pamplona - Cuando María Jesús Millán Miranda nació en la calle Mayor de Iruña, Osasuna aún no existía. Nació el 1 de enero de 1920 y diez meses después se le unió Osasuna, "la cosa más buena que hay en Pamplona", dice sobre el club al que ha visto en los campos de San Juan y El Sadar. Pero a María Jesús un siglo se le ha hecho corto y ya ha empezado a contar desde 100. "Yo comprendo que es difícil llegar hasta aquí, pero a mí me gustan las cosas difíciles", bromea.

Aunque nació en el corazón de la ciudad, pronto se fue con su familia a vivir al Mochuelo (Milagrosa), aunque ella nunca le ha llamado así. "Antes se llamaba Mochuelo, pero los curas o alguien le puso Milagrosa. Yo no soy Milagrosa, yo soy Mochuelo", relata.

Allí nacieron sus cinco hermanos, con los que le tocó arrimar el hombro. "Mi madre murió cuando yo tenía 11 años". Como la mayor, tuvo que ayudar en casa junto a su padre. "Era un hombre muy bueno", expresa María Jesús, mientras rememora cómo le pedía que le llevara al campo. "Recuerdo que le pedía a mi padre que me llevara al fútbol. Él me decía que no me iba a llevar, pero me llevaba? luego fui con mi hermano, y luego con su sobrino, pero siempre me pagaban la entrada", recuerda.

A los seis años vio por primera vez el campo de San Juan y, desde entonces, no paró hasta cumplir los 96, cuando dejó de ser socia, con el número de abono 8.033. A sus 100 años y ya fuera del Mochuelo, María Jesús sigue al equipo desde la pantalla. Ahora vive con su sobrino Enrique Lacuey y su mujer Modesta De la Rosa en su casa del barrio San Pedro de la Rochapea. Sigue la actualidad a través de los periódicos, o a través de la televisión. "Ya no voy pero me lo ponen en la tele y vienen los chicos", como llama a los hijos de Enrique y Modesta, Endika e Iñaki, sus sobrinos-nietos, que le acompañan frente al monitor.

María Jesús sigue de cerca la actualidad política, social y deportiva de la ciudad. "La pelota también me gusta, ¡pero a mí dame todo lo que sea fútbol!", expresa en un tono alegre. De la actualidad de Osasuna no se le escapa un detalle. Tiene presente ese tiempo que, dice, "de cuando se volaron los dineros" y que ahora debe rendir cuentas a los tribunales. Eso sin dejar de lado el deporte. "Me enfado cuando no gana, pero me aguanto", bromea.

una vida en viajes Cuando el último viaje se hace a los 96 años es que ha dado tiempo a ver muchos lugares. O quizás se cogen con más ganas después de dejar de trabajar a los 72. A París, a Italia, a Andorra, a Suiza o a Benidorm, la lista de los destinos visitados por María Jesús es larga.

En la capital francesa estuvo visitando a su hermano, refugiado del franquismo. "Yo iba a verle, a veces estaba unos meses porque me valía el visado. Estaba muy a gusto con otros refugiados", sostiene, remarcando lo cómoda que se sentía junto a otros expatriados debido a la Guerra Civil.

Pasaron los años y no dejó de ver mundo. "No viajaba todos los días, pero casi todos los meses me iba ocho días", cuenta. Como compañeros de viaje tenía a sus amigos, miembros de una sociedad de la calle Aldapa, Los Castillos, y como sitios preferidos, los que estuvieran bien cubiertos de nieve. Como Andorra, a donde iba en Navidad y desde donde traía, comenta, "cosas a los chicos". Las últimas nevadas, María Jesús también las ha visto de cerca, desde la cima de Aralar, acompañada de Enrique y Modesta sin faltar a su cita con el blanco.

Otro de sus destinos fue Benidorm, de donde cuenta infinitas anécdotas vividas junto a su amiga Maribel.

historia de vida María Jesús nació de la unión de un hombre de Fitero y una mujer de Etxarri Aranatz. Aunque murió cuando era muy joven María Jesús no olvida el origen de su madre. "Era vasca", afirma, y añade: "Mi abuela no sabía hablar castellano, mi hermano le enseñó". Su marido, el tío Pedro, como lo recuerdan Modesta y Enrique, fue otro "hombre bueno". Era alegre y tenía un gran sentido del humor. "Perdió un ojo en la guerra y bromeaba con sus amigos diciéndoles que no le tocaran el vaso de vino; metía el ojo postizo dentro y se iba riéndose", recuerda entre risas Enrique.

María Jesús quedó viuda a los 52 años, pero no perdió una vida autónoma en su casa del Mochuelo hasta que recientemente sufrió un ictus, y llegó a la casa de Enrique y Modesta, que se comunican con ella con la ayuda de una táblet, por la pérdida de audición.

No le faltan pasiones a esta entrañable vecina de Pamplona, pero se cierto que los Sanfermines no podían quedarse atrás. "Estupendos", sintetiza la centenaria. Y para qué más. Las citas fijas de sus fiestas eran los almuerzos en la Bajada a Javier, que su familia tiene institucionalizados desde 1978 (a raíz de la suspensión de los Sanfermines de aquel año), y que les ha valido el reconocimiento por la Comparsa de Pamplona tras sus años de colaboración en forma de almuerzo. Tampoco faltan las citas vespertinas de los toros. Junto a Modesta, recuerda María Jesús, iba a la plaza por las tardes, pero a Sol. "Yo pagaba las almohadillas y ella traía la merienda, el bacalao. Pero yo no bebía, ¿eh?", bromea entre las risas de su familia, que le recuerda cómo pedía vino para acompañar la comida a cuadrillas más jóvenes y le saca una pequeña bota de vino que llevaba a la plaza. "¡Uy qué vida!", exclama María Jesús, mientras se mete a la boca un trozo de jamón, uno de sus pocos placeres, junto a un vasico de vino, de coñac o de champán.

visita especial El 29 de enero, Joseba Asiron colgó en su página de Facebook un texto contando su visita a María Jesús. El exalcalde le llevó un ramo de flores, pero no pudo llevarle un pin con el escudo de la ciudad "porque el actual alcalde estima que es potestad únicamente suya". "A ese le quería", dice María Jesús de Asiron, y que tras su visita "me felicitó medio Pamplona". Y es que a María Jesús le sabe "buenísimo que me felicite gente que no conozco". Por muchos años más.