Avgustina, Iba, Belén, Ismael Unai, Eneko, Ayoub y Elaia tienen orígenes diversos, pero un nexo común: el euskera. Casi todos estos chicos y chicas nacieron en Navarra pero sus progenitores proceden de Bulgaria, Argentina, Marruecos y Chile. Estas familias se acercaron a la enseñanza en euskera gracias a recomendaciones de amigos y conocidos, y ninguna se arrepiente de su decisión. Al contrario. Están integradas en sus escuelas e ikastolas, sus hijos e hijas se siente aceptados por sus compañeros y no dudan en animar a otras familias de origen extranjero a dejar a un lado el desconocimiento sobre el modelo D, perder los miedos y prejuicios en torno al euskera y "facilitar la integración de sus hijos e hijas en el lugar donde viven, con su lengua y su cultura, y abrirles puertas para su futuro profesional".

Chile

Una familia asentada en la Txantrea

Sandra Valenzuela y Julio Vargas, naturales de Santiago de Chile, llevan casi dos décadas en Navarra. Él llegó primero y un año después lo hicieron su mujer y su hija mayor Belén, que en la actualidad tiene 20 años y estudia Filología Inglesa y Escritura Creativa en la Universidad de York (Reino Unido). "El entrenador de mi marido, que era boxeador, hablaba euskera y nos animó a matricularle en la ikastola Axular de la Txantrea (ahora el colegio público Bernart Etxepare)", recuerda Sandra. No lo dudaron ni un instante. "Me pareció muy buena idea que aprendieran otro idioma, aparte del castellano, y no me importó que nosotros no la conociéramos", asegura. La ayuda de una profesora de Axular "fue clave", ya que les ayudó muchísimo en la incorporación al centro.

La experiencia fue perfecta así que con sus otros dos hijos, Unai, de 15 años, y Eneko, de 3, "que como se nota por los nombres ya son vascos", bromea, todo fue rodado. Esta familia ya no se siente extranjera, "llevamos aquí toda la vida y además todo nuestro entorno son gente de aquí, no tenemos amigos chilenos, estamos totalmente integrados". Sus hijos también. La mayor ya está estudiando la carrera en Londres, lo que denota que el nivel de inglés adquirido en su formación tanto en la ikastola como en el instituto "es muy bueno", mientras que el mediano está en el IES Eunate y el pequeño acaba de comenzar a estudiar en Bernart Etxepare. "Hay familias extranjeras que siguen relacionando el euskera con ETA y otras se echan atrás porque no lo hablan. Para nosotros nunca fue un problema y creo que les abre puertas ya que aquí en muchos trabajos te piden euskera e inglés", afirma Sandra, que anima a las familias de otros países a apostar por el modelo D.

Marruecos

Cultura árabe en las aulas de Lizarra ikastola

Ayoub, Ismael e Iba nacieron en Lizarra pero sus raíces están en Marruecos. Su padre Hassan El Harti, marinero en Marruecos y albañil en Estella, vino a Navarra en 1999 de la mano de su hermana mayor que ya llevaba una década en esta tierra. "Al principio vine soltero y después regresé a Marruecos, me casé con Fátima en 2003 y volvimos a Estella", recuerda. Cuando tuvo que matricular a su primer hijo Ayoub, que ahora tiene 15 años, Hassan no lo dudó. "Conocía la ikastola porque mi sobrina iba allí y yo le llevaba y le iba a recoger para ayudar a mi hermana. Siempre fueron muy buenos con nosotros y cuando nació Ayoub fui directo", explica.

El euskera le atrajo desde que puso un pie en Navarra. "Quise aprender euskera pero no hubo forma de que me entrara en la cabeza", bromea. Sin embargo, añade, "mis hijos no han tenido ningún problema. Hablan perfectamente castellano, euskera y árabe y tienen muy buenas notas en francés e inglés". Ayoub (15 años), Ismael (13 años) e Hiba (7 años) van "felices" a la ikastola donde están muy integrados. "Ellos han nacido aquí, tienen sus amigos... se sienten como los de aquí".

La familia de Fátima y Hassan no es la única de origen marroquí en Lizarra ikastola. "Primero vino mi sobrina, ahora mis hijos, otra hermana también lleva a sus hijo y también hay otra chica marroquí que tiene una o dos hijas en la ikastola", explica este albañil, que recuerda que "nosotros somos musulmanes pero en la ikastola siempre han respetado nuestra cultura y tradiciones, el Ramadán, la fiesta del cordero...". Su experiencia en Lizarra ikastola es "maravillosa", los progenitores están contentos con la educación y los chavales con su profesorado y amigos. "Como todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos y que tengan más oportunidades de las que nosotros hemos tenido, y pensamos que gracias a este modelo educativo las van a tener".

Bulgaria

Familia integrada en un entorno euskaldun

Avgustina tiene 9 años y habla perfectamente castellano, euskera y búlgaro, y se maneja en inglés. Desde que nació en Pamplona siempre ha estado rodeada de un entorno euskaldun. "Vivimos en Txantrea, un barrio donde destaca la cultura euskalduna. Cuando nació Avgustina el primer trato que tuvimos en el parque fue con familias euskaldunas, creció con ellas y cuando llegó el momento de elegir centro escolar ellas iban a llevarla a Bernart Etxepare. Yo tenía mi gran duda pero al final decidimos que le íbamos a matricular en la ikastola y que, si veíamos algún problema, ya le daríamos una solución", recuerda Kristina Stefanova, procedente como su pareja Vergil Georgiev de una ciudad al suroeste de Bulgaria.

Los padres de Vergil y el padre de Kristina emigraron a Pamplona para trabajar en el año 2000. "Mientras estudiaba la carrera en Bulgaria venía a Pamplona a pasar temporadas, los veranos. Vergil y yo nos conocimos aquí y ya nos asentamos hace 12 años", explica la madre de Avgustina, que reconoce que tampoco investigó demasiado cuando tuvo que matricular a su hija. "Jesuitinas no me llamaba la atención y el otro público de la Txantrea me pillaba más lejos. Tenía buenas referencias de Bernart Etxepare, sabía que había buen ambiente y que tenía calidad... Quería experimentar con el modelo D y estoy muy contenta con mi decisión", afirma Kristina. Su hija "está encantada con el colegio, con sus profesores y está muy aceptada e integrada" y su intención es seguir su formación "con su cuadrilla" en el IES Eunate.

Esta búlgara reconoce que tenía dudas por el hecho de que en su casa no se habla euskera "pero siempre pregunto cómo va y me dicen que bien, que tiene alguna dificultad pero como cualquier otro crío". Esta familia no duda en animar a otros padres y madres extranjeros a elegir el modelo D. "En el punto geográfico donde estamos el euskera es importante: no solo abre puertas profesionales sino que también les permite conocer la cultura de la tierra donde viven".

Argentina

Volver a sus raíces y formar parte del entorno

Ofrecer a su hija el contacto con sus raíces e integrarle en su entorno más cercano. Estos fueron los objetivos por los que Josefina Maggiatto y Maxi Pereyra decidieron matricular a su hija Elaia, de 3 años, en la ikastola Paz de Ziganda. "Mi segundo apellido es Iribarne y mis orígenes, por parte de madre, están en Donibane Garazi. Mi abuelo en Argentina investigó sobre los vascos y es una cuestión que siempre ha estado muy presente en mi familia", recuerda Josefina, que en febrero cumplirá tres años de residencia en Huarte. "Mis padres viven aquí desde hace diez años y yo estuve viviendo cinco años de soltera. Regresé a Argentina para ayudar a mi hermana que se quedó embarazada. Conocí a Maxi, me quedé embarazada y cuando Elaia cumplió 8 meses vinimos a Huarte".

En el primer año de escuela infantil matricularon a Elaia en castellano porque fue la opción que mejor les encajaba para "solucionar la logística familiar". El segundo año ya tuvieron más tiempo para pensar y no dudaron en matricularle en euskera "para que el ingreso en la ikas no fuera tan duro porque nosotros no hablamos euskera". Cuando llegó el momento de inscribirle "queríamos un centro de educación democrática y con euskera". Miraron varias opciones y finalmente se decantaron por Paz de Ziganda. Llevan pocos meses pero Elaia va aprendiendo euskera sin problema. "Nuestro entorno (el parque, la natación...) es en euskera y cuando son tan pequeñas aprenden rápido y se van adaptando de forma automática", afirma Josefina, quien valora el euskera no solo como llave para mejorar profesionalmente sino porque "es una lengua compleja, con una estructura distinta, que te ofrece un código nuevo de comunicación muy distinto al castellano. Te cambia la forma de relacionarte con las personas".