Bien, no es exactamente así: Quiero decir que el atractivo en los hombres no sólo no se pierde con la calvicie, sino que en ocasiones es un elemento más de ese atractivo. Calvos poderosos como Ben Kingsley, que consiguió un retrato fascinante de Gandhi; calvos amables como Phil Collins, macizos como André Agassi y, por supuesto, el calvo entre los calvos: Sean Connery.

Pero la costumbre es implacable con nosotras, con las mujeres: Socialmente sigue sin estar aceptado que las mujeres podamos quedarnos calvas, así que rara vez nos encontramos con una por la calle. Una pescadilla que se muerde la cola, porque es esa circunstancia la que alimenta el rechazo. Finalmente, la calvicie en femenino es una realidad privada, doméstica, un poco vergonzante y por supuesto una realidad en singular.

Ya he dicho que el día que me rapé el pelo fue en mi caso una liberación, y que en casa mis chicos lo vivieron con una normalidad absoluta que siempre me hizo sentir cómoda. Cuando algún amigo de mi hijo, críos que no habían cumplido los diez años, venía a casa a jugar y me veía por primera vez sin pañuelo se le veía el susto -bien controlado, por cierto- en la cara; pero, rápido, Xabier explicaba que "es por la medicina que le están dando para el cáncer, ¿sabes? Le crecerá enseguida...", y seguían jugando sin más.

Tampoco me costó mucho hacer de la necesidad virtud, o más bien placer, y así el pañuelo en la cabeza se convirtió en un aliado gustoso a la hora de salir a la calle.

Cuando, estando sola en casa, el cansancio me hacía difícil sujetar bien el nudo en la nuca, perfeccioné la técnica: una goma de color, un par de vueltas y el pañuelo a modo de cola de caballo se ajustaba perfectamente sin mayor esfuerzo.

Y, por supuesto, pañuelos de todos los tamaños, formas y colores, de todos los estilos y tejidos; pañuelos rescatados, comprados y regalados. Alguno de ellos sigue siendo compañero sentimental muy, muy especial de aquellos días.

De hecho, en este punto de mi vida, el pañuelo se ha convertido casi en una seña de identidad, hasta el punto de que es apunte recurrente en las crónicas del momento en que vuelvo a la escena política en septiembre de 2011. Eso sí: pocos o casi nadie se atreve a preguntar directamente por el pañuelo que es, en definitiva, el indicio que delata la calva.

Por eso me siento aliviada cuando hay quien en entrevista, entra directamente y sin miedo:

"-Primera frivolidad. ¿Cuántos pañuelos tiene?

-Frivolidad por frivolidad: una cantidad obscena de pañuelos. Primero, porque me encantan. Segundo, si los necesitas, qué mejor excusa. Y tercero, porque en el momento más amargo sabe rico darse un gustazo, y mi gustazo en estos tiempos ha sido un pañuelo nuevo."

Recuerdo en concreto esta entrevista, que transcribo directamente desde la hemeroteca, porque sí, porque la cantidad de pañuelos que tengo en este momento es exactamente eso: obscena, y reconocer el exceso me libera. Quizá, no lo sé, es sólo porque empiezo a sentirme débil, asustada frente a una calvicie que hasta ahora nunca me ha preocupado.

Han pasado ya varios meses desde que terminó la quimio y cuando me encuentro con otras compañeras de batalla veo que empiezan a retirar pañuelos y pelucas, que el cabello empieza a brotarles fuerte, fosco, rizado. Y mientras, yo sigo calva como un bebé.

Jesús nota mi angustia y me anima, "¿por qué no te quitas ya el pañuelo? Estás bien, te vas a relajar y eso te ayuda seguro..." ¡No!

Me siento insegura, me avergüenza, me humilla. Soy una mujer calva.

Además, se lo he prometido a Xabier, que ya me ha dicho que "ama, mientras estés así, calvica, mejor en la calle te pones el pañuelo, ¿no?". Ya lo comprendo; no tiene que ser plato de gusto para un preadolescente pudoroso, casi un niño, ser paladín de la heterodoxia estética, salir al mundo y enfrentarse a todo su mundo con una estampa tan difícil como una madre calva.

Sin embargo no todo es razonable en torno a mi calvicie y al pañuelo. Hay presiones, tan veladas como indignas, de quienes piensan que llevo demasiado tiempo con el pañuelo. Que hacen cuentas sobre el final de la quimio y que preguntan al aire por qué no me quito el pañuelo ya. Es octubre, periodo preelectoral...

Mejor centrarse en el trabajo que en miserias ajenas: El equipo que prepara la campaña empieza a pensar ya en la imagen y contenidos para el 20-N.

El lema es ambicioso, no tanto calculando resultados electorales-están demasiado lejos-, como proponiendo otra manera de trabajar. "Ba dugu geroa. Tenemos futuro. Con solidaridad, con inteligencia, con coraje". Son buenas armas, armas fundamentales si queremos salir de esta con vida: Solidaridad como corriente de energía para sostener la sociedad; inteligencia, lo único que nos hace fuertes y coraje, ¡ya está bien de sumisión!

Inmersos como estamos en la sociedad de la imagen, estos contenidos hay que acompañarlos de las personas que vamos a defenderlos en las instituciones y, claro, esto nos resulta más peliagudo.

Mikel Arbeloa, director de campaña, me pregunta qué quiero yo, cómo me voy a sentir más cómoda: ¿imagen con pañuelo o recuperamos una foto de antes, de cuando la-me-le-na-al-vien-to? Me lo pienso un momento, pero no dudo mucho. Pañuelo. Es como estoy ahora, pero le pido un favor: ¡photoshop hasta en las entrañas! No quiero ocultar que vengo de donde vengo, pero mucho menos quiero dar una imagen lastimosa.

Y Mikel y su equipo lo consiguen, ya lo creo, con una de las imágenes más alegre y rotunda en que me he reconocido nunca: Colores fuertes en la cabeza y retoques innegables en la cara, las cejas son de mentira pero la sonrisa es mía. La imagen para la campaña de las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011 me carga las pilas.

Campaña y compañeros de lista

Con ellos arrancan quince días de mítines contenidos, charlas casi en familia y encuentros emocionantes. Porque esta campaña para nosotros tiene mucho de valentía, mucho de coherencia, mucho de resistencia a lo peor del sistema de partidos. Somos un equipo modesto pero convencido, y en ocasiones un remedo del ejército de Pancho Villa.

De aquellos días recuerdo el mitin en que un compañero y yo alertábamos a la concurrencia del peligro -luego demostrado- de que con la crisis económica como cortina de humo el Partido Popular iniciara desde el gobierno un proceso de recentralización hurtando a la sociedad este debate.

En primera fila, uno de los mejores amigos que me ha regalado la política, José Luis Mendoza, asiste a la exposición atento.

Vehemente -no me cuesta mucho-, afirmo que no vamos a cruzarnos de brazos, que vamos a defender el derecho de la sociedad a decidir su futuro "¡con uñas y dientes!". José Luis tiene que cubrirse la cara mientras las convulsiones le delatan; se está partiendo de risa.

Continúo con el discurso, miro a mi compañero de charla que, este sí, asiente serio a mis afirmaciones; gesticulo para dar fuerza a los argumentos sobre los peligros de una legislatura dominada por el miedo a la crisis, "y no nos va a faltar empeño en trabajar, en pelear, en defender también el estado de bienestar con uñas y dientes". En primera fila, José Luis sigue sin poder contenerse, los ojos llorosos, la respiración entrecortada y a carcajadas silenciosas. No doy crédito: así, ¿a dónde queremos llegar?

Al salir tomamos un vino con los amigos que nos han recibido, montamos en el coche y volvemos a Pamplona en una noche de noviembre fría y oscura, con la lluvia golpeando racheada los cristales.

-¿Se puede saber qué te ha hecho tanta gracia? -pregunto sin tiempo para oír otra cosa que una carcajada, ahora sí estruendosa, de José Luis.

-Es que, es que... -no puede continuar hasta pasado un buen rato- es que ¡cómo se te ocurre decir que vosotros dos vais a hacer nada 'con uñas y dientes'!

Y vuelve a explotar.

Y recupero la imagen de Bixente Serrano Izko, un histórico de la política navarra más resistente y todo un orgullo el compartir cartel electoral con él. Hace sólo unos minutos, a mi lado en el mitin, sonríe mostrando los vanos generosos que esperan unos implantes inoportunos por coincidir con la campaña. Mientras, y con las yemas de los pulgares palpo el resto de mis dedos, la piel sonrosada y débil y el tacto que cosquillea allá donde antes ha habido uñas...

No podemos parar de reír, pero cabezona como soy, apuesto que para cuando sean necesarios tendremos los mejores incisivos y uñas como escarpias... ¡para lo que haga falta!

Y lo que haga falta no va a ser poco: En el conjunto del estado el número de parados ha alcanzado la cifra que nuca creímos pudiera llegar a ser, cinco millones de personas; el PSOE ha sido incapaz de acometer una reforma real de un modelo productivo agotado, y va a pasar el testigo a un Partido Popular en el que no se adivina vocación por hacerlo. Algunas de las libertades y derechos civiles conquistados en los últimos tiempos empiezan a verse amenazados en una campaña agresiva en la que las campanas de victoria animan a los sectores más reaccionarios. Las pensiones siguen siendo arma arrojadiza en el debate bipartito y la atención a la dependencia se desliza peligrosamente desde el catálogo de los derechos hacia el terreno de los privilegios. En todo este maremagnum y desde el exterior, el Banco Mundial aconseja a Europa gastar menos en protección social; al parecer somos un mal y, sobre todo, un carísimo ejemplo para las economías emergentes.

Este es el escenario en el que nos movemos esta dura campaña de noviembre, en la que el día 7 se produce un parón técnico por el debate de los dos candidatos con vocación y posibilidades -no las mismas posibilidades- para llegar a la presidencia del Gobierno central. Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba se encuentran más que se enfrentan en el plató de Televisión Española.

Soy periodista, periodista de televisión; desde muy joven he sido una apasionada de la información política y los debates televisados siempre me han parecido fascinantes. Digo bien: los debates. Porque la previsión de lo que esta noche se nos va a ofrecer lo es sólo en el nombre; todo apunta a un paseo triunfal de quien ganará las elecciones el próximo dia 20 no tanto por méritos propios como por agotamiento del adversario.

Me aburre tanto la perspectiva de lo que vamos a ver y escuchar esta noche, que me meto en la cocina para preparar una bandeja con la que sentarme ante la tele. Las penas con pan...

Un tomate estupendo, unas lascas de sal, un buen chorretón de arbequina y una copa de vino blanco. Ya sentada, y en los prolegómenos rituales de un debate encorsetado el plato de tomate es el que se lleva toda mi atención. ¡Y esto yo, que soy política!

Una reflexión que me apetece compartir con un tweet:

@uxuebarkos "Cena ¡en casa! y previsión de vibraciones más intensas ante la ensalada de tomate k ante el discurso de los candidatos"

Al segundo, respuesta:

@Imanolreta "Jodé que envidia me has dado! No le pongas vinagre. Sal sí."

@uxuebarkos "¿Al tomate o a los candidatos?"

Pasan los minutos. Nueva reflexión:

@uxuebarkos "¿Debate? Mucho decir... De hecho Campo Vidal habla de 'encuentro retórico' o algo así. Lo dicho, lo mejor de la noche, la cena"

@jongondan "Ya lo creo. Por lo menos estaría buena esa ensalada de tomates, no? :P Mxx ta gabon!

@uxuebarkos "Le guardaba un poco a 'la niña' pero, chico, esta vez castigada sin salir..."

@sagutxo3000 "Ni una sola referencia al 15-M"

@uxuebarkos "Quince-¿quoi? Ni corrupción, ni transparencia, ni participación... Ni empleo, ni economía, ni educación, ni sanidad, ni..."

@YonGarin "se os ha echado de menos. Para cuándo uno con tod@s?"

@uxuebarkos "Sí, creo k lo kieren titular 'Y los 7 enanitos. El debate'. Ya sabes, toda una apuesta por la participación."

@salvadorcot "Hola Uxue! Yo también he visto el debate y ahora estoy un poco más tranquilo: no han dicho nada sobre Catalunya"

@uxuebarkos "Y reconfortante también ver que el tema violencia ya no les da para mucho..."

Aquel debate fue un avance de lo que viviríamos en todo el estado la noche electoral del 20 de noviembre: el triunfo cantado, por agotamiento socialista, del Partido Popular y la realidad ajena y paralela de una mayoría activamente pertrechada en las redes sociales.

Pero la campaña continúa también en sus formas más tradicionales. El mitin central de Geroa Bai nos lleva el domingo 13 de noviembre al Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. Esa mañana, mientras me dirijo hacia allí me acuerdo de la campaña anterior, unos pocos meses antes, en mayo, en plena quimio... ¡Qué diferencia! Estoy fuerte, estoy tranquila; tengo equilibrio, tengo fuerza y voz. Y me viene de nuevo a la cabeza la misma reflexión: Vamos a perder, pero no nos van a derrotar. Visto ahora, con perspectiva, resulta un sentimiento un tanto épico, un poco exagerado pero el momento personal y el político son muy intensos.

Al llegar al salón de actos me arrugo un poco; "no sé, un poco grande, ¿no? ¿No hubiera sido mejor una sala más pequeña?" Ainhoa, siempre equilibrio cuando a mí me falta, me tranquiliza, "va a salir bien".

Me siento en primera fila mientras se acera la hora de inicio del acto; no quiero volverme, no quiero ver si los huecos son demasiados en las butacas. Finalmente, ese hito clásico en una campaña electoral que es el mitin central supone un punto de inflexión en la maratón de quince días. Maratón física y anímica en la que el mitin central suele ser un repecho sobre el que ver el camino recorrido y adivinar las posibilidades en el final de la carrera. Todo muy poco técnico, en el caso de una formación modesta como la nuestra es pura intuición, pero es nuestro único termómetro.

En la recta final del acto, subo a la tribuna para cerrar el mitin y no doy crédito: El salón está lleno. Muchas caras amigas, sorpresa al ver algunas de ellas, orgullo al ver la presencia que sé comprometida y valiente de quienes todavía militan en otras formaciones. Y no me lo pienso dos veces:

"¡Geroa Bai es la herramienta capaz de darle un vuelco al mapa político navarro! -la voz, no es poco, me acompaña-.

Como en 2004, vamos a batallarle el quinto escaño a la derecha.

Queremos representar la Navarra abierta, rica, diversa, capaz de convivir sin frentismos a la que aspira una mayoría social de progreso.

Una mayoría esencial para salir de la crisis. Sólo saldremos de ésta estrechando diferencias y uniendo voluntades a través de la solidaridad".

Batallarle el quinto escaño a UPN: Es una ambición legítima, es el vuelco real al mapa político de Navarra, pero es muy difícil.

Cuando encaramos la recta final de la campaña, la noche del 18 de noviembre en Villava, insisto: "Vamos a pelear ese escaño voto a voto". No es una afirmación retórica, es la convicción de que el próximo domingo está en manos de las mujeres y de los hombres que irán a las urnas el plantarle cara a un sistema agotado, caduco e incapaz. Voto a voto.