Quizás habría que organizar un congreso de lingüistas y que de ahí surgiera la expresión que le sirviera a EH Bildu –¿a todo EH Bildu le parece impropio el uso de la palabra condena para ETA o es solo a Sortu?– para condenar-rechazar-repudiar-manifestar-sellar sin matices que aquello estuvo mal, que estuvo fatal, que causó un inmenso dolor y que fue un error de principio a fin. Porque a estas alturas es cansino ver que iniciativas contra el terrorismo de Estado y de ETA se tengan que venir abajo en cuanto a su unanimidad porque no se acepta una palabra.
Entiendo que históricamente EH Bildu dio un no siempre como respuesta a ese uso de la palabra condena, porque no le gustaba la palabra –“desde un inicio creíamos que no era la palabra más adecuada”, dijo Adolfo Araiz el lunes–, y que, claro, cuando has comenzado con algo no te quieres bajar del carro, amén de que luego el resto de fuerzas políticas siempre que hay una situación así, para sacarle rendimiento al asunto y como ya saben lo que va a suceder, utilizan la palabra condena. Es un verbo muy sencillo de pronunciar para unos e imposible para Bildu, por lo que se ve, así que podemos estar en el 2030 oyendo noticias de que se retira una iniciativa porque alguien no firma la declaración que condena la actuación de ETA. Como sociedad madura y que aspira a superar episodios, se demanda una mayor altura y capacidad de dejarse pelos en la gatera, por parte de todos, aunque en este caso concreto tengo claro que es Bildu quien tiene su déficit: una actividad terrorista que deja casi 1.000 muertos y miles de extorsionados y un país con buena parte de su juventud lastrada es una actividad a condenar. El problema es que, como leí aquí una vez, para algunos ETA aún tiene luces y sombras o claros y oscuros y los rivales de Bildu lo saben y lo ven y van a usar lo de condenar hasta el 2100. Una pena y un tostón.