Hace quince años ahora, en 1999, se produjo un encuentro, una reunión histórica en el caserío de Patxi Zabaleta en Leitza. Por primera vez dirigentes del PSOE al máximo nivel y de Herri Batasuna se situaron durante seis horas frente a frente en lo que fue una comida llena de debate político, de intercambio de opiniones, pero también cordial, entrañable, en la que se fraguó lo que durante años y años fue una vía de comunicación eficaz.

Allí, frente a la suculenta comida preparada por Koro, la compañera de Patxi, una inmensa mujer llena de humanidad, Pernando Barrena, Joseba Permach, Santi Kiroga y Patxi Zabaleta por una parte, y Alfredo Pérez Rubalcaba, Enrique Curiel y yo mismo por el PSOE participamos en el inicio de una manera de comprenderse entre muy diferentes, de tender puentes de comunicación, de diálogo, de intercambio de información.

La preparación fue laboriosa, compleja, el otro día, hablando con Carmen Sánchez Muro, otra gran mujer, la viuda de Enrique Curiel, me ofrecía la posibilidad de aportarme toda la inmensa documentación que había recopilado durante 25 años de diálogo, contactos, con el mundo de Batasuna, una larga historia de la que soy con él protagonista activo, para intentar escribir un libro sobre lo que supuso esa actividad en el devenir de un largo y curvo proceso de paz.

Aquel día, en aquella comida sentí que las personas participantes volvieron a sus lugares de origen conociendo mejor el conflicto, conociéndose mejor, lo que favoreció la posibilidad de explorar esa vía abierta, que a partir de ese día la comunicación entre el PSOE y la izquierda abertzale sería cada instante mejor.

Y así fue, primero a través de Patxi Zabaleta con el que ya llevábamos Enrique y yo diez años de contactos, siempre con la supervisión del ínclito Rubalcaba, y después con Pernando Barrena cuando el primero fundó Aralar, discretamente, secretamente, las reuniones, los intercambios de pareceres se mantuvieron hasta la muerte de Curiel. A él le informaba, de él recibía las instrucciones y él reportaba a Rubalcaba, el hombre mejor informado sobre este tema del estado.

Veinticinco años de innumerables anécdotas que dan para ese libro pendiente que algún día escribiré a través de mi memoria y de la documentación de Enrique, que, siendo como era especialmente meticuloso, seguro que cubrirá mis lagunas en fechas especialmente.

Pero en aquella comida, en esas seis densas horas nació lo que él denominaba el espíritu de Leitza. Un espíritu que ahora más que nunca debemos recuperar en el culebrón de Navarra. Que se lo quiero recordar a mi compañero y secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, para que recupere la memoria, aquellas sensaciones vividas, y entienda que el pacto con Bildu es no solo necesario, también imprescindible para que salgamos del pozo en el que Barcina y su Gobierno nos ha introducido. El futuro aquí y allí pasa por el diálogo y el acuerdo entre las izquierdas transversales, incluso para montar un gobierno de progreso después de las elecciones del 25 de mayo.

Se necesita una labor pedagógica, especialmente en el resto del Estado, esa idea salió en aquella comida, Rubalcaba la sacó en varias ocasiones: "tenéis que entender, les decía, que el PSOE es un partido que compite con la derecha en todo el Estado, y que cualquier movimiento aquí repercute electoralmente en Sevilla, Valencia, Burgos o Zaragoza". Quizás nunca debimos ocultar la comida de Leitza, quizás así durante estos 15 años hubiéramos sido capaces de convencer a la ciudadanía española de que el diálogo es el camino.

Aquello fue un secreto de estado, pero hoy, ya sin la presión de ETA, es necesario que salga a luz sin tapujos, sin más engaños. Con Bildu, con Batasuna, EH, HAB, con la izquierda abertzale llevamos 25 años de comunicación y diálogo, lo sabe Rubalcaba, la sabía Borrell, Almunia, Zapatero, y especialmente Felipe González. Ellos eran nuestros jefes a lo largo del camino.

Hagamos posible el cambio en Navarra. Recuperemos el espíritu de Leitza.

El autor es exparlamentario y concejal del PSN, actual militante del PSC