La historia no se repite por definición, pues es un proceso abierto, dinámico y cambiante. No obstante, la situación de Navarra en la actualidad reviste algunas semejanzas con la crisis que vivió hace un siglo, cuando a la menguante hegemonía del carlismo se añadieron otros importantes cambios políticos: las elecciones celebradas a partir de 1914 produjeron la ruptura entre los integristas y los carlistas (jaimistas) y el acercamiento de estos últimos a los cada vez más relevantes mauristas y a una fracción (los romanonistas) de sus siempre denostados liberales. A todo ello se unió la irrupción del napartarrismo (el PNV), en 1910, y su activa propaganda, a partir de 1911, cuando se presentó por primera vez a las elecciones provinciales y municipales de ese año.
Un signo del nuevo mapa político, que se completó con la consolidación de los datistas, fue el cese y la aparición, entre 1913 y 1916, de varias publicaciones periódicas. Entre estas últimas, el diario El Pueblo Navarro (1916-1931), defensor de un liberalismo templado, que, además de atacar a los carlistas, propugnó un navarrismo de corte renovador y anticaciquil abierto a la colaboración con el nacionalismo vasco.
Con las elecciones provinciales de 1917 los carlistas dejaron de controlar la Diputación, ya que fueron elegidos tres diputados forales liberales que concurrieron como independientes, aunque amparados por El Pueblo Navarro. Este comenzó entonces una campaña antijaimista que fue apoyada por los integristas y también por los napartarras, para los que este emergente navarrismo era reformista y aún de corte regeneracionista y también vasquista. Su portavoz, el semanario Napartarra, se adhirió a los planes de El Pueblo Navarro, pues, aunque el objetivo último de los nacionalistas vascos era la reconstitución patria, estaban dispuestos a acordar "programas mínimos de inmediata y rápida realización".
El Pensamiento Navarro, consciente de que la campaña iba en contra de los carlistas, trató de descalificar la farsa fuerista de El Pueblo Navarro, diciendo que era apoyado por los nacionalistas ("¡Quién lo había de decir! El nacionalismo, separatista, antiespañol, de comparsa con los liberales centralistas"). Napartarra respondió recordando que el partido carlista había favorecido a los liberales.
En este marco, El Pueblo Navarro promovió la celebración de una asamblea que el domingo 22 de abril reunió en Tafalla a todos los que apoyaban sus propuestas. Napartarra secundó la iniciativa porque perseguía "la reivindicación de la personalidad del antiguo Reino" y dio cuenta de la asistencia al acto de numerosos nacionalistas.
Es bien conocido que los líderes de los liberales que no habían acudido a la Asamblea hicieron campaña en medios afines de Madrid, alertando de que implicaba un peligro separatista por el apoyo que le habían prestado los napartarras. En abril El Liberal la calificó de equívoca e informó de que dos diputados a Cortes liberales, José María Gastón y Valentín Gayarre, así como el periodista republicano Ezequiel Endériz, se iban a desplazar a Pamplona para clarificar las maniobras de los conservadores. También anunció que muy pronto saldría en Pamplona un semanario democrático, Tierra Navarra, para defender la causa de la libertad.
Este rechazo a la Asamblea, y sobre todo sus propias contradicciones internas, hicieron que su recorrido fuera muy breve. Según el diputado a Cortes por Tudela José María Méndez Vigo, los nacionalistas decidieron separarse de las fuerzas que apoyaban el programa común de la Asamblea, tras los acontecimientos del verano de 1917, cuando los datistas se opusieron a que la Diputación de Navarra se adhiriese al movimiento de reintegración foral porque creían que sus objetivos debían lograrse "sin violencia alguna dentro de nuestro amor a España".
Para lo que aquí cuenta, importa señalar que las sospechas sobre la colaboración de El Pueblo Navarro con el nacionalismo navarro (los napartarras), continuaron, por lo que el periódico se vio obligado a aclarar su posición. En febrero de 1918 rechazó tajantemente esas acusaciones, diciendo que ellos eran dinásticos, y como tales españoles; en mayo explicó cómo había surgido la iniciativa de la Asamblea y destacó que, mientras El Pensamiento Navarro la combatía por antiforal y centralista, en Madrid se hacía ver en los medios oficiales que tenía carácter separatista. Asimismo expuso a la opinión en qué consistía "el movimiento de redención" emprendido en Tafalla, y aseguró que se oponía por igual al centralismo que a los exaltados que querían una Navarra grande alejada de España. Ya en septiembre del mismo año El Pueblo Navarro insertó un artículo cuyo título, Españoles ante todo, no necesita ningún comentario.
Se puede discutir en qué medida los distintos partidos apoyaron el plan de El Pueblo Navarro para regenerar la vida política navarra por convicción y en cuál por mero oportunismo. De cualquier modo, la Alianza Foral formada en 1921 por los napartarras y los jaimistas, que provocó los ruidosos ataques de El Pueblo Navarro, también fracasó a pesar de que elaboraron un programa común.
Llegados a este punto, y a la vista también de lo ocurrido en el ecuador de la actual legislatura, parece evidente que para ser duradero cualquier pacto, explícito o sobreentendido, debe estar bien asentado y obedecer a algo más que al mero cálculo aritmético para conseguir parcelas de poder.
Universidad Pública de Navarra