En origen se trataba de unos ciclos litúrgicos introducidos por la iglesia católica que se correspondían con el final y el inicio de las cuatro estaciones del año, que se consagraban a la plegaria y a la penitencia. Eran tiempo de dedicar a agradecer a Dios los beneficios recibidos de la tierra y de pedir su bendición para que las siembras produjeran cosechas abundantes, pero, por alguna razón, la gente del campo las adoptó como un medio de predicción del tiempo para los meses inmediatamente venideros.

Las témporas, el plural del latín tempus, (tiempo o estación), en su aspecto religioso se cree que fueron introducidas por Siricio (años 384-399) a la sazón la máxima autoridad eclesiástica y primero que se empezó a denominar papa, que equivale a padre o tutor. Pero el pueblo llano, el hortelano y el trabajador de la tierra, preocupado igual que ahora por el tiempo, pero sin las enormes posibilidades que aporta la tecnología, optó por olvidarse de su sentido religioso y aplicarlas de un modo más prosaico y útil.

Así surgió un método de predicción meteorológica que, al parecer, se extendió y utillizó por todo occidente, ya que, de hecho, es desconocido en el lejano oriente. En la península ibérica, se utilizaban (de hecho, todavía se siguen por muchas personas en el medio rural) en el norte y zona cantábrica, en tanto que desde la meseta hasta Andalucía la predicción popular se basaba en otro método popular, en las llamadas cabañuelas o equipatas, que fueron incluso llevadas a América por los conquistadores y se continúan siguiendo allí.

cada trimestre

Atención al viento

Un día, un mes

Las témporas tienen lugar cuatro veces al año, en las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. Las primeras son el miércoles, viernes y sábado de la segunda semana de Cuaresma, la segundas el miércoles, viernes y sábado de la primera semana después del día de Pentecostés, las terceras (que tienen lugar estos días, desde ayer miércoles, mañana viernes y sábado siguientes al 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz, y las cuartas y últimas, el miércoles, viernes y sábado siguientes al 13 de diciembre, día de Santa Lucía. ¿Y por qué precisamente en esos días? Esa es una cuestión para la que no se conoce respuesta.

En las de esta semana, el primero de los días, ayer miércoles, se corresponde con lo que ocurrirá el mes más próximo, que será octubre, el segundo se relacionará con noviembre, y el tercero, con diciembre. Y para realizar la predicción, se debe observar el viento predominante en las témporas que correspondan, en especial la dirección imperante.

Observar el viento es el método más habitual, y la estación siguiente a las témporas tendrá el mismo tiempo que el viento predominante durante los tres días, y ese será en teoría el que hará durante la estación inmediata, en otoño en este caso. Por ejemplo, si durante las témporas de estos días, ayer 18, mañana 20 y el sábado 21, el viento predominante es el sur, en la teoría el otoño será seco y soleado. Y si se observa el viento de cada uno de los tres días, cada mes de la estación otoñal tendrá el mismo tiempo que cada uno de los días de témporas respectivos.

todavía vigente Aunque en general es un método que se considera una simple superstición y que carece de base científica alguna, todavía las gentes del campo tienen en consideración la opinión de los expertos en la materia. Por ejemplo en el pastor leitzarra Miguel Sukuntza, el franciscano del Santuario de Aran-tzazu Peio Zabala (el más fiel) y hasta el pasado año, cuando falleció precisamente en septiembre, el pastor del Gorbea, Jacinto Sagarna.

En la cuenca del Bidasoa, también quedan personas que siguen las témporas, como el veterano Miguel Ibarrola, 87 años para 88, de Doneztebe, cazador y pescador pero sobre todo hombre respetuoso y amante de la Naturaleza. “Lo hago para la caza y desde que empecé a cazar, con 15 años, y las fui anotando más de 50 años, aunque ya lo dejé”, señala, aunque en su caso seguía unas témporas bastante particulares.

Lo hacía con los primeros días de agosto, de forma que el día 1º lo hacía corresponder con ese mismo mes, el día 2 con septiembre, el 3 con el mes de octubre y así sucesivamente. Y entre otros recuerda a un vecino de Ituren que tenía en cuenta las témporas “para sembrar el nabo”, y a otro de Doneztebe que sostenía que si el viernes predominaba el bochorno (viento sur o sureste), el domingo era seguro que llovería. En definitiva, un sistema de predicción bastante empírico, basado en la observación del viento reinante muchas veces durante décadas. No tenía nada que ver con los actuales meteorólogos, pero servía.