urante unos 15 años, Araceli Recarte Amadoz ejerció como voluntaria de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) acompañando a los pacientes, acudiendo a las consultas con ellas -porque generalmente eran mujeres las que requerían este servicio- o compartiendo un par de horas de su tiempo dos veces a la semana. "Y lo agradecían una barbaridad", afirma esta enfermera jubilada de 76 años. No obstante, en octubre de 2019 fue ella la que recibió el diagnóstico. Tenía cáncer. "Un dolor levantó la liebre. Me hicieron marcadores, me realizaron un TAC y ahí se descubrió", recuerda.

"Tras el susto inicial, nos repusimos la familia entera y empezamos el tratamiento", el cual "era muy fuerte y me obligaba a no salir mucho de casa". Una vez que se declaró la pandemia, "fui de las primeras que me retiré a mi casa. Nos reuníamos la cuadrilla de amigos todos los días a las 19.30 horas a tomar algo y charlar. Fui la primera que me eché para atrás, porque realmente me consideraba de riesgo, no sé si por tener más posibilidades o no de coger el virus, pero sí porque no quería contagiarme, porque iba a interrumpir mi tratamiento, que era lo que más me interesaba". Además, reconoce, estaba el miedo al coronavirus, porque "si por la falta de defensas por el propio tratamiento me meten en la UCI, más o menos sabía lo que estaba pasando; así que me retiré, quedándome en casa con mi marido". Desde entonces, el teléfono se ha convertido en el principal aliado para mantener el contacto con su círculo, además de los vídeos. Preguntada por cómo le ha afectado la epidemia de covid-19, considera que "más nos ha afectado el diagnóstico que la propia pandemia". Así, explica que "no me ha afectado con la virulencia que creo yo que, si estás totalmente sano, te está coartando todas tus apetencias. Por mi enfermedad, no me apetece tanto salir, ni viajar, ni nada. Entonces, no me ha afectado tanto, aunque sí que me preocupan el resto de mi familia: mis hijos y nietos". Y es que, como confiesa, les echa en falta. Respecto a la atención sanitaria que recibe en el servicio de Oncología del CHN, sostiene que "está todo muy bien organizado. He podido hacer todas las consultas que me han pedido, aunque quizás se haya retrasado alguna prueba un poco más en alguna ocasión, pero no me ha afectado en el seguimiento de todo el tratamiento".

Recarte se ha sentido muy arropada por sus compañeros de la AECC y aconseja a quienes se sienten solos en este duro trance que acudan a ella, porque "ofrece muchos servicios". Afirma que ahora "hubiese sido mejor compañía" para las pacientes que acompañaba de voluntaria, porque "sé mejor los problemas que se tienen" y, con motivo del Día Mundial, concluye que "cuando te diagnostican y lo tienes que comunicar a tu familia es un impacto muy fuerte, te sientes hasta estigmatizada, pero creo que las cosas hay que tomárselas un poquito más con filosofía. Los tratamientos han mejorado muchísimo, la AECC está en continuo contacto con Oncología, y, aunque sea con tratamiento, los años los voy viviendo. Lo que no voy a volver es a mis 50 años".

"Ahora hubiese sido mejor compañía, porque sé mejor los problemas que se tienen"

Paciente y ex voluntaria de la AECC