Pasó más de 100 días de baja, “un verano no muy agradable” recuerda, porque Daniel García Auñón, de 26 años, al que tres franceses le rompieron el tobillo en una pelea “sin venir a cuento” en el Chupinazo de Sanfermines del año pasado, siempre ha sido de los que ha parado poco por casa y se tuvo que quedar obligado. Le gusta competir -“la adrenalina del deporte individual es algo que te engancha, no conozco a nadie que haya hecho esgrima y se haya retirado de la noche a la mañana si no es porque no ha tenido un problema físico”-, cuenta este joven, ingeniero industrial superior, que realiza sus prácticas en Bolzano (Italia) en una empresa alemana, y que llegó a ser hace cuatro años subcampeón de España de florete masculino, una de las modalidades de la esgrima. Ahora, tras aquella bronca en Pamplona en la que junto a un amigo recibieron una paliza considerable, los tres agresores tendrán que pagarle 15.000 euros, 7.000 de ellos por las lesiones que le afectan al desarrollo de su carrera deportiva al más alto nivel. El acuerdo lo ratificó ayer en la Sección Primera de la Audiencia Provincial, que condenó a los tres jóvenes galos a indemnizar a Daniel, a su amigo (con 10.000 euros) y con otros 16.000 euros más a otros dos varones heridos en la tarde sanferminera por los tres acusados, que reciben además una condena de dos años de cárcel. Ayer, Daniel se encontró con sus agresores en el tribunal, pero prefirió pasar el envite con discreción. Las ha pasado canutas, se le nota, y ahora ve la luz mirando al frente.
García Auñón era una promesa de la esgrima española hace casi nada y llegó a ser subcampeón de España sénior. Fue campeón universitario en 2009, sub-17 y sub-15 como miembro del club Cardenal Cisneros, “el de mi barrio, cerca de Plaza de España en Madrid, donde como no había muchos clubes de fútbol y baloncesto me enrolé animado por mi hermano en la esgrima. Tenía 10 años cuando empecé y luego he llegado a ser quinto en una Copa del Mundo en Madrid. Pero yo, aunque siempre haya querido hacer esgrima, no quería ser tirador profesional. Hasta cumplir los 20 años solo pensaba en entrenar y competir, todos los días. Luego a partir de esa edad, traté de centrarme en mi vida profesional y dejar un poco más al margen la carrera deportiva, aunque siempre acudía a las competiciones. Incluso el año pasado, que estuve de Erasmus estudiando en Polonia, dejé de entrenar pero porque era un paréntisis y quería regresar solo para competir en el Campeonato de España. Pero pasó lo de Sanfermines y fue una pena”.
García Auñón, cuya indemnización en los tribunales la ha gestionado el abogado José María García Elorz, recuerda cómo fue su estancia en las fiestas de Pamplona. Vino de víspera, junto a su amigo Adrián, víctima también de la agresión en la que perdió 4 dientes y le rompieron la nariz, otros dos amigos turcos y otra amiga, todos del grupo de Erasmus. “Solo pasamos 24 horas hasta el encontronazo, pero había ido genial hasta entonces. Fue un día muy bueno. No pudimos entrar al Chupinazo, porque la plaza estaba a rebosar, nos fuimos a comer al coche, bebimos algo de sangría y luego por la tarde, en la Plaza del Castillo, nos acercamos a saludar a unos compañeros y ahí empezó todo. Nos íbamos de allí y un chico francés me pegó un puñetazo en el pecho sin venir a cuento”, detalla Daniel. A partir de ahí, todo fue en cascada. “Tratamos de hacer que el francés entrara en razón con un amigo suyo, pero de ahí no íbamos a sacar nada bueno. Uno de ellos estaba muy alterado, hablaba entre dientes...”. El incidente terminó con Daniel y su amigo por los suelos recibiendo golpes por todos lados. Daniel sufrió la fractura de tobillo, con fisura del peroné y el ligamento afectado. Pasó una noche horrible en el hospital y le colocaron ocho tornillos en la pierna. Luego vino la escayola, las muletas, un mes de rehabilitación y “ya empecé a trotar y a sentirme mejor, pero siempre con el miedo de volver a rompérmelo. En julio de este año me quitaron los clavos, que para mí era algo necesario psicológicamente. Me gusta hacer deporte y aunque la esgrima está descartada a un nivel competitivo, quería sentirme libre”, cuenta Daniel, que a nivel deportivo solo había sufrido una rotura muscular con 17 años.
Ahora, sin embargo, este joven, que dispone también del título de entrenador de esgrima”, explica que todavía le acechan limitaciones a la hora de poder competir. “He perdido apertura de tobillo. Es decir, tengo limitación mecánica en lo que es la articulación. En la esgrima necesitas una gran flexibilidad en la puesta en guardia y hay posturas que no puedo coger en los movimientos, porque no tengo tanta apertura de tobillo. Tengo mucha rigidez y se me carga mucho más, en la esgrima se compite con zapatillas finas en superficie dura, y eso me desgasta y me carga mucho. Estoy muy lejos hoy por hoy de poder hacer esgrima al ritmo al que lo hacía”. De hecho, desde julio de 2013, García Auñón ya no aparece en los ranking ni ha participado en más torneos. Y su paso por Pamplona, por ese peculiar recorrido entre Sanfermines, el hospital y el Palacio de Justicia, no lo pinta tan negro. “Sé diferenciar mucho. No voy a pensar mal por aquel incidente. El día fue estupendo, eran unas fiestas de muy buen rollo y conocimos buena gente. Pero tuvimos mala suerte. Fue eso”, afirma Daniel que deja claro su objetivo: “Volveré a tirar (competir en esgrima) si el tobillo me lo permite. En marzo igual regreso a España y ya he hablado con mi club para hacerlo”.