Las peculiares características de los viajes espaciales hacen que cosas tan aparentemente sencillas como lavar la ropa se conviertan en un difícil reto a superar.

En la actualidad, la higiene en la Estación Espacial Internacional se lleva a cabo utilizando toallitas y productos especiales, como champús. La condiciones de vida a 400 kilómetros de la Tierra no son todo lo cómodas que podrían desear los astronautas.

El hecho de que en las naves no existan duchas ni lavadoras hace especialmente importante el tema de la higiene y la limpieza de la ropa, sobre todo la interior. La ropa se reutiliza todo lo posible, pero en cada misión se envían al espacio toneladas de ropa, y con espacios tan reducidos, a veces se puede convertir en un problema.

La ropa usada se envía de vuelta en los propios vehículos de reabastecimiento, de un solo uso, que se desintegran junto con su contenido al entrar en contacto con la atmósfera terrestre.

Los trajes espaciales tienen en su composición metales con propiedades antimicrobianas como la plata o el cobre, que a la larga pueden provocar dermatitis y convertirse en un problema para la salud de los astronautas.

La Agencia Espacial Europea contactó con una empresa austriaca para tratar de solucionar este problema. Vienna Textile Lab está estudiando la incorporación a los tejidos de microbios expuestos a unas condiciones determinadas, con lo que producen unos compuestos para protegerse de condiciones ambientales adversas.

Estos compuestos, llamados metabolitos secundarios, poseen propiedades antimicrobianas, protegiendo así la piel y la salud de los astronautas. Este proyecto podría empezar a probarse en tres o cuatro años.