Durante dos semanas los pasillos del Ayuntamiento de Pamplona se convirtieron en un tablero de misterios y de sospechas, con insinuaciones sobre un hipotético allanamiento ocurrido en las dependencias que el grupo municipal de UPN dispone en la tercera planta del edificio consistorial.
Nadie estuvo libre de sospechas esos días, desde los empleados municipales de mantenimiento o limpieza hasta los propios concejales de la corporación, a alguno de los cuales se señaló directamente de estar detrás de la filtración de los datos referidos al despacho que se ha preparado la exalcaldesa Cristina Ibarrola.
Como si se tratara de una partida de Cluedo, la maquinaria del principal partido de la oposición puso en marcha su propio juego de mesa. Despejadas las incógnitas del ‘arma’ empleada (una fotografía) y del lugar del ‘crimen’ (el despacho), sólo quedaba por descubrir al autor de la filtración, como si fuera lo único importante.
Hasta se encargó un peritaje a un reconocido fotógrafo, como aseguró en Comisión el concejal Javier Labairu, cuya conclusión es que la imagen fue captada “desde dentro y a cierta altura”.
No quedó ahí la cosa, ya que UPN propuso instalar una cámara de seguridad en la tercera planta que vigilara los accesos a los despachos de los grupos municipales, una solución que ni tan siquiera respaldó el PP, su único socio, cuyo portavoz Carlos García Adanero lamentó el clima de sospecha que se estaba generando por la dichosa filtración.
Mientras meditan la posibilidad de presentar una denuncia ante la Policía Municipal por si alguien pudo haberse llevado documentos de las dependencias de UPN al mismo tiempo que hacía la fotografía, el episodio del despacho ha puesto al descubierto algunos detalles reveladores sobre la forma que tienen los regionalistas de entender el gobierno municipal. El primero es que lo hicieron por su cuenta, sin reparar en gastos y sin tener en cuenta al resto de grupos a la hora de encargar las mejoras en sus dependencias. El segundo es que el cerramiento del despacho se hizo sin autorización, con engaños, sabiendo que no tenían el permiso de los actuales gobernantes, que solo permitieron habilitar un espacio como sala de reuniones para los concejales de UPN pero que acabó convertida en despacho.