Tacloban. El hedor de descomposición de los cadáveres ahoga la ciudad de Tacloban, donde decenas de miles de supervivientes sufren la carencia de alimentos y agua tras el paso del tifón Haiyan el pasado viernes. Las provisiones están llegando con cuentagotas a las provincias centrales de Samar, Leyte y el norte de Cebú, las más afectadas por el desastre natural, aunque las agencias nacionales e internacionales han empezado a desplegarse en la región.
Prácticamente nada de la ayuda internacional ha llegado a Tacloban, en la isla de Leyte, donde apenas queda en pie un 30% de los edificios, la mayoría en situación deplorable, y toneladas de desperdicios. Sólo en el centro permanecen en pie los edificios de ladrillo y hormigón, aunque el tifón se llevó los techos de chapa y reventó las ventanas, con ráfagas de hasta 300 kilómetros por hora que arrancaron como paja las chabolas de las barriadas. Un responsable local explicó que el Gobierno está preocupado porque los cadáveres, que permanecen en las calles, puedan desatar una epidemia, ya que se encuentran por todas partes.
La tensión es palpable en las filas de personas desesperadas que forcejean para conseguir el poco arroz que el Ejército reparte en las calles inundadas por las últimas lluvias en Tacloban, situada unos 852 kilómetros al suroeste de Manila.
Una vecina rememoró cómo ella y sus tres hijas menores de edad tuvieron que agarrarse a una viga del techo y pensó que no iban a sobrevivir hasta que el nivel del agua empezó a remitir. Ahora viven hacinadas en la casa de un vecino junto con otras 30 personas, que lo han perdido todo. Ya queda poco que saquear en las escasas tiendas y colegios que quedaron en pie, al tiempo que las fuerzas de seguridad han desplegado 500 soldados y agentes para velar por la seguridad y evitar crímenes. El secretario del Interior, Mar Roxas, señaló que cuatro vehículos blindados patrullan la ciudad para evitar desórdenes.