cuando hablamos de Educación Transformadora desde el ámbito de las ONGD, hablamos ante todo de pluralidad. Incluso en la propia terminología, cada organización, cada institución, cada teoría la denomina de una forma diferente: “educación para la ciudadanía global”, “educación popular”, “educación emancipadora”... De esta manera cada término pone el acento en el aspecto que considera fundamental para este tipo de educación. Todas se refieren a lo que siempre se ha definido como Educación para el Desarrollo (vinculado a la Cooperación Internacional al Desarrollo), con un mismo objetivo que es la justicia social.

Desde las ONGD y desde Coordinadora de ONGD de Navarra (CONGDN) somos muy conscientes de que vivimos en un sistema económico y social global que histórica y estructuralmente favorece la perpetuación de las injusticias y las desigualdades, manifestadas en pobreza y exclusión social de grandes sectores de la sociedad. La educación no puede ser ajena a esta situación. De hecho, es una de las herramientas más eficaces para luchar contra la pobreza, la desigualdad y la injusticia, ofreciendo un espacio privilegiado para la formación de una ciudadanía crítica, capaz de dar respuestas éticas a estos desafíos. Para empezar, debemos alejarnos de la propia concepción de la educación actualmente predominante que refuerza la globalización neoliberal, actuando como una eficaz herramienta para mantener el sistema económico vigente, basado en el individualismo y la competitividad.

Este sistema ha hecho plantear una educación transformadora vinculada a una ciudadanía global que enseñe a actuar desde lo local. En el caso de Navarra, se desarrollan distintos programas, tanto en educación no formal como dentro del sistema educativo reglado, siendo el programa más destacado en esta segunda modalidad Escuelas Solidarias, programa de Gobierno de Navarra (Departamento de Derechos Sociales y de Educación) que gestiona la Coordinadora. Esta educación diluye las divisiones entre lo propio y lo ajeno, y expresa la necesidad de que la búsqueda del bien personal contribuya al bien común y viceversa. Es una educación que motiva y brinda herramientas al alumnado para transformar las condiciones de sus propias vidas, las de su comunidad y las de otras comunidades excluidas en el planeta (es importante esta visión SUR), desde unos ideales de justicia global que cuestionan la realidad. No interesa la competitividad entre el alumnado y entre escuelas sino la cooperación y la colaboración. Hay muchas cosas que podemos hacer desde lo local: mejorar el medioambiente, consumir de manera responsable, trabajar la cultura de paz, deshacer prejuicios, contribuir a la igualdad de género, reconocer la riqueza de la diversidad, acoger al inmigrante, etc?

Una educación así exige unas condiciones que la garantice en todos los ámbitos, incluida la escuela, pero que también traspase sus paredes. Toda la sociedad educa y toda la sociedad se beneficia de la educación, porque es el instrumento fundamental para construir sociedades más justas, más cohesionadas, más democráticas y participativas. Para ello necesitaremos de un esfuerzo común en innovación educativa y metodologías activas, trabajar los contenidos curriculares, y formar teniendo en cuenta la emotividad del alumnado. Un pueblo educado es más consciente y comprometido con el bien común. Por eso, además de un derecho y una responsabilidad compartida, es un bien público.

No sólo es fundamental el acceso universal a una educación de calidad en todos los niveles, como nos sugieren los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sino que ésta debe generar conciencia de ciudadanía global, de pertenencia a un solo mundo en el que todas las personas encuentren un lugar digno en el que disfrutar de sus derechos.

Incluir los conceptos de solidaridad, justicia y respeto en los planes educativos, contribuirá a construir una escuela inclusiva, respondiendo a una concepción de la educación como servicio a la comunidad.La autora pertenece al Área de Educación para el Desarrollo de la Coordinadora de ONGD de Navarra