Se cumple un mes de las elecciones forales del pasado 28 de mayo. Cuatro semanas en las que la negociación del nuevo Ejecutivo foral apenas ha avanzado, más bien al contrario. Y en las que se ha vuelto a constatar que las relaciones entre el PSN y Geroa Bai, que ya eran complicadas, lo siguen siendo también después de las elecciones. Durante este tiempo se han formado los ayuntamientos y se ha constituido el Parlamento en un clima de tensión política previsible en un contexto de negociación, pero que evidencia las dificultades que encara un proceso de investidura que ahora mismo parece lejano.

Atrás quedan las expectativas de María Chivite, que apuntaba de una formación de Gobierno rápida, incluso antes de los Sanfermines. No será así. La propia presidenta en funciones admite ya que la votación en pleno no será antes del 23 de julio. Entre otras cuestiones porque al PSOE no le interesa visualizar un apoyo indirecto de EH Bildu al PSN en plena campaña electoral.

Más allá de la reunión protocolaria de la semana pasada, los socialistas han dejado claro que no quieren negociar nada con la formación soberanista. Y así lo está dejando constar también Pedro Sánchez, que no pierde ocasión para subrayar que no ha tenido ningún pacto de Gobierno con Bildu, solo acuerdos puntuales.

En estas circunstancias todo apunta a que será después del 23 de julio cuando se resuelva el futuro del Gobierno de Navarra. La duda es si para entonces los partidos llamados a formar el tripartito –PSN, Geroa Bai y Contigo Zurekin–, habrán sentado las bases del nuevo Ejecutivo, dejando para después de la jornada electoral únicamente la investidura. Esa era la previsión inicial. Porque no está claro qué Gobierno ni qué equilibrio de poder va a dejar el 23 de julio, y en esas circunstancias parece prudente tenerlo todo preparado para culminar la investidura la última semana de julio o la primera de agosto. No vaya a ser que haya que navegar en aguas turbulentas.

Diferencias de fondo

Sin embargo, no parece que haya urgencia en la negociación. No la tiene el PSN, que convoca reuniones de una semana para otra con contenidos más o menos generales. Ni tampoco Geroa Bai, que ha optado por una posición de firmeza para defender su posición y su influencia en la Administración foral, aun a riesgo de trasladar la impresión de que lo que está en juego es un mero reparto de cargos en el Gobierno.

Es en ese punto de fricción donde se encuentran ahora las negociaciones. El PSN inició el diálogo reivindicando su liderazgo en el poder institucional. De la presidencia del Parlamento al senador autonómico, pasando por un mayor peso en el Gabinete de Chivite, revisando incluso algunas áreas de su socio. Eso ha alertado a Geroa Bai, que reivindica su papel estructural en un modelo de Gobierno basado en la pluralidad de Navarra. Y que tras una legislatura a la sombra del PSN no está dispuesta a perder más protagonismo.

Pero los socialistas juegan de mano. Siguen siendo la primera fuerza progresista en el Parlamento y tras cuatro años de colaboración institucional es difícil justificar una ruptura. Es además el PSN quien fija el marco de negociación. Un juego de mayorías en el que 21 escaños de 50 son suficientes para garantizar la investidura y en el que el reparto institucional pasa por la generosidad socialista, que cede a sus socios puestos de representatividad con generosidad y buena voluntad.

El problema es que ese marco no es real. Los 11 parlamentarios del PSN son determinantes porque son los que históricamente han inclinado la balanza en Navarra, tal y como ha vuelto a quedar en evidencia en los ayuntamientos. Pero están lejos de los 26 escaños necesarios para gobernar. Y ahora mismo ni los siete de Geroa Bai ni los nueve de EH Bildu están a garantizados. El PSN se ha vale además de la exclusión de EH Bildu, la única formación progresista que ha ganado votos a costa precisamente de Geroa Bai, para reforzar su posición y diluir el protagonismo de sus socios tanto en el Gobierno foral como su acción programática. Pero también el de la propia personalidad abertzale y vasquista de Navarra, menguando la transversalidad de un Ejecutivo llamado a reflejar la diversidad social, identitaria y lingüística de la Comunidad Foral.

No es un escenario de ruptura porque a nadie le interesa una repetición electoral en un contexto incierto. Ni a Geroa Bai, que viene de perder dos escaños, ni a EH Bildu, que ha logrado su mejor resultado de la historia. Pero tampoco al PSN, que es quien defiende la presidencia y, por lo tanto, quien más tiene que perder.

Así que es posible que este lunes se escenifique un primer gesto de distensión en el encuentro previsto entre el PSN y Geroa Bai, y que daría paso a una negociación a tres con Contigo Zurekin para encarar con cierta solvencia el proceso que queda por delante.

Porque tampoco queda mucho tiempo. Los Sanfermines empiezan en once días y con ellos también la campaña, lo que hará más difícil avanzar. Y conviene no dejar demasiadas cosas abiertas para después el 23-J. La ola reaccionaria es fuerte y no está claro qué PSOE va a quedar después de las elecciones generales. Dejarlo todo para después sería imprudente y muy arriesgado.