Mucho se habla del coche eléctrico pero hay otro vehículo que le está comiendo terreno en lo que es micromovilidad: desplazamientos cortos y habituales. 900.000 bicicletas eléctricas ya circulan por las calles de las diferentes comunidades autónomas por lo que han pasado a ser el vehículo eléctrico más numeroso del país. Ciudades como la Barcelona postpandemia son referentes en esa transición hacia una movilidad sostenible, con un incremento de un 23% en el último año.

También la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona está acelerando los trámites para impulsar la creación de una red común de bicicletas eléctricas de alquiler en la Comarca de Pamplona. Un sistema del que ya disfruta con éxito Pamplona con un pelotón de 400 bicicletas pero que sólo conecta a sus barrios. Bicis que tienen la ventaja de adaptarse a la condición y personalidad de cada persona porque ayudan al pedalo.

¿Por ejemplo, de qué sirve tener un carril bici como el previsto en la cuesta de Beloso si resulta un desafío físico subir de Burlada al centro de Iruña? Son alternativas al coche, sin duda, pero desde el punto de vista de la sostenibilidad ningún medio de transporte debería sustituir al autobús o la villavesa en la ciudad si este sistema público resulta competitivo. Y en ese sentido todavía queda mucho por mejorar. Lo digo para movernos con total libertad por la gran ciudad (o las de alrededor) y no por coacción. O terminaremos llevando la bici o el patinete eléctrico en el maletero del coche hasta el mismo morro de la ciudad donde nos dejen aparcar a partir de 2030.