El culto al cuerpo sigue siendo sinónimo de consumo de anabolizantes. Desde hace un tiempo los que están de moda son los Moduladores Selectivos de los Receptores de Andrógenos (SARMS), fáciles de consumir porque no tienen que inyectarse y se toman por vía oral, pero son tóxicos para el hígado y con el tiempo pueden provocar tumores. Además, se fabrican y distribuyen de forma ilegal y se trafica con ellos porque los beneficios que los grupos criminales obtienen son muy sustanciosos, ya que un frasco gotero puede llegar a venderse a un precio de 60 euros cuando el coste de producción no llega a un euro, si bien a esa ganancia habría que restarle lo gastos de la distribución.

Sea como sea, los SARMS (modificaciones a partir de la molécula de la testosterona) son medicamentos en experimentación, según los cataloga la Agencia Española del Medicamento, y, por tanto, está prohibida su distribución y venta. Por eso, tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional han llevado a cabo recientemente varias operaciones contra ese tráfico ilegal.

Los SARMS pueden tener muchas ventajas para la medicina, toda vez que actúan de forma selectiva sobre el órgano que lo precisa, pero de los que están en ensayos clínicos, solo la ostarina es la que está más avanzada y puede ser eficaz para combatir la osteoporosis. A esa sustancia ya dio positivo un ciclista en el Giro de Italia. Y aunque no es exactamente un SARMS, la cardarine es otra de las sustancias que se ha puesto de moda en el mundo del deporte, tanto el profesional como el amateur, porque es un “buen quemador de grasa”, como señalaron varios expertos. Pero se han constatado efectos secundarios, como cáncer, en las pruebas con ratones.

La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil desmanteló hace escasos meses y tras dos años de investigación la primera red criminal en el Estado dedicada a la importación, fabricación y distribución de estos nuevos anabolizantes. Fue la operación llamada Sahagún-Arán.

Es el responsable de la Sección de Salud y Dopaje de esa unidad quien explica el modus operandi de esas organizaciones, que comienza con la adquisición en China del principio activo, fabricado allí en laboratorios legales. Desde China llega al Estado, en polvo, por vía aérea, marítima o terrestre. Ya en nuestro país, las organizaciones se encargan de comprar el disolvente farmacéutico. Pero la mezcla con el principio activo no puede hacerla cualquiera, así que “subcontratan” un laboratorio que, como ocurrió en la operación Sahagún-Arán, pueden estar autorizados para poder hacer esas mezclas para cosmética.