¿Cuánto aguantas la respiración? ¿Treinta segundos, un minuto? Depende del motivo, claro. Imagina que en plena escapada vacacional se te cae del pedalo al agua el reloj. No es uno cualquiera, no. Se trata de ese reloj que ha sobrevivido a dos guerras mundiales y una civil, el que tu bisabuelo regaló a tu abuelo, este a tu padre y él a ti, como el que, en una de las escenas míticas de Pulp Fiction, Bruce Willis recibe de Christopher Walken después de que sus antepasados lo hubieran salvaguardado oculto durante años en ese orificio seguro entre los glúteos. Al norte de Indonesia y Malasia vive una tribu que pulveriza cronos olímpicos. Los bajau son capaces de aguantar bajo el agua 13 minutos y pueden descender hasta profundidades de 70 metros. La clave de esta habilidad maravillosa reside en que llevan siglos haciendo inmersiones para alimentarse de lo que pescan y este hábito de supervivencia ha provocado una mutación genética. Se ha comprobado que su bazo es un 50% más grande de lo habitual y parece que este detalle guarda relación con el aguante bajo el agua. Hacer de la necesidad, virtud, diría mi madre. Los bajau no son los únicos que han implementado una legendaria adaptación al medio para sobrevivir. En Navarra, en Bizkaia, en Catalunya, en Galicia, en Andalucía? habitan individuos que han desarrollado tentáculos invisibles. Gracias a ellos han podido adherirse durante décadas a sillones de diputaciones, congresos y empresas públicas. En algunos casos los tentáculos han ido perfeccionando y multiplicando sus funciones a través de generaciones de las mismas familias. Entretanto a otros se nos han ido ensanchando las tragaderas. Adaptarse al medio es práctico. Buscar otros caminos resulta siempre más incómodo, pero aporta mucho más. Primavera electoral, ya estamos cogiendo aire.