Sigo sin tener ganas de tener un veredicto de lo que pasa entre Broncano y Motos, más allá de que Motos y sus bromas y sus últimamente estomagantes bulos no me caen excesivamente allá, más bien al contrario. Pero me resulta por otra parte bastante desagradable de seguir e incluso de valorar este supuesto espectáculo de denuncias mutuas y de lugares comunes entre unos y otros.

Básicamente porque son cuestiones o en las que estás dentro de lo que ocurre allá mismo y lo estás in situ o sino posicionarse por simple y supuesta afinidad –¿ideológica?– es cuando menos arriesgado, aunque también es verdad que ahora mismo posicionarse ideológicamente con cuatro retuits o una columna ya no supone nada. O conoces a fondo los entresijos de lo que denuncia Broncano o de poco sirve que te caiga mejor que el otro. ¿Qué es esto, Infantil?

A mi personalmente me resulta triste que en dos de los principales programas de entretenimiento anden a hostia limpia el uno con el otro y que todo esto se haya convertido en una especie de combate a muerte día tras día, con repaso de las audiencias de unos y de otros como si se tratase de un sondeo pro gobierno o contra el gobierno. No sé, hace añorar el tiempo en que los programas de entretenimiento eran de eso, de entretenimiento, porque a esta última tendencia se suma el hecho de que las cadenas generalistas están casi de la noche a la mañana con asuntos políticos, entendiendo por políticos no ya la gestión de las cosas sino las cuitas entre unos y otros y las derivas judiciales y declarativas.

Una sobredosis política de mil pares de la que solo se consigue salir si directamente no se miren ciertos canales, que imagino que será lo que haga mucha gente, que busca refugio en series, deportes o cadenas temáticas donde la política aún no haya metido sus sucias garras. Al final te acabas aburriendo del pim-pam-pum permanente aunque tengas tus filias.