PAMPLONA. Es habitual que la declaración de un acusado en un juicio penal no tenga demasiado que ver con la versión inicial que ofreció de los hechos cuando fue detenido o cuando pasó ante el juez de instrucción. Es habitual que, pasado el tiempo, los acusados sufran ciertos episodios amnésicos o que, por contra, recuerden con minuciosidad la escena del delito. En este caso, Nikolay Georgiev Georgiev, búlgaro de 28 años, se apuntó a esta última lista, aquellos procesados que añaden todo lujo de matices a su caso, aunque nunca antes del juicio hubiera mencionado tantos sobre el crimen que cometió hace año y medio (13-7-2011).
Georgiev, que tiene una espalda de armario y vivía en una chabola, fue el autor de la muerte de Antonio Echeverría Hernández, un vecino de Berriozar de 51 años, con cinco hijos y cuatro nietos. Dijo que se conocían mucho porque él "robaba cosas para intercambiarlas por droga". El búlgaro acabó con la vida de Echeverría en un paraje despoblado de Berrioplano, adonde se habían dirigido ambos porque el procesado decía que tenía allí escondida chatarra. Hasta 250 kilos. No había ni gramo. El acusado dice que le debía dinero a la víctima y que quería pagarle con la chatarra, pero que al ver que esta había desaparecido, la víctima se enfadó y el acusado temió por su vida.
La fiscal y la acusación particular creen que el acusado preparó el crimen, que llevó hasta aquel paraje a Antonio no porque hubiera chatarra, sino porque era un lugar por donde no pasaba nadie, que él conocía bien y donde podía apalearle para robarle sin levantar sospechas.
Georgiev reconoció ayer en el juicio haber golpeado a Echeverría con una traviesa de madera, un tablón gordo de un metro, similar a los de las vías del tren. El acusado explicó ayer que no quería matar a la víctima ni golpearle en la cabeza, donde presentaba los cuatro golpes mortales, pero que en el fragor de una pelea que tuvieron y al ser de noche en un descampado, no sabía realmente ni donde le pegaba. Palos de ciego.
"NO TENÍA ESA INTENCIÓN" Georgiev declaró esto: "Cené en casa de Antonio, me dio droga y nos fuimos andando hasta el lugar donde estaba la chatarra. Mientras yo me drogaba, él la buscaba con una linterna, pero alguien se la había llevado y él me echó la culpa por no haberla escondido bien. Entonces, me insultó y vino hacia mí con un palo con el que buscaba la chatarra. ¿Qué vamos a hacer con el dinero que me debes?, me dijo. Y me golpeó con el madero en el hombro (no tuvo moratones). Se me echó encima y empezó a asfixiarme. Me asusté mucho, ni pensaba. Los dos caímos al suelo, dimos dos vueltas, y le di un puñetazo en la cara. Vi que se metía la mano en el bolsillo y pensé que llevaba un arma blanca. Él me decía: "Te voy a rajar". Y cogí el palo, le di dos veces y él quedó inclinado. Le di otra vez arrodillado, pero yo no sabía que le golpeaba en la cabeza. Ahí no hay luz. Yo no tenía esa intención. Fue mi manera de defenderme, de pararle. Yo no me di cuenta de que quedó así, ni de que sangraba. Si lo hubiera sabido, no hubiera actuado así".
ROBO Y PISTAS FALSAS Después de la refriega, Georgiev señaló que cacheó a Antonio, "que estaba despierto" y le quitó la cartera, el reloj, la cadena de oro y el móvil y se alejó del lugar. Luego usó el teléfono para llamar a la familia de Echeverría y marear la perdiz, ofreciendo pistas falsas sobre su paradero. Les exigió joyas, dinero, drogas y jeringuillas tras decirles que "alguien había secuestrado a Antonio. Yo pensaba que él volvería a su casa y mi único objetivo era la droga. Me drogaba 200 euros diarios. No quería el dinero", manifestó ayer.
Mientras contactaba por teléfono con la mujer de la víctima, Georgiev dijo haber caminado sin rumbo y "drogándome" por los alrededores de la vía del tren. En un lugar con antenas les dijo que depositaran la bolsa con el botín que exigía. La familia, instruida por la Guardia Civil, le depositó una bolsa sin ningún valor, con papeles sueltos. Él les dijo que se marcharan más adelante, que se encontrarían con Antonio. Pero allí no había nadie. Y, al abrir la bolsa y ver la trampa, les llamó de nuevo y les dijo si era una broma. Siguió telefoneándoles toda la noche, con pistas confusas. Hasta que un viandante encontró a la mañana a Antonio moribundo. El acusado dijo ayer que él, mientras tanto, estuvo un día escondido y luego se fue hacia Zuasti, comió en la gasolinera, se sacó dos paquetes de tabaco y echó a la tragaperras. Ahí fue detenido.