su madre Pepita, que, desde que nació, ha vivido entre fogones ayudando a su madre para continuar con este legado familiar que ya dura cinco generaciones.
Pepita todavía recuerda su infancia ayudando al desarrollo del negocio cuando tenía que bajar a Fitero en bicicleta a por hielo o cuando las habitaciones más humildes del balneario tenían una pequeña cocina y los propios huéspedes eran los encargados de hacerse su propia comida.
Tras una vida dedicada a La Parra junto a su marido, Antonio, a los 77 años Pepita sufrió un cambio radical ya que en una operación quedó ciega por una bacteria de quirófano tal y como explica la propia protagonista: “Una bacteria de quirófano a Pepita sin vista dejó / la memoria y el oído eso no lo cogió / 77 años de mi vista disfruté, / pero hoy sigo pensando que algún día yo veré. / La Pepita de La Parra refranes de su cabeza sacó / el que quiera que los oiga y el que no quiera / no sabe lo que se perdió”.
De esta manera la propia protagonista cuenta su historia, ya que, tras perder la vista, Pepita comenzó a elaborar refranes y rimas que sus hijos han ido poco a poco plasmando en una libreta. Con 88 años, Pepita sigue conservando en su cabeza todas las creaciones que ha ido realizando durante estos años de manera autodidacta, ya que según afirma “no he leído poesías de nada”. “Hay veces que estoy en la cama y repaso todas”. A través de estos relatos, Pepita explica la historia de su familia y del restaurante: “En fogones me crié, / la cocina me gustó / siempre quise aprender, / mi madre fue la mejor. / La Pepita de La Parra, / mujer de mucho tesón, / el trabajo, la cocina fue para ella su ilusión. / Si quieres merendar a gusto y con esmero / ven a la parra de los baños de Fitero”. Y continúa: “Mi abuela Justa, / mi madre Escolástica, / la nieta Pepita, que soy yo / y los dos bisnietos Josean y Yoli / hoy tenemos un restaurante y sidrería de categoría”.
Estas creaciones no sólo se centran en el negocio familiar, sino que también tiene rimas dedicadas a vecinos de la localidad, así como algunas a modo de crítica social: “Los políticos no quieren más que coger el poder / los pobres bien les aplauden y luego no pueden comer / la persona dictadora hace lo que quiere hacer / persona que está a su lado, eso no lo puede hacer. / Hay personas egoístas, posesivas siempre son / el poder quieren para ellos, aunque no tengan razón” o contra la iglesia “Los curas quieren viejillas / porque engordan el cepillo / cuando van a repartir / que bueno es el dinerillo”. La cabeza de Pepita tiene rimas para rato y como afirma, “me he apuntado a los 90 y voy a pedir prórroga”.
La parra
Desde 1880 lleva este restaurante funcionando en esta pequeña pedanía colindante con el Balneario de Fitero, que destaca por la venta de productos de temporada y de proximidad. Se trata de un negocio que ofrece una comida tradicional y tal y como destacan sus actuales encargados, Yoli y Josean “la caza se ha cocinado mucho, la perdiz se sigue haciendo y antes, cuando se podía, se hacían también las malvices”. Pepita recuerda que antiguamente contaban con algún cerdo para elaborar sus platos, pero tal y como destaca Yoli, “ahora ya criar no, compras todo para el consumo. Todo tiene que pasar un registro de sanidad, antes que hacías tus propios chorizos…”.
Entre las personalidades que han pasado por este local, destacan muchas personas que se han alojado en el balneario y otros que lo siguen haciendo año tras año como Joseba Tapia, Mikel Erentxun, Rosendo Mercado, Julián Marín, El Cordobés… entre otros.
Sobre el restaurante, Josean destaca que La Parra, “fue la primera sidrería de la zona” explicando que, “todo viene de que íbamos a Astigarraga, a hacer sidrerías y se vio una posibilidad de negocio y se hizo. Hubo diez años que fue una locura, todos los fines de semana había mucha gente y ambiente sidrero con música de trikitixas, acordeones...”.
Acompañando al restaurante se encuentra una pequeña tienda en la que se pueden encontrar todo tipo de productos de la zona, desde dulces de Fitero hasta quesos y también cuenta con seis habitaciones. Sobre los valores del restaurante Pepita destaca que, “el lema nuestro siempre ha sido dar calidad, porque la gente vuelve y el que engaña, se engaña a él mismo”.