Quién no ha visto las cuatro torres más altas de Salesianos desde cualquier esquina de la gran ciudad? Imposible no percatarse de su impacto en el nuevo sky line de Pamplona porque las nuevas pantallas de ladrillo nacen del mismo centro y rompen la silueta del perfil norte de la Comarca. En realidad basta con mirarlas desde la Plaza Merindades.

Han pasado doce años desde que el Gobierno de Navarra en connivencia con el Ayuntamiento de Pamplona dio luz verde a una dudosa operación urbanística dirigida a favorecer el traslado del colegio de formación profesional de Salesianos a Sarriguren. Con independencia de la finalidad última de ayudar en la salida de un colegio que se quedó pequeño para el desarrollo de sus actividad del meollo de la ciudad, por muy privado que fuera, lo indignante han sido las plusvalías que se planificaron bajo el paraguas de la Administración.

Plusvalías en una operación especulativa que además terminaron repartiéndose entre el propietario de suelo y la Administración (el Gobierno obtuvo 4 millones y el Ayuntamiento de Pamplona tres millones para el Civivox más 1,8 de la subasta de la parcela comercial y otros 3,5 millones de un solar para vivienda) a costa de macizar el centro urbano. Es decir, si el nuevo colegio costaba realmente unos 26 millones (mejor dicho la ciudad deportiva y el complejo deportivo) se pretendió sacar más del doble (unos 57 millones se obtuvo en las sucesivas subastas de suelo) a costa de meter un volumen edificatorio excesivo en la parcela para levantar entorno a 400 viviendas.

Es decir, se cubrían los gastos perfectamente construyendo la mitad de viviendas. Es como haber pretendido levantar una torre de 20 plantas bajo el pretexto de construir VPO pero en medio de la Plaza del Castillo. ¿Lo admitiría la ciudad? Una tasación del suelo muy hinchada desde su inicio, desde que se gestó la operación. El Gobierno de UPN alegó en su momento que las plusvalías revertirían en políticas de vivienda pública. Posteriormente sus sucesores alegaron que existían unos derechos adquiridos con la propiedad del suelo (en este caso Salesianos), compromisos atados a través del Plan Sectorial que impedían legalmente cualquier modificación a la baja de la densidad o del traslado de la edificabilidad a otros sectores para lograr una trama urbana más respetuosa con el Ensanche.

La solución urbanística por la que se optó a través de un concurso de ideas (2014) fue controvertida, para empezar porque se eligió la que proponía torres de 17 alturas que terminaron en 14, en lugar de apostar por la continuidad en la trama urbana y una doble manzana con edificios de baja más seis alturas. También se desestimaron las alegaciones vecinales (dada la proximidad de los edificios preexistentes) y recursos judiciales, y el Plan Especial finalmente pudo seguir adelante.

Dicen algunos arquitectos que es el mayor error de la historia de la ciudad, otros aplauden su atrevimiento y efecto rompedor como también lo fueron otros edificios singulares que se han construido en la ciudad. También hay quienes se preguntan si hemos creado un barrio elitista, una isla. Sobre todo para quienes han podido adquirir los pisos superiores, los que tienen las mejores vistas. Pero ése, el social, es ya otro debate.