En 1900, el barrio de Santa Engracia seguía siendo un pequeño y aislado núcleo rural del extrarradio pamplonés. El topónimo, antiquísimo, surgió posiblemente en torno a una desaparecida ermita con la advocación de Santa Gracia o Engracia. Existía también el puente, mil veces destruido y reformado, pero que aún conserva alguno de sus arcos ojivales. Uno de sus extremos, el que se ve en la foto, albergaba en 1900 la central eléctrica municipal de Pamplona. Antes, durante la Edad Media, ese mismo solar había estado ocupado por el llamado Molino de Mazón, lo cual provocó que el puente de Santa Engracia alternara durante algún tiempo esa denominación con la de Puente de Mazón.
En el extremo opuesto del puente, que no aparece en la foto, se alzó durante 567 años el convento de las Clarisas de Santa Engracia, cenobio fundado en el año 1227 por un grupo de castísimas jóvenes pamplonesas, que querían así aislarse del pecado y de las tentaciones del mundanal jolgorio. Este vetusto convento fue derribado en 1794 por orden del virrey español, atendiendo las exigencias defensivas planteadas por su ejército, pues consideraban que podía servir como atrincheramiento para quien quisiera atacar Pamplona.
HOY EN DÍA, las orillas del río Arga constituyen sin duda algunas de las zonas más difíciles de fotografiar de Pamplona, puesto que la abundantísima vegetación cubre y oculta lugares que hasta hace unas décadas se encontraban mucho más despejados e intensamente humanizados. Por eso, poder reproducir con exactitud casi milimétrica la misma estampa del puente de Santa Engracia es un hecho ciertamente notable, más teniendo en cuenta los ciento y pico años transcurridos entre ambas imágenes.
Vemos que los cambios no han afectado ni al puente ni al curso de agua propiamente dicho, puesto que la presa construida para servicio del molino medieval y de la posterior central eléctrica sigue intacta, igual que ocurre con la estructura pétrea del puente gótico. Cierto es que, en la actualidad y tras 800 años de existencia, el puente disfruta de una merecida jubilación, y es usado únicamente por paseantes y txirrindularis. En cuanto a la central eléctrica municipal, fue transformada en 1940 en fábrica de caucho, y no hace mucho tiempo que su destartalado edificio fue finalmente derribado. En su entorno, en cambio, han brotado como champiñones los bloques de pisos de la nueva Rotxapea.