Era fundamental que no hubiera filtraciones. Aunque el acuerdo se venía tejiendo desde hacía tiempo resultaba básico mantener el máximo secreto hasta que la dirección socialista diera el visto bueno tras semanas de discretas negociaciones.

La trascendencia de lo que estaba a punto de pasar y los cambios que iban a sucederse así lo exigían. Había que buscar el momento adecuado, ajustar el relato y preparar la respuesta al contraataque que era seguro que iba a llegar desde la derecha más reaccionaria ante la posibilidad de perder por segunda vez un bastión que siempre consideraron de su propiedad.

El alcalde Joseba Asiron alza su vara de mando en el balcón del Ayuntamiento de Pamplona. ARCHIVO DIARIO DE NOTICIAS

No fue una decisión sencilla de asumir para la militancia del PSN, pero a diferencia de 2015, cuando el voto de los socialistas no resultó determinante para la primera alcaldía de Joseba Asiron, ahora sí lo era y su posicionamiento al lado de las formaciones progresistas en Pamplona esta vez estaba garantizado.

Aquellos contactos entre las fuerzas de la oposición durante la Alcaldía de Enrique Maya allanaron el camino para el acuerdo que iba a poner fin al mandato de su relevo, Cristina Ibarrola, como lo fue la colaboración de la izquierda abertzale en la gobernabilidad de Navarra y del Estado, donde se ha comportado como el socio más fiable del presidente Pedro Sánchez.

Aunque el pacto se llevaba gestando desde hacía tiempo, era fundamental que no hubiera filtraciones

Era cuestión de tiempo que el voto mayoritario de los pamploneses a favor de las formaciones progresistas tuviera su reflejo en el gobierno municipal. No fue posible en junio tras las elecciones municipales, pero otros seis meses más de parálisis en la gestión del Ayuntamiento eran suficientes: Pamplona no se podía permitir el lujo de pasar otra legislatura en blanco, sin consensos ni mayorías estables para sacar adelante los proyectos pendientes, que eran muchos y de calado.

Sólo unos pocos conocían de antemano el pacto alcanzado entre el PSN y EH Bildu en Pamplona, cuyo anuncio iba a dar paso a una histórica moción de censura con el respaldo adicional de Geroa Bai y Contigo-Zurekin, 16 votos en total contra los 11 de UPN y PP.

Durante semanas Pamplona se convirtió en el centro de la política nacional, en el asunto prioritario de las tertulias periodísticas y de las sesudas reflexiones de los expertos, que no paraban de analizar las consecuencias del acuerdo entre la izquierda abertzale y los socialistas.

Durante semanas Pamplona fue el centro de la política nacional y de las tertulias periodísticas

A pie de calle la película se vio de otro modo. Los pamploneses observaron con más curiosidad que preocupación los acontecimientos entorno al futuro del gobierno de su ciudad, ajenos a la crispación que algunos intentaron alimentar hasta el mismo día del relevo en la Alcaldía de Iruña.

Pleno del 28 de diciembre

Lo que ocurrió en aquel Pleno del 28 de diciembre de 2023 ya ha entrado a formar parte de mi recuerdo profesional y de la historia política de esta ciudad.

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No es porque sucediera nada extraordinario en el interior de la pequeña sala donde se llevó a cabo la votación, ya que el procedimiento de la moción de censura es tan legal como la toma de posesión de un presidente o del monarca de turno, sino porque reflejaba unos equilibrios diferentes a los que habían imperado hasta ese momento en Pamplona.

Mientras en la Plaza Consistorial unos festejaban y otros se lamentaban, los regionalistas reaccionaron con frustración nada contenida y optaron por la reacción más visceral, lanzando todo tipo de pestes hacia las formaciones de la conjura. Especialmente fueron inmisericordes con los socialistas, con insultos y descalificaciones en términos difícilmente comprensibles en una democracia, y que no dudaron en trasladar al plano personal llegando incluso a negar el saludo a sus compañeros de corporación, tal vez conscientes de que el juego de mayorías ha cambiado y a ellos les ha pillado con el paso cambiado.