En las campañas electorales es manifiesta la tendencia a explotar la amnesia de los votantes, o a mostrar la amnesia, probablemente voluntaria, de los candidatos que piden el voto. Por eso, quizás, sea oportuno recordar algunos pocos hechos de las últimas décadas.

Aunque hay quienes invocan aquel supuesto feliz tiempo de cooperación entre UPN y PSN, que se apoyaban mutuamente en aras del bien de Navarra, hemos de recordar que UPN jamás ha apoyado con sus votos a ningún candidato que no sea el propio para acceder a la presidencia del Gobierno de Navarra. En 1983 no solo votó contra la investidura de Urralburu (PSN), sino que trató de impedirla como candidato con más votos por el procedimiento automático, provocando un conflicto que tuvo que resolver el Tribunal Constitucional. Votó también en contra de Urralburu en 1987, que volvió a salir por el procedimiento automático, y en contra de Otano en 1995, que salió con los votos de CDN, EA e IU. Por el contrario, cuando UPN ha necesitado para tener opciones de gobernar el voto o la abstención del PSN, lo ha pedido invocando la estabilidad y la gobernabilidad y lo ha conseguido: en 1996 (mediante la no presentación de candidato por el PSN dejando que se aplicara el procedimiento automático), en 1999 y en 2007. En 2011 UPN convenció al PSN para gobernar en coalición. El resultado del apoyo del PSN a UPN (en ocasiones también mediante pacto presupuestario) ha sido pasar del 33,36% de voto en las elecciones forales de 1991 al 13,63% en las de 2015.

UPN suele romper las coaliciones de las que forma parte. En 2008 provocó la ruptura del pacto que tenía desde 1991 con el PP decidiendo no votar en el Congreso contra los presupuestos de Zapatero, sino abstenerse, para acercarse al PSN siguiendo la teoría de los quesitos de Miguel Sanz (la suma de UPN y PSN evitará siempre que gobiernen los nacionalistas vascos). Lo hizo también en 2009, expulsando a CDN del Gobierno alegando que había votado favorablemente a favor de la tramitación de una proposición de IU de modificación de la Ley Foral del Vascuence. Lo hizo de nuevo en 2012 expulsando del Gobierno al PSN tras continuos desencuentros y alegando deslealtad. Habrá que ver cuánto le dura la actual coalición Navarra Suma.

El PSN en todas las campañas electorales afirma que pretende liderar un ejecutivo progresista y evitar que gobierne la derecha. Pero, excepto cuando pudo gobernar gracias al ya desaparecido procedimiento automático, lo ha hecho únicamente una vez, en 1995, en el efímero ejecutivo presidido por Javier Otano. Pese a tener los votos para ello, renunció a hacerlo en 1996 y en 2007, prefiriendo posibilitar que gobernara UPN. En 2011 y 2015 su prioridad fue no pactar nada con Bildu.

El PSOE va a vender a Navarra a los nacionalistas vascos. Lo ha dicho recientemente, como antes muchos otros políticos de la derecha española, Albert Rivera. Dado que nació en 1979 y no parece frecuentar las hemerotecas, quizás no sepa que la alarma ante la venta de Navarra es anterior a su fecha de nacimiento. En 1978 Jesús Aizpún ya lanzó esa acusación, entonces contra Suárez, y se fue de UCD para fundar UPN, disconforme con la Constitución española y su Disposición Transitoria Cuarta. Periódicamente, alguien acusa al presidente del Gobierno de España, sobre todo si es del PSOE, de vender Navarra. Lo hicieron con González, lo hicieron con Zapatero y lo hacen con Sánchez, pero también hay quien acusó a Aznar o Rajoy de lo mismo cuando pactaron con el PNV. Está claro que, de existir, es una venta a cómodos plazos, dura ya más de cuarenta años y todavía no se ha entregado el producto.

Otro discurso viejo: para ser funcionario en Navarra es necesario saber euskera. Ya se decía en el año 1999, en su debate de investidura Miguel Sanz había adelantado su intención de modificar la normativa (elaborada precisamente por UPN cuando él era vicepresidente) para evitar los problemas lingüísticos “en el acceso a las administraciones públicas”, y afirmó que, “de existir discriminación lingüística, existe en Navarra precisamente para los no vascoparlantes, sobre todo en el acceso a las Administraciones Públicas de Navarra”. Joaquín Pascal, destacado miembro del PSN, fue más lejos escribiendo en marzo de 2000 que “es necesario modificar unas normas que hacen prácticamente imposible que un navarro que no domina el vascuence pueda, en la práctica, acceder a un puesto en la Administración Pública de Navarra”. En 2000 se suprimió la Dirección General de Política Lingüística y se redactó un nuevo decreto foral de uso del euskera para evitar esa supuesta discriminación. Para un libro que publiqué en 2013 me molesté en contar en la plantilla de 2011 cuántas plazas en la Administración Foral exigían el conocimiento de euskera, un dato que no figuraba en ninguna parte. Era un 9,3%, la mayoría de ellas (89%) de docentes en euskera, mientras que en un 1,2% de las plazas se valoraba como mérito. Es decir, había menor proporción de plazas con exigencia de euskera en la Administración que la de vascohablantes en la población general. De todos modos, se ha seguido denunciando la supuesta discriminación, y se sigue denunciando ahora con mayor razón, ya que el Gobierno de Navarra, en manos de los nacionalistas vascos, impone el euskera. Se dice que el euskera es un carnet para obtener trabajo en Navarra. Me he molestado en contar de nuevo las plazas en la plantilla de 2018 para las cuales se exigía conocimiento de euskera. Son el 8,3% del total, la mayoría, como antes, de docentes en euskera. Alguien dirá que, aunque no se exija, se puntuará tan alto conocerlo que solo quienes hablen euskera podrán obtener la plaza, pero, en realidad, la mayoría de los procesos de ingreso en la función pública se hacen por oposición, es decir, no se valoran méritos, tampoco el conocimiento de euskera.

Y hasta aquí, queridos votantes, algunos datos de nuestra historia política reciente. Que los hechos no os distraigan de vuestras opiniones.