Esta especie de viejo refrán o frase comparativa alude a la leyenda del Gallo de Morón, que resultaba perdedor de todas las peleas y a pesar de haber perdido casi todas sus plumas seguía bravuconeando retador sin cesar de vocear como amo del corral. Pues en eso, en vocear sin plumas persiste la ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, fundadora de Sumar, ese partido que pretendía reunificar a todas las fuerzas a la izquierda de la izquierda. A Yolanda Díaz le cabe el alto honor de servir de muleta a Pedro Sánchez para repetir Gobierno progresista. No es poco. Pero le está resultando muy difícil sobresalir en un corral donde no es fácil escuchar otro cacareo que el de Sánchez.

Ante el sobresalto de muchos de los que votaron y aplaudieron para que la caverna permaneciese en la oposición, se repite con demasiada frecuencia el pronunciamiento, la soflama y la estridencia de una ministra empeñada en publicitar sus diferencias con la otra parte del Gobierno, la parte mollar, actitud que aprovecha la derecha para aullar contra un Gobierno dividido, débil y en precario. Además de ilegítimo, por supuesto. Yolanda Díaz, soberana de Sumar, repite la trayectoria de su antiguo partido, Podemos, en el empeño de que toda iniciativa de progreso legislativo se atribuya a la presencia de Sumar en el Gobierno y así sea reconocido por la ciudadanía que desde ámbitos políticos muy diversos apoyó y todavía apoya la alternativa progresista.

En ese afán de protagonismo, la penúltima de Yolanda Díaz ha sido anunciar con toda la trompetería que su partido había logrado el acuerdo con el PSOE para la derogación de la Ley Mordaza. Por fin. Después de varios intentos –por cierto, no siempre a iniciativa de su partido–, el peso de Sumar en el Gobierno había doblegado la resistencia del PSOE y la ominosa ley aprobada por el PP iba a ser abolida. Y un cuerno. Sólo minutos después del alborozado anuncio de Yolanda Díez la vicepresidenta María Jesús Montero rebajó el cacareo y aclaró los puntos, escasos, de esa puñetera ley de los que se propondría su anulación. De derogada, a levemente maquillada.

Como al gallo de Morón, al partido fundado por Yolanda Díaz se le han ido cayendo las plumas en cada confrontación electoral hasta dejarlo convertido en una escuálida representación institucional. Quizá por ello se siente en la necesidad de un estridente cacareo que demuestre la realidad de su presencia necesaria para mantener este Gobierno. Y conste que nadie le puede negar valor, audacia y notorios valores de progreso. Pero, como desgraciadamente ocurre con la izquierda española, no hay manera de llegar a resultados unitarios. Ojo, que también pinta oscuro el acuerdo de la izquierda francesa salvada la amenaza ultra.,

En fin, curiosa estampa la de esta ministra de izquierdas que se cree la mano derecha del Gobierno y que maneja su partido con mano de hierro de fracaso en fracaso hasta la derrota final empeñada en seguir siendo, desplumada, la soberana del corral.