La montaña siempre ha sido mágica, un lugar al que mirar y desde el que ver las cosas de otra manera. Tiene también algo de refugio, de reserva espiritual, de espacio liberado, de escapatoria. Un punto desde el que observar la realidad con más perspectiva y serenidad, eso que tanta falta nos hace en nuestro día a día. Perder la mirada en el horizonte y detener el tiempo desde ese espacio de inmensidad. Dejarte llevar, porque ahí arriba no hay otras normas que las que dicta la montaña, con sus riesgos y avisos, con los cambios meteorológicos, que nos exigen poner la atención en la fuerza física y mental de cada uno o una. Muchas veces ni siquiera las sendas marcadas en los mapas o las vías señaladas son los únicos caminos para alcanzar las cumbres. Siempre es posible abrir huella y adentrarse en nuevas rutas o volver por un lugar diferente al que se ha subido. El mismo monte te puede parecer diferente cada vez, porque todo cambia si tu cambias. Pero creo que hoy más que nunca si hay que quedarse con una idea que simbolice la montaña, nuestros montes en toda su diversidad, es la idea de libertad. Bien lo saben aquellas generaciones que padecieron décadas atrás los recortes de los derechos políticos, civiles y humanos. Los clubs de montaña proliferaron entonces y las salidas al monte también. Y aquello no era solo deporte o afición por la Naturaleza, eran ansías de poder respirar aires de libertad. Desde luego que no hay punto de comparación entre aquellos años y los nuestros, pero ahora que vuelven, por incuestionables motivos sanitarios, otras restricciones a la movilidad con toque de queda y reducción de opciones de ocio que nos alteran nuestro día a día, una parte de la sociedad se ha echado de nuevo al monte, en el buen sentido de la expresión. Basta con salir cualquier domingo por la Comarca de Pamplona, o acercarse al Pirineo, para ver cuadrillas de chavales y chavalas o familias enteras disfrutando de una mañana en contacto con la Naturaleza. Personas que posiblemente nunca habían ido antes al monte hasta la llegada de la pandemia. Son jóvenes y no tan jóvenes que han buscado una alternativa de ocio sana y barata. Quizá porque no había otra opción. Pero seguro que a una parte de ellos y ellas, cuando todo esto acabo, les habrá entrado el gusanillo de la montaña, ese que cuando entra nunca sale.