Donostia - Han tenido que pasar más de ocho años para que la campa de Chillida Leku vuelva a llenarse de visitantes. El museo en torno al escultor donostiarra ha abierto sus puertas este fin de semana para recibir a 1.200 personas que han podido recorrer de manera gratuita las instalaciones antes de su apertura oficial el próximo miércoles. Muchos de ellos ya habían visitado el museo antes del cierre; sin embargo, las ganas por redescubrir la obra de Chillida eran enormes: “No ha cambiado mucho. Es un espacio que debería estar siempre abierto porque en él se respira buena parte de nuestra cultura”.

Chillida Leku abrió sus puertas ayer a las 10.00 horas y pocos minutos después su campa ya estaba repleta de buena parte de los 1.200 visitantes seleccionados en un sorteo para una visita exclusiva. Todos estaban deseosos de ver el museo y descubrir nuevas obras que no estuviesen antes de su cierre. “Estuvimos en el 2000 y desde entonces siempre hemos querido volver. Creemos que no han cambiado la distribución de las piezas y, menos mal, porque no tenía ningún sentido que lo hicieran”, contaban José Luis Iñurrategi y Arantxa Murugarren, un matrimonio donostiarra “experto en la historia de Chillida”: “Nos encanta todo sobre él, la próxima semana vamos a visitar su taller en Legazpi”.

El buen tiempo que acompañó la jornada -los visitantes podían realizar el recorrido por su cuenta o acompañados por un guía- hizo que más de uno disfrutara de las instalaciones sin ser un apasionado de las esculturas. “Se crea un contraste muy bonito entre el verde de la hierba y el color de los hierros. Más que las obras en sí, yo voy comentando todo el tiempo lo bonito que está todo”, apuntaba entre risas la errenteriarra Merche Siera.

Precisamente, el hecho de ser un museo al aire libre llevó a que más de una familia se decidiera a visitarlo con todos sus miembros. “Es un lugar que invita a relajarse y a estar en paz y que para las niñas es diferente porque pueden tocar las obras y no simplemente dar vueltas dentro de un museo”, contaba Maite Santos mientras trataba de que sus dos hijas, Valentina y Paola, no se subieran en una de las esculturas. En este grupo también estaba Marco Errante, un italiano afincado en Donostia que conocía a Chillida gracias al Peine del Viento y que se mostraba sorprendido por “el museo tan especial” que es Chillida Leku: “No es como todos los demás, es un lugar en el que la naturaleza y la cultura están juntas”.

dos esculturas más Las 43 esculturas de Chillida Leku están repartidas en doce hectáreas de jardines. A excepción de dos, todas ya estaban antes del cierre, por lo que las novedades principales del museo son la remodelación del caserío y la creación de una cafetería. “Hemos empezado por el caserío porque así conocemos mejor a la persona y luego ves de otro modo las obras”, revelaban Rosa María Lope y Javier, mientras que Aitziber Aranburu y su hija Naia Iñurrita descubrían por primera vez los jardines. “Es muy grande, pero está muy bien explicado y además la distribución de las piezas hace que entiendas su trayectoria de manera amena”, indicaba Aitziber.

En la cafetería descansaban Mariaje Pérez, Arantxa Esteban, Ana Andueza y Ana Apalategi, cuatro amigas que ya habían recorrido el museo. “Es un lugar en el que te entran ganas de sentarte y estar en paz. Un espacio que nunca más se debería cerrar al público”, apuntaron contundentes.