E l sol premió el buen hacer de los habitantes del concejo de Aurizberri-Espinal, en el Valle de Erro, e iluminó generosamente el sábado la fiesta en la que han trabajado durante todo el año, el 750 aniversario de su fundación en 1269 por el rey navarro Teobaldo II.

En el séptimo centenario de su gesta, en el año 1970, se colocó en la plaza de la localidad, que lleva su nombre, un monumento con un busto del fundador sobre un pedestal que lo recordaba con una inscripción en castellano.

Hace una docena de años, las obras de las calles relegaron al conjunto artístico a cubierto, hasta que este sábado le llegó el día de la reinauguración. “Pensamos que la celebración de los 750 años de la fundación del pueblo era un buen motivo para sacarlo a la luz, ya que después de las obras no se había vuelto a colocar”, recordaba el presidente del concejo, Mikel Landabere, al tiempo que añadía que habían dotado la recolocación de un claro sentido: “Hacer un homenaje a los pobladores de Aurizberri-Espinal, a nuestros antepasados, los que fueron, pero también a los que son y serán. Es lo de menos que un rey lo fundara, lo importante es que sigue vivo gracias a sus habitantes. El pueblo lo hace la gente que vive el día a día en el tiempo”, resumía. Y este reconocimiento ha quedado grabado en euskera en el monumento actual.

Sus habitantes (170-180 a diario) se han esmerado en la celebración extendida a lo largo del año. “El concejo pidió ayuda al pueblo y éste se ha volcado”, expresaba Mikel Landabere.

En este sentido, repasaba las líneas diseñadas como la cultural: los cinco conciertos organizados por el Coro de Aurizberri-Espinal; la cultural, con un ciclo de conferencias y charlas con carácter medioambiental y contenido de un recorrido de las mugas. Otro grupo se ha encargado de la jornada del 750 aniversario como tal, actuación de txistus, danzas. Juntos han confeccionado un programa que se acabará con el año, por Navidad, con un presupuesto de 20.000 euros subvencionado por el Gobierno de Navarra. Además, han participado en la txozna instalada durante dos años para recaudar fondos para el evento.

COMPROMISO y transmisión La vecindad vistió su compromiso con danzas recuperadas para el día, en torno a las que se reunieron un grupo de 8 hombres (Txakarrankua) y otro de 8 txikis, a los que se sumó el de 18 mujeres (Ingurutxo), que pusieron en escena sendos bailes cargados de significado.

Por un lado, el reconocimiento a la figura del fundador, la iniciativa y la unión de las mujeres con su indumentaria tradicional para salir a la plaza a bailar el baile social que se identificaba como propio del pueblo, denominándose el “ingurutxo de Espinal”, si bien se extiende por Navarra en localidades que lo conservan.

Y sobre todo, la transmisión de handis a txikis, del Txakarrandua, la danza masculina interpretada en 1970 y que el sábado bailaron los mismos de entonces, antes de pasar el testigo de la danza a 8 chicas y chicos que representan el futuro. A la vuelta de medio siglo bailarán Txakarrandua en la plaza los hombres y mujeres , hoy jóvenes. “Esperamos que haya gente para que podamos seguir celebrándolo”, concluía Landabere con un mensaje de esperanza bajo la amenaza que representa la despoblación en el Pirineo”.