Se inauguró a bombo y platillo en noviembre de 2007 como “una de las mejores estaciones de Europa”, decía entonces Miguel Sanz. “Más que una estación, un núcleo para el comercio, el ocio, la naturaleza y el patrimonio”, aseguraba por su parte Yolanda Barcina. La realidad no fue tan optimista. Las previsiones iniciales de 2,6 millones de viajeros nunca se cumplieron, los problemas de goteras –todavía sin solución– aparecieron siete años después y su galería comercial, con espacio para 21 locales, tampoco cuajó. Un declive paulatino.
La estación de autobuses de Pamplona recuperó a comienzos de abril, después de año y medio sin este servicio, su cafetería. El local se suma a los apenas cuatro activos en la planta menos dos de Yanguas y Miranda: una administración de Lotería y una tienda de chucherías que venían de la antigua estación, una tienda hippie y un gimnasio Altafit.