Lo confieso: me ha encantado la expresión que este año ha elegido el diccionario de Oxford como “palabra del año”. Se trata de “goblin mode” (modo duende): Dícese del “comportamiento autoindulgente, perezoso, desaliñado o codicioso sin disculparse por ello” que “rechaza las normas o las expectativas sociales”. Esto es, andar por casa sin cambiarte de ropa en tres días, sin ducharte, comiendo trozos de pizza fría y yogures, tirada en el sofá y por las camas, viendo series, pelis o gemelos que reforman casas, dejando pasar la vida…

Al parecer este comportamiento que se extendió con la pandemia se ha instalado entre nosotros. Pereza vital y también una especie de reacción ante toda esa cultura de la perfección que impera en las redes sociales y que nos obliga a exhibir a todas horas la mejor versión de nosotros mismos.

Yo me siento muy identificada más todavía estos días en que ando con un problema de rodilla que me hace ser más goblin que de costumbre.

Y la verdad es que es como un pozo sin fondo: cuanto menos haces, menos quieres. Por eso, en esta situación y desde lo más profundo de mi sofá, admiro infinitamente a los ocho valientes que el domingo se van a poner delante de más de 13.000 personas en el Navarra Arena, para competir en la final del Campeonato de Bertsolaris. Este año, además, un joven navarro de 23 años de Leiza, Joanes Illarregi, por primera vez en la final.

Lo de esta gente me parece, sencillamente, impresionante. La fuerza de la palabra en estado puro emocionando y haciendo reír y pensar a la gente sin parar.

Yo os escucharé en Euskalerria Irratia, con toda la devoción del mundo, con mi camiseta de la Korrika del 97 y con un kankarro de palomitas.