quí en la Tierra nos creemos únicos pero todos los planetas tienen el suyo. Si viviésemos en Júpiter y nos colocáramos en la línea del ecuador mirando al cielo, el día que viéramos el Sol situado justo sobre nuestra cabeza sabríamos que ya está aquí. El equinoccio de primavera. No sé cómo se presentará esta estación en Júpiter, supongo que bastante más fresca que aquí y virada a tonos fríos. La que arranca mañana en el hemisferio norte de la Tierra a la hora que desayunamos los sábados promete esquizofrenia meteorológica, días de no acertar con lo que te envuelves el cuerpo, almendros ya en flor y amaneceres en los que las almas madrugadoras y con telescopio de alta definición verán a Júpiter y a su vecino Saturno brillando en el cielo. Habrá que esperar otra semana para cumplir con el truco anual de devorar una hora mientras dormimos y así sumarla después cada tarde y sentir que tenemos más vida. Algunos aún nos aferramos a la idea a ratos consoladora de que lo mejor está por llegar, esa profecía autocumplida de la que ya nos descabalgó la crisis de 2008 y que la de 2020 ha secuestrado con escasa posibilidad de rescate a nuestro alcance. Pero algo mejor sí que está por llegar, como el verano con su promesa de paisajes y amigos al sol. Queremos vivir dentro del spot de Estrella Damm de cada año. Dentro del que acaban de estrenar, también, nos gusta comer rico y queremos apoyar a los cocineros. Pero llegan Ayuso, Aguado y los tamayos murcianos -este nombre pide una banda-, Cantó llama a su representante y cada cual a la puerta del que era socio obligado para quedarse a vivir dentro y en fin. Hay gente a la que termina gustándole más la casa del vecino que la suya. No porque sea más cómoda, sólo porque les queda más cerca del objetivo. La cumbre. O la supervivencia. En alta montaña no es fácil. ¿Cómo se verán sus movimientos desde Júpiter?