Prólogo

El carácter fragmentario de los indicios dificultaba la reconstrucción del análisis de lo sucedido. Por esa razón y a causa de la extremada complejidad de algunos hechos, me he sentido más que nunca un detective tirando de hilos que pocas veces encajaban rápidamente con una lógica evidente (?). En muchas ocasiones los hilos que salían a mi encuentro no llevaban a ningún sitio, y solo en algunos casos terminaban siendo inteligibles después de destejer caminos recorridos y de recuperar pistas inicialmente abandonadas. Y es que otra circunstancia que emparenta al historiador con el detective es la importancia de los hallazgos serendípicos, esos datos encontrados de forma afortunada e inesperada que le indican repentinamente un camino nuevo a rastrear, referencias de nuevos documentos que le amplían el enfoque, le obligan a reconsiderar informaciones analizadas superficialmente, hacen bascular su análisis y valorar la incidencia de otros agentes o de otras causas. También, al igual que sucede en la novela policíaca, el impacto de la serendipia es mayor cuanto más desprejuiciadamente observa el investigador, cuanto más lenta y pacientemente va tendiendo las redes de una descripción densa, de un método exploratorio fundamentado en el registro minucioso de las descripciones de los acontecimientos, atendiendo a su propia significación en el contexto de la sociedad analizada.

Una revelación al hilo del incidente Baroja

Durante meses y meses viví una extraña situación provocada porque no entendía lo que los documentos que había recopilado me decían. Hasta que me di cuenta que los actores que aparecían en ellos muchas veces mentían. Tanto los interpelados en los expedientes como las autoridades que les juzgaban estaban instalados en una mentira compartida cuyo significado conocían unos y otros: había que trascender su relato mediante otros indicios porque la verdad estaba en otra parte, solo apenas cognoscible mediante la introducción de otros puntos de vista. En el proceso de percatarme de lo que sucedía fue clave el testigo más relevante de los que tenía enfrente. Ni más menos que Pío Baroja. Su circunstancia: la serie de incidentes sufridos por él durante la tarde y la noche del 22 de julio de 1936 en los que, como es sabido, el escritor, que iba acompañado por dos conocidos, padeció dos detenciones por parte de una columna de militares y requetés sublevados que se encaminaban de Pamplona al frente de la frontera con Gipuzkoa, llegando, según su propio relato, a ser amenazado hasta el punto de ver peligrar su vida antes de ser encarcelado en la cárcel municipal de Doneztebe/Santesteban.

La beligerancia de unos pocos requetés autóctonos en una comarca abúlicamente derechista

A pesar de ese predominio aplastante de la derecha tradicionalista y conservadora, en julio de 1936 el País del Bidasoa, en comparación con las demás comarcas navarras, mostró un comportamiento absolutamente abúlico en relación con el alistamiento de voluntarios en apoyo al golpe de Estado, siendo un reflejo de la comarca de los valles cantábricos en la que se enclavaba. Mientras las dos cuencas prepirenaicas (la de Pamplona y la de Lumbier-Aoiz), la Navarra Media y la ciudad de Pamplona dieron unos porcentajes de movilizados en los trece primeros días sobre los movilizados totales en toda la guerra muy superiores a las demás zonas, frisando o superando en algún caso el 40 por ciento, solamente el 5,1 por ciento del total de los combatientes de los valles cantábricos en los tres años de guerra se alistó antes del 1 de agosto de 1936.

Limpieza política selectiva en Malda Erreka y Bertizarana

Una de las conclusiones a las que ha llegado la historiografía es la de que, incluso en el seno de idénticos conflictos y de idénticas retaguardias, hay una enorme variabilidad en cuanto a la intensidad comarcal o provincial de los niveles de limpieza política. Baste en relación con ello contraponer los 3000 navarros o residentes en Navarra asesinados con los 193 contabilizados para Álava o repasar los datos provinciales de asesinados por cada mil votantes frentepopulistas para 37 provincias completamente analizadas que dimos en nuestro libro Sin Piedad o dirigir la mirada a las diferencias comarcales en Navarra, o locales dentro de la misma Ribera, que mencionamos también en aquel libro.

En la comarca que estamos analizando la limpieza política también fue selectiva. En Bertizarana los asesinatos que hemos reconstruido, y que, como veremos, son más de los oficialmente reconocidos, fueron resultado de la aplicación del máximo castigo a una población izquierdista limitada a los 31 votos que el Frente Popular obtuvo en las elecciones del Frente Popular. Con toda seguridad, la proporción habría sido mayor si diversas personas, de las que también damos algunos datos, no hubieran optado por marchar a Iparralde o por ir al frente.

En el caso de Doneztebe/Santesteban, es cierto que no hubo ningún asesinato. No obstante, seis reputados militantes de la izquierda estuvieron encarcelados desde finales de julio hasta diciembre o enero de 1937, según los casos, resultando afortunados porque la visita de un camión con miembros de la Escuadra del Águila de Pamplona no pudo culminar su objetivo. En el caso de que hubieran sido asesinados, habrían representado un porcentaje muy elevado de los 57 votantes frentepopulistas.

En los demás pueblos, no hubo socialistas o republicanos asesinados porque no los había: aparte de en los pueblos mencionados, el Frente Popular solamente obtenía más de cinco votos en Urrotz.

En el entorno cercano de Mugairi también fue asesinado un militante de Izquierda Republicana, Ricardo Mula, y otra persona se suicidó después de ser multada. En Sunbilla también en los primeros días hubo otro asesinato y hubo más adelante una muerte en extrañas circunstancias de otra persona cuyo hermano estaba relacionado con redes de contrabando y de evasión. Por otra parte, también hay que nombrar el asesinato a finales de septiembre de tres militantes jeltzales de Ituren, uno de ellos el médico Pedro Gorostidi Imaz, una persona especialmente considerada en la comarca.

Contrabando de ganado, contrabandistas principales y billetes estampillados

Son muy poco conocidas las características del contrabando de ganado en Navarra con anterioridad a la Guerra Civil. Los escasos trabajos existentes sobre la actividad contrabandística han fijado exclusivamente el foco en el final de la cadena, en los paqueteros que pasaban los bultos y las cabezas de ganado mediante el trabajo nocturno (gau lana en euskara), centrándose sobre todo en los años cuarenta y cincuenta cuando dicha práctica fue un elemento fundamental de captación de ingresos complementarios para el campesinado de los valles fronterizos. Esos trabajos no se han referido para nada a las redes de contrabando de ganado existentes con anterioridad a la Guerra Civil ni tampoco a las adaptaciones de algunas de las mismas en redes también dedicadas a otros fines (paso clandestino de personas de izquierda o nacionalistas, contrabando de armas o documentos, contrabando de billetes estampillados) que, como veremos, operaron durante la misma guerra y en los años siguientes.

Redes de evasión en Navarra durante la Guerra Civil

Uno de los aspectos colaterales más desconocidos de la represión franquista es el relativo a las redes de evasión de simpatizantes republicanos e izquierdistas. La búsqueda en bases de datos como Dialnet o Isoc, en las que se recogen las referencias de la práctica totalidad de la producción científica española de las últimas décadas, apenas arroja resultados. A lo largo de esta investigación, hemos podido comprobar que durante la Guerra Civil y durante los primeros años del franquismo operaron en Navarra diversas redes de evasión de simpatizantes izquierdistas y nacionalistas, redes que se conjugaron con las redes de contrabando anteriormente descritas, conformándose así una realidad poliédrica y mucho más compleja que lo que se podría pensar en un principio.

Paralelamente a las redes anteriores hubo también una red nacionalista, la denominada red Álava por tomar el nombre del responsable máximo de la misma, el nacionalista alavés Luis Álava Sautu, que será el único que será ejecutado ante un pelotón de fusilamiento. Como veremos, la memorialística y la historiografía han aceptado un relato basado en las declaraciones de miembros de esa red como Timoteo Plaza Mendiburu, su mujer Felicitas Ariztia Ibarra, su cuñado Agustín, y Bittori Etxeberria Agerrebere, que defiende su responsabilidad y participación exclusiva, y sin injerencias, en la gestión en la zona del Baztan de esa red del PNV y del Servicio Vasco de Información, datando su funcionamiento a partir del verano de 1937. Sin embargo, como se verá a continuación, creemos que entre esa red y las anteriores existieron más puntos de conexión que los oficiales u oficiosamente reconocidos y que, al igual que sucede con aquellas, diversas circunstancias animan a plantear algunos interrogantes de calado acerca de su funcionamiento, uno de ellos la fecha de su puesta en marcha.

El crimen de Gaztelu

«Durante la guerra la comarca se vio sacu tuvo lugar a finales de agosto de 1936 en Gaztelu, una entidad con personalidad propia del municipio de Donamaria, dotada con iglesia separada y poblada con algo más de un centenar de personas en 1935. Desde muy pronto se extendieron los rumores según los cuales una mujer y sus seis hijos fueron asesinados -tras haber sido expulsados del lugar quince días antes- y arrojados a una sima, la sima de Legarrea, situada en el monte a varios kilómetros. Como es sabido, esos rumores se han visto confirmados al cabo de ochenta años al ser recuperados los restos de los asesinados en septiembre y octubre de 2016 por un equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi dirigido por el forense Paco Etxeberria y por la antropóloga Lourdes Herrasti.

Dicho suceso dio lugar a un sumario, incoado a partir de agosto de 1937 y que se prolongó durante nueve años, por el que fueron procesados once vecinos por el delito de coacciones y que constituye la única causa abierta en relación con personas desaparecidas durante aquellos años. Al igual que sucede con todos los procedimientos judiciales civiles o militares vistos en este libro, dicho sumario debe ser contemplado con precaución dado que los relatos de los testigos o inculpados presentes en él, así como la actitud de los jueces y abogados, están afectados por sesgos ligados al afán de encubrimiento y a las dobles intenciones. Desde nuestro punto de vista, el suceso engarza con todos los aspectos vistos en los capítulos anteriores. Hemos indagado sobre todos los detalles y personajes que se mencionan allí. Nuestro análisis del mismo se fundamenta en una recopilación exhaustiva de la documentación relacionada, directa o indirectamente, con los datos que hemos podido recabar.

Al igual que sucedía con la mayoría de los demás sumarios que hemos visto en este libro, el sumario por el crimen de Gaztelu no se preocupó por indagar la verdad de lo que sucedió. Siendo el único sumario activado en Navarra por unas desapariciones en aquellos años, todo parece indicar que su puesta en marcha fue a consecuencia de una reacción dimanada de los poderes en la sombra que actuaban en el contrabando de la zona y que buscaban hacer daño a los requetés del entorno que se comportaron en contra de aquellos y que habrían sido los responsables últimos, dentro del clima que desarrollaron de persecución subterránea de los escasos izquierdistas comarcales, de aquel crimen en virtud de rumores que provocaron la desacreditación pública de Pedro Sagardía y de su familia.

De cualquier forma, pensamos que la familia habría sido expulsada por motivaciones ideológicas, atendiendo a aquella orden superior. La expulsión habría tenido lugar, en razón no solo del perfil izquierdista y de las conexiones con los ugetistas y republicanos doneztebarras de Pedro Sagardía, sino también, como veremos, por la percepción, verbalizada por algunos vecinos de Gaztelu, de que trabajaba como “espía”, es decir, que era un izquierdista activo que participaba en actividades asimilables a las de espionaje, es decir, en las redes de evasión de desafectos y de paso de documentos de las que ya se habló en otros capítulos.

Miedo, dignidad, etcétera

Los episodios relatados en los capítulos anteriores en relación con la detención y encarcelamiento de izquierdistas durante siete meses en Doneztebe/Santesteban, con la eliminación, transparente o subterránea, de ugetistas en Bertizarana, o con el crimen de Gaztelu (que nosotros interpretamos como un crimen en último término de motivación política) extendieron el miedo en la sociedad de la zona o, al menos, en los sectores que entendían que, por su posicionamiento ideológico o sindical, tenían razones para tenerlo. Años después, el crimen de Otaltzu serviría para recordar su vigencia. Además del posicionamiento, otro motivo para ser perseguido o para temer un destino funesto era la posible relación con las redes de evasión y con las redes de contrabando, tal y como sucedió con varias personas detenidas o asesinadas, sobre todo, si se daban determinadas conjunciones fatales que incrementaran la voluntad punitiva de quienes eran los encargados de vigilar la frontera en sus más diversas instancias.