pamplona. Gema de la Nava, enferma renal, entró en diálisis hace 12 años. "Los propios nefrólogos me aconsejaron acudir a un dietista porque ellos no tenían nociones de cómo debía ser mi alimentación", explica a los cuatro meses de ser trasplantada de riñón. "En el sistema público no había dietistas y yo tenía que cuidar tanto los alimentos como la forma de prepararlos", explica. "Para una buena calidad de vida debes tener una buena alimentación y si no tienes pautas ni a nadie que te ayude no sabes cómo hacerlo". Gema encontró este asesoramiento en la Asociación de Lucha contra las Enfermedades Renales (Alcer), donde le atiende la dietista-nutricionista Imelda Elizari, que también lleva casos de Adano, la asociación de ayuda a niños con cáncer, y tiene una consulta privada. "Me hicieron un completo estudio y me diseñaron una dieta con los alimentos que me convenía comer y los que no, también con explicaciones culinarias para, por ejemplo, hacer un remojo de los alimentos de 24 horas y doble cocción", comenta. "Esto se hace para eliminar de los alimentos el fósforo, que se encuentra en los lácteos, legumbres o frutos secos, y si está muy alto es perjudicial para los huesos, y también el potasio, que se en cuenta en frutas y verduras, y puede ser peligroso para los músculos", precisa la dietista. Puede tomarlos, pero en las cantidades adecuadas", recuerda Imelda. "Yo no tenía ni idea de todo esto hasta que me lo explicaron. Cuando estás en diálisis tampoco puedes beber mucho líquido, sólo medio litro al día", apunta Gema. Ahora, tras el trasplante, sus menús se han ampliado y puede beber unos dos litros de líquido diarios. "Pero debe vigilar el peso, las grasas... parece que después del trasplante se puede comer de todo, pero no es así, por eso es aconsejable seguir contando con apoyo profesional, ya que, aunque Gema puede llevar una vida normal, si no se cuida corre el riesgo de tener problemas de corazón por ejemplo", advierte Imelda. "El trasplante me ha cambiado la vida, pero hay que tener en cuenta que tengo un riñón adaptado y llevo una medicación. No debo cometer excesos", explica Gema. "No puede comer un chuletón o inflarse a vino, pero lleva bien la dieta", le apoya Imelda.
"El mayor problema de los enfermos renales -apunta la dietista- es que no les dan pautas personalizadas sino generales, la misma hoja para todo el mundo, cuando ellos tienen una patología concreta y atraviesan distintas fases en las que deben llevar diferentes pautas alimentarias".
"He estado en hospitales con dietistas, pero Imelda es especialista en mi patología, sabe lo que es la diálisis y lo que supone un trasplante", destaca, antes de lamentar que este no sea un servicio público. "Tengo este asesoramiento, que necesitaré de por vida, porque soy asociada a Alcer pero mucha gente no se lo podría pagar".