Se trata únicamente de echarle un poco de imaginación pero, para mí, el encierro y la vida son dos realidades paralelas. Ambos tienen un nacimiento –igual me da la maternidad que los corrales de Santo Domingo–, un desarrollo y un final.
Es lo mismo que sean los toricos de Fuente Ymbro el día 7 o de cualquiera de las otras siete ganaderías que nos van a visitar en estas nuestras fiestas, pero en su recorrido por el casco viejo pamplonés, el personal irá entrando, aguantando un rato y saliendo para que otro ocupe su lugar. Puede que sea una comparación demasiado rebuscada, sí, pero me sirve para hablar de esos que entraron en nuestras vidas, nos acompañaron un rato y ya no están.
Del primero que quiero acordarme aquí es de un quinto mío, Mari Ganuza, sanferminero y pamplonés a partes iguales. Un buen tío que disfrutaba haciendo cualquier cosa que hiciese: igual podía bailar con la Josephamunda, la reina europea de nuestra comparsa, que se dedicaba a restaurar o crear un nuevo muñecote de cartón piedra gracias a ese arte que aprendió por tierras valencianas con los grandes maestros falleros de la zona. Eso sin contar con su presencia activa en las procesiones de Semana Santa llevando a la Dolorosa o al Cristo Alzado o en el Olentzero del 24 de diciembre. Y cómo olvidar cuando tuvo la suerte de poder hacer eso con lo que soñamos miles de pamploneses: prender la mecha del cohete anunciador de los Sanfermines. Era el año 2010. Hoy, Mari, y su amigo Viguiristi son dos de los que ya han salido.
Está también Jonathan Muñoz, quizás no tan conocido en la ciudad, pero un chaval muy vinculado al mundo del encierro. Todos los años, la segunda semana de julio, plantaba sus reales en el primer tramo de la calle Estafeta para sentir de cerca la adrenalina y ese cosquilleo del que únicamente pueden hablar quienes han estado ahí en ese rato que va de las ocho menos cuarto a las ocho y cinco de la mañana. Desgraciadamente, la terrible DANA del pasado 29 de octubre se lo llevó por delante a los 37 años de edad en la localidad albaceteña de Lastur junto a su mujer , Mónica Martínez. Dos chavales de doce y ocho años quedaron huérfanos ese día.
Y que sería de un encierro de Pamplona sin su parte médico urgente a pie de vallado con ese primer balance provisional (esta vez los astados gaditanos cumplieron su cometido en dos minutos y treinta y siete segundos y a pesar de lo accidentado y revuelto de la carrera apenas hubo algo de chapa y pintura). Para eso, teníamos al burladés José Aldaba, responsable de comunicación de Cruz Roja, al que igual le daba que fuese un encierro tranquilo como el que los de Fuente Ymbro han hecho en la carrera inaugural de SF2025 o una matinal llena de incidentes y accidentes que él, rodeado de micrófonos y sin cambiar el tono de voz, leía de forma pausada los detalles de traslados, cornadas, magulladuras, traumas y deformidades en extremidades superiores o inferiores para que los cientos de miles de personas que, bien a través de la televisión o en las diferentes cadenas de radio, buscaban conocer los percances que hubieran sucedido, estuviesen perfectamente informados desde primera hora de la mañana.
Desgraciadamente, faltan muchos más. Anónimos todos ellos, pero imprescindibles para los suyos y que también, en esta carrera de la vida, posiblemente han salido de la misma bastante antes de lo que sus seres queridos esperaban.
Descansen en paz. Goian bego.