Solo los abrazos y las lágrimas derramadas este domingo en las calles de Corella dan testimonio de la emoción contenida durante tres y cuatro generaciones de familiares de corellanos brutalmente asesinados en los primeros días tras el golpe de Estado de 1936. Los siete tropezones colocados por AFFNA36 en las calles Ramón y Cajal, Mayor, Caballero, Baños, San Juan y Muro Bajo de la ciudad del Alhama en recuerdo de Blas Martínez, Emiliano Martínez, Juan Arellano, José Sesma, Pedro Ruiz y Faustino Garijo y su hjo Justo Garijo no solo han reavivado su recuerdo sino que han dejado para siempre una huella indeleble en el pasado de Corella que acaba así con décadas de silencio. Los detalles y semblanzas narrados por sus familiares más cercanos han servicio para tejer unas pinceladas de unas vidas segadas por la barbarie y a cuya muerte y silencio arrastraron a tantos hijos, hijas, hermanos, padres, esposas y madres. La huella del horror que creó aquella masacre llevada a cabo en Corella con 87 asesinatos enterró en vida a muchas familias durante décadas.

Emociones y abrazos durante la colocación de los tropezones. Fermín Pérez Nievas

La presidenta de AFFNA36, Amaia Lerga, ha explicado que la iniciativa se ha podido llevar a cabo gracias al empuje de varias familias corellanas y que tras colocar también en Arellano y Estella, tienen pensado hacer lo mismo en Tafalla, Olite y también en Tudela. “Corella es un pueblo con memoria viva. Nunca más y para nadie estos horrores”. En su discurso se ha mostrado molesta por lo “difícil que es estar aquí después de que estos días tengamos que escuchar que se nos intenta desautorizar en el trabajo de la memoria histórica” y ha recordado que “las personas que nos representan han presentado un documento en el que vienen a decir que nuestra oposición a la resignificación de los Caídos es una respuesta a nuestra frustración”.

Cada pequeña historia narrada abre una ventana al horror y a la barbarie de aquellos años.

Las familiares del pastor asesinado con 18 años, Blas Martínez. Fermín Pérez Nievas

Blas Martínez

Benita Vallés, familiar de Blas Martínez, ha recordado cómo este joven pastor con 18 años fue objeto de lo que se conoce en Corella como “el crimen de los Libradas” cuando los caciques para los que trabajaba le mandaron con el morral al campo para que sacara el ganado. El corral distaba más de 8 km y a mitad de camino fueron por detrás y lo mataron. Intentaron quemarlo para deshacerse del cuerpo, pero al no poder hacerlo enviaron a los hermanos de la madre a recogerlo. “Hoy a vuelto a su casa. Blas llevó a sus señores al sindicato porque no le querían pagar. Como indemnización después de muerto entregaron a la familia 30 monedas. Cada familiar tenemos una de aquellas monedas”, recordó Benita emocionada.

Momentos antes de colocar el tropezón en casa de Emiliano Martínez. Fermín Pérez Nievas

Emiliano Martínez

En el caso de Emiliano Martínez ya no tiene familiares que le lloren ya que su hija Angelines, que con su madre se tuvieron que trasladar a Castejón, falleció hace unos años. Angelines contaba cómo en la peluquería donde trabajaba enseñaba a leer a mucha gente y se reunía la agrupación socialista, “parece mentira que lo mataran, con lo buena persona que era”, repetía a su familia un sacerdote al que entregaba siempre limosnas.

Familiares de Juan Arellano tras colocar el tropezón, con Fermín Arellano en silla de ruedas. Cedida

Juan Arellano

Fermín Arellano, hijo el asesinado Juan Arellano, ha sido una de las personas más activas de AFFNA36. Delante de la casa donde vivían sus padres no podía evitar emocionarse y con él sus nietos, hijos, sobrinos y hermanos. “A esta casa vino mi tío Santiago Díaz, hermano de mi madre que era falangista, y les dijo ‘iros cuanto antes porque te van a matar’ y mi padre le contestó ‘¿de qué me van a matar si no he hecho nunca mal a nadie?’” Su tío asistía a las reuniones donde antes del Golpe de Estado se fijaban los objetivos. “El 19 de julio se puso el traje de pana y fue a comprar churros. En el camino lo detuvieron y encerraron con 7 compañeros más en el cuartel donde estuvo hasta el 25 de julio. Entonces lo trasladaron a la cárcel de Tudela y esa madrugada los llevaron a un sitio por la carretera de Ejea, los apearon del vehículo y los asesinaron, no sin antes martirizarlos”. Arellano ha contado cómo, una semana después, la madre de su padre vio al asesino de su hijo llevando su traje de pana y le dijo “qué poco te ha costado ese traje”, a lo que le contestó “donde va a ir no lo necesitaba”, “el asesino se llamaba Félix León Fernández y le llamaban El Siete”.

Colocación de flores en casa de José Sesma. Cedida

José Sesma

En la calle Baños, Benita Vallés contó cómo su abuela acogió a su hija (la madre de Benita), viuda de José Sesma, con sus cuatro hijos y al morir la abuela, la madre de Benita tuvo que acoger a su hermana con otros cuatro hijos. “El suegro de mi tía, que estaba ciego, se encargó de sacar adelante a todos. A estos cuatro no fueron aceptados en Corella, no les dejaban ni cortejar porque eran hijos de rojos. Dos se fueron a San Sebastián, uno a Valtierra y otro a Alfaro. El mayor de todos estuvo trabajando en el Valle de los Caídos como preso”.

Familiares de Pedro Ruiz, en la entrada de lo que era la vivienda de su familiar fusilado. Cedida

Pedro Ruiz

Idoia Herrera Ruiz, perdió a su madre, Piedad Ruiz, cuando tenía 13 años. La misma edad a la que Piedad “perdió a su padre, Pedro Ruiz, torturado y asesinado. No conocemos apenas la historia de nuestro abuelo más allá de que era sereno, labrador y una buena persona. Mi madre poco más sabría. Por dolor o miedo no se habló de todo esto en nuestra casa. Agradecemos esta iniciativa y esperamos que sirva para que nuestros jóvenes no se olviden y que quienes reivindican la vuelta de aquellos tiempos estudien y vean la historia real; años de enorme atraso, grises y llenos de terror”.

Los tropezones del padre e hijo, Fautino Garijo y Justo Garijo, de 15 años. Fermín Pérez Nievas

Faustino Garijo y Justo Garijo

Por último los familiares de la familia Garijo, presa de la emoción solo tuvieron fuerzas para agradecer el trabajo realizado. Lidia Alfaro Garijo aseguró que “jamas en la vida habríamos pensado que podríamos haber visto este acto y nuestras madres se hubieran emocionado mucho de ver a su padre y hermano pequeño aquí. Falta otro que mataron en Tudela”. Su familia sufrió una persecución como pocas otras en la ciudad. El padre, Faustino Garijo Mateo, de 58 años y casado con Serapia Escribano Sesma, huyó de Corella pero fue detenido cerca de Francia con su yerno Prudencio y murió en prisión en 1939. En Corella fusilaron a sus hijos Jesús Garijo Escribano, de 30 años y de la CNT, y Justo Garijo Escribano, de 15 años recién cumplidos. A sus hijas Isabel, Asunción y María de la Encarnación Garijo Escribano, que tenían entre 26 y 20 años, les raparon el pelo y las humillaron públicamente. María de la Encarnación, la mayor, estaba afiliada a las Juventudes Socialistas y casada con Prudencio Alfaro en 1932, en la boda civil más celebrada y destacada que se hizo en Corella. A Asunción, le dieron una paliza tras uno de los grandes mítines del Bloque de Derechas en 1936, se trasladó a vivir a Pamplona. Isabel marchó a Barcelona y pasó a Francia.

Amaia Lerga durante su discurso en Corella. Cedida

Contra el fascismo

El vicepresidente de AFFNA36, Eneko Arteta, ha señalado para terminar, la importancia de estos actos para que “la sociedad no se infecte con los gérmenes del blanqueo, el negacionismo y el odio. Para combatir la amenaza real del fascismo, la memoria histórica es una herramienta fundamental”.

A la colocación asistieron varios concejales de Corella y su alcalde, así como parlamentarios y representantes del colectivo cultural Tambarria, promotor y difusor de la divulgación de la memoria.