“Habría que multiplicar las escuelas, las cátedras, las bibliotecas, los museos, los teatros, las librerías (?), todos los refugios donde se medita, donde se instruye, donde uno se recoge, donde uno aprende alguna cosa, donde uno se hace mejor.” Si a alguien le extraña la ausencia de los cines en esta lista, es porque las palabras salen de la boca de Victor Hugo, de una conferencia pronunciada en 1848 en que defendió que en tiempos de crisis económica no hay que recortar los fondos para la cultura, sino aumentarlos.

Cuento apenas veinte años, pero ya viví el cierre de los cines Príncipe de Viana, con extrañeza pero sin disgusto: era una niña. Después llegó el cierre de los Olite, y yo estaba ya más crecidita y llegué a enfadarme. Aquello quedó en silenciosa resignación. Nos quedaba el Carlos III, y tragamos con que la mayoría de las películas que ponían allí fueran más bien mediocres, porque nos íbamos contentos a Yamaguchi a ver esas pelis que eran algo, un poquito diferentes. Ahora van a cerrar el Carlos III, que es el último cine que todavía queda en el centro de la ciudad. Leemos esta información en los medios cuando ya no nos dejáis tiempo a quejarnos siquiera.

No pretendo averiguar dónde residen las responsabilidades del asunto, porque no importa. Vuestra complicidad es suficiente. Os delata y retrata como a lo que sois, servidores obedientes del dinero. ¿Ahora qué? Después de desarticular el centro de la ciudad, dejando que campe a sus anchas la rentabilidad para hacer de Pamplona una ciudad bien moderna, como os gusta, nos quedará una ciudad precisamente como cualquier otra. Relegáis los pocos cines que quedan a los centros comerciales, porque nos queréis a todos con nuestro auto personal, yendo todos juntitos (juntos pero separados, en nuestra ficción de individualidad que es el auto) al mismo recinto, para que salgamos satisfechos de lo bien que ha ido el día de ocio: de compras y al cine.

Políticos y ciudadanos no hacemos más que indignarnos por asuntos a menudo irrelevantes de la arena pública con los que nos mantienen bien entretenidos, y sin embargo poco o nada habéis dicho los mandamases sobre esto. El cierre de los cines Carlos III no es inocente, no responde a meros intereses empresariales y privados, no nos dejemos engañar. Responde al desinterés, a lo espurio de vuestras intenciones que no ven más allá de lo útil, lo práctico y lo rentable.

Mi madre me cuenta que cuando era (más) joven calcula que había unos 14 cines en la ciudad. Os ha importado bastante poco dejar que ese número se vea reducido al de hoy. Por terminar con quien empecé: “Han caído ustedes en un error deplorable; han pensado que se ahorrarían dinero, pero lo que se ahorran es gloria”.