Hacía 27 años que las ovejas, ya no las suyas sino las de su padre, no pastaban por las faldas de Ezkaba. Pero él recuerda que desde pequeño le tocó vivir una labor que ha retomado ahora y que este miércoles ha disfrutado de una manera especial. “Ha sido impresionante. Entrar por las calles y ver a la gente, un subidón”, dice Roberto Urrutia Atienza. Vecino de la Txantrea, su padre -pastor desde los siete años- guardaba su rebaño en el Polvorín. Lo hizo durante más de dos décadas, custodiando la muga de Artica hasta Ezkaba, peinando toda la zona. Urrutia es el pequeño de tres hermanos y toda la familia trabajaba con ellas: “A mí me han salido los dientes entre las ovejas, me llevaban con la silleta por el monte”, bromea. Cuando su padre se jubiló él tenía 17 años y dice que no era el momento de seguir con la tradición, pero hace siete años (ahora tiene 44), decidió retomarla.

Su rebaño se quedará tres o cuatro semanas “en función del tiempo que les cueste y del clima” para desbrozar la ladera de Ezkaba-Txiki en el marco de una iniciativa planteada por el Ayuntamiento de Villava que servirá para reducir el riesgo de incendios y fomentar la biodiversidad de la zona. “Me parece propuesta muy interesante. Ambientalmente sobre todo, pero para mí también es recuperar, que vuelva a haber presencia en la ciudad de las ovejas, que ahora tienen Iruña a sus pies. Y que la gente, los niños y las niñas, las vean. Que sepan de dónde sale el queso, el cordero, que con la lana también se puede hacer ropa para vestir y ha sido así durante milenios. En los últimos tiempos parece que tener ovejas o ganado cerca de la ciudad es un crimen, que es inviable, y en muchas ciudades -en Madrid mismo, en París- parte de los jardines se mantienen con rebaños de ovejas”, explica. En Mugartea, sin ir más lejos, también hay un pastor que cuida del Valle de Aranguren.

Vuelta a los orígenes

Hace dos décadas que Urrutia, que tiene abuelos que también pastorearon en las Américas, se fue a vivir a Urritzelki. Y sus ovejas pacen y pasan el año entre Izagaondoa y Arriasgoiti. Producen leche y hacen queso -tienen una quesería en la Txantrea desde hace 3 años- aunque este año, en vez de volver a Izagaondoa, han regresado a Ezkaba. A los orígenes, a la raíz, “y también es bonito conectar con lo que uno ha vivido de txikito”. Antes, explica, “era más habitual que la gente viera ovejas y no había que dar tanta explicación. Hoy se ha montado mucho jaleo, los animales han venido a la carrera, ha sido un estrés para ellas porque no están acostumbradas”.

Junto a él, Raúl Serrano -que es pastor en la montaña de Madrid- será el encargado de cuidar el rebaño estos días cuando falte Urrutia. Se conocieron en Picos de Europa y forman parte de un grupo de “pastores en resistencia” que buscan unirse frente a una labor casi ya en extinción. Ayer se mantuvo en la retaguardia con 'Artzai', el perro pastor, que no las perdió de vista. Se quedará todo el mes y aseguraba que “estas cosicas hay que hacerlas más, es una iniciativa bonita”.

Trabaja con Urrutia su compañera, Mari Mar Agós, natural de la Rochapea y bibliotecaria de Espinal. A veces cambia los libros por las ovejas, como pastora y quesera, y ayer no le quedó otra. No le importa porque se las conoce a todas: “Me tocó criar a cuatro con biberón, se les coge cariño. Y claro que tienen nombre. 'Pili' y 'Arantxa' son las que han ido en cabeza -reía-. Las jefas del rebaño”. Aseguraba que harán una buena labor porque “no es fácil meter máquinas para limpiar aquí y tampoco es bueno para el monte. Además, las ovejas sólo se comen lo que se tienen que comer, no arrasan con todo”.