Ante la situación actual de creciente crispación social y política, creo que se hace más necesaria que nunca dos reformas:Una reforma de la Constitución de 1978 donde queden plasmadas de manera clara las atribuciones del Estado y de las comunidades autónomas que eviten futuras modificaciones o alteraciones en función de los intereses de las formaciones políticas y/o de componendas electorales.Una reforma electoral que, respetando a las minorías que sólo se presentan en sus comunidades autónomas, conceda una prevalencia a las organizaciones políticas que concurren por toda España. Como tantas veces han puesto de manifiesto políticos tan dispares como el desaparecido Julio Anguita al frente de Izquierda Unida o, más recientemente, Albert Rivera, de Ciudadanos, es una discriminación inaceptable que algunas formaciones que se presentan en todo el país no tengan una mayor representación de escaños en nuestras instituciones.Y como remate, no nos vendría mal una reflexión. Aunque los partidos políticos son los responsables de cocinar a su agrado las candidaturas, no cabe duda de que la responsabilidad última del resultado electoral corresponde a la ciudadanía. Dejando a un lado a quienes votan siempre a las mismas formaciones por simpatía o afiliación, al margen de que lo hayan hecho bien o mal, creo que sería deseable un análisis que tuviera en cuenta las aportaciones, el comportamiento y lo realizado durante cada legislatura por quienes ejercen el gobierno y la oposición para depositar de manera consciente el sufragio.