cada año se producen un total de 300 millones de toneladas de plástico. De ellas, se estima que ocho millones acaban directamente en los mares y océanos de nuestro planeta.

La inundación de plásticos de mares y océanos es uno de los principales problemas ambientales del planeta, según el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicado este 2019. De no tomarse medidas, existe un elevado riesgo de deterioro de los ecosistemas marinos y, por consiguiente, de la biodiversidad marina. Su fácil dispersión y su lento proceso de degradación convierten al plástico en uno de los peores enemigos para los mares y océanos.

Su uso es un problema asociado a los modos de consumo de usar y tirar, ya que la mayoría (39,7%) se emplean para envases de un solo uso. Un modelo insostenible del que el Estado español, como cuarto mayor productor de la UE, es partícipe. ¿Por qué es un modelo insostenible? En el mejor de los casos, tras usar y tirar los envases de plástico, terminan en un contenedor para ser reciclados. Sin embargo, su reciclaje es muy ineficiente y no logra los propósitos deseados. Casi el 80% de los envases acaban en vertederos, incinerados o arrojados al medio ambiente. Incluso las poblaciones lejos del mar contribuyen a la contaminación por plásticos de los océanos, ya que los sistemas de alcantarillado, depuradoras y cauces terminan canalizando todo el flujo de residuos plásticos hasta los mares.

Los problemas relacionados con el gran consumo de plásticos y su contaminación, están provocando en los últimos tiempos todo tipo de comentarios, y se plantean posibles soluciones. Y una de las formas de reducir los problemas, además de disminuir el consumo, es aumentar su reciclaje para transformar los residuos en nuevos productos. Pero, ¿es posible?

Los datos, aunque las fuentes difieren unas de otras, pero en general, vienen a señalar que se recicla muy poco. Así, por ejemplo, solo el 25,4% de los envases plásticos se recuperaron en España en 2016, según una media de los datos aportados por las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos, y las caracterizaciones de residuos que hacen estas administraciones. Una cifra que contrasta con los datos aportados por el Ministerio para la Transición Ecológica, que lo eleva al 38% y que alcanza, incluso, el 77% para el conjunto de envases ligeros, si la cifra procede del gestor del contenedor amarillo, Ecoembes, aunque en este último caso, está el informe publicado recientemente por la organización ecologista Greenpeace, titulado Maldito Plástico: reciclar no es suficiente y que analiza algunas de las trampas del reciclaje, un sistema presentado casi como una panacea por las empresas que ponen envases en el mercado, y que gestiona la citada entidad, Ecoembes.

Pero, cabe preguntarse, ¿por qué? En mi opinión, si no se reciclan más plásticos es porque existen barreras económicas y técnicas.

Los plásticos en general son muy difíciles de reciclar debido a los problemas que existen en separarlos por resinas poliméricas. Estas, que son las que dan origen a los plásticos, provienen de productos derivados del petróleo o el gas natural. Es cierto que algunos plásticos, como es el caso del PET (tereftalado de polietileno), que se emplea tanto en la actualidad como envase de agua y refrescos, se recicla bastante bien. Pero con otros muchos plásticos, no ocurre lo mismo. Se pueden citar muchos ejemplos. Y ello se debe a que hay plásticos, los llamados plásticos multicapa, que contienen dos o más capas de plásticos diferentes en cada lámina para hacer de barrera y reducir la entrada de oxígeno, o la salida de grasas. Es el caso de envases de loncheados o pizzas, entre otros. O también de las botellas de ketchup, que se componen de una mezcla de plásticos que no se pueden reciclar, porque muchas veces no se sabe con certeza que tipo de resinas poliméricas contienen.

Otro ejemplo lo podemos encontrar con los tetrabriks. Este envase está fabricado en un 75% con cartón, un 20% con plástico polietileno y el 5% restante con aluminio. Tiene seis laminas (4 de plásticos, una de cartón y otra de aluminio). Pesa 32 gramos, lo que da facilidad para su compra y manejo. La mezcla de los tres materiales es lo que garantiza que la bebida pueda conservarse en buenas condiciones a lo largo del tiempo. Cuando el envase se desecha, el cartón es fácilmente separable del resto, en máquinas que, a base de agua, van desmigando las fibras del cartón. ¿Pero qué pasa con el 25% restante de polietileno y aluminio? Termina en un vertedero de residuos industriales de Zaragoza, pues hoy no existe la tecnología que permita separarlos.

También nos encontramos con plásticos diferentes, que cuando se mezclan se obtienen productos de muy bajas prestaciones, que cualquier reciclador ya no los quiere, o también que, al ser muchos diferentes hay cantidades menores de cada uno, lo que reduce las ventajas de la economía de escala. Algunos se producen en cantidades tan pequeñas que no resulta rentable recogerlos, separarlos y reciclarlos.

Pero, además, si el reciclaje es muy difícil y complicado en no pocos plásticos, nos encontramos que determinados productos como las bandejas de poliespán o poliestireno expandido, que inundan hoy en día los supermercados, su proceso de fabricación tiene un gran impacto ambiental, ya que para conseguir un kilo de poliespán se necesitan 1,6 kg de petróleo crudo y se genera 2,13 kg de dióxido de carbono, uno de los gases que más contribuye al cambio climático. Se trata de uno de los ejemplos más disparatados del uso del plástico como material de envasado, y que no deberían de existir.

Las y los ciudadanos, como consumidores que somos, tenemos en nuestras manos si queremos seguir o no con tantos plásticos, que encierran no pocos problemas desde el punto de vista de su fabricación, de su escasa recuperación y reciclado, y de la salud.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente